Esta carta va dedicada a ti, hijo mío, pues ninguna de las palabras de este diccionario tendrían sentido para mí sino fuese por ti.
Desde el momento en que llegaste a este mundo supe que te amaría hasta el infinito y que jamás dejaría de hacerlo.
En estos 31 meses, me has enseñado muchas cosas y las que quedan todavía, la que más valoro es la de amar incondicionalmente, un amor que traspasa cualquier frontera.
Con una sonrisa tuya me deshago, me emociono, se me olvida todo.
Has estado ahí en uno de los momentos más duros de mi vida, jamás olvidaré cómo me cogías la cara con tus manitas y me dabas un beso para que no llorase, para que me tranquilizase.
Eres cariñoso, gracioso, bondadoso, curioso, charlatán, dormilón y comilón.
Me encanta achucharte y se que a ti te encanta que lo haga, buscas mis brazos para calmarte, para sentirte seguro, y aquí estoy yo para darte esa seguridad y para darte uno de los abrazos con más sentimiento que existen.
Te necesito, probablemente más de lo que tú me necesitas a mi, soy hijo-dependiente y me encanta serlo.
No se si lo hago bien o lo hago mal, pero lo hago lo mejor que puedo, solo quiero que seas feliz y, de momento, estoy segura de que lo eres, porque siempre tienes una sonrisa en tu preciosa carita.
Gracias, hijo, por hacerme tan feliz.
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