Revista Cultura y Ocio

La metafísica de las salchichas

Publicado el 19 octubre 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

La animación no es un género, es un medio.

Juan Luis Caviaro, editor y coordinador de Blog de cine

…no era un título tan comercial. Pero la historia parecía lo suficiente atrayente como para pasarse por el cine. Había leído buenas críticas, y no tardé en descubrir que, uno, la gente no se informa de las películas a las que lleva a los niños y, dos, tiene ese tipo de humor gamberro y rompedor que no gusta a todo el mundo.

Dicho esto, a mí, los chistes no siempre me hicieron gracia y la trama me pareció que empezaba a flojear tras los primeros veinte minutos. Por supuesto, La fiesta de las salchichas tiene momentos divertidos —en especial, dentro del supermercado, y en las dos escenas más repetidas del tráiler: la del derrumbe de alimentos desde el carrito del supermercado y aquella que, por lo menos, todos hemos visto una vez en la cocina de una compradora—.

La fiesta de las salchichas (Frank y Brenda)

Tampoco hay que verla dispuestos a una crítica feroz, porque no es la película del año, ni cuenta con una trama trabajada al milímetro; más bien se trata de una sucesión de escenas políticamente incorrectas con dos puntos de referencia: lo importante que es para Frank, y para todos los hombres  todas las salchichas meterse dentro de un pan de perrito, y viceversa; y lo que nos preocupa como sociedad que Dios no exista unido junto con lo que nos cuesta disfrutar del día a día.

Hay quien ha rastreado también a Orwell en el supermercado, y quien ha visto una gran sátira sobre la religión: los alimentos confían en los dioses (para ellos, los seres humanos) y cantan una oración matutina que sigue las reglas del juego; se apegan a un modelo ético y moral y confían en ir al Paraíso antes de su fecha de caducidad.

La fiesta de las salchichas (galleta Oreo)

Sin embargo, si te decides por anclarte en ver cómo avanzan estos dos grandes pilares de La fiesta de las salchichas terminas por desesperarte al ver que no lo hacen por igual, y, además, que tienen un peso muy desigual en el desenlace.

Por supuesto, los primeros veinte, treinta, cuarenta minutos, los chistes sobre cómo la fe divide, enfrenta e incluso nos reprime en nuestra vida diaria se cuentan por decenas. Pueden hacerte gracia, o no, pero esto queda en el campo más personal, al igual que las numerosas referencias pop: el músico Meat Loaf, el astrofísico Stephen Hawking, la figura de los nativos que han sido desplazados de sus estantes ancestrales, un bote de salsa alemana con bigote que quiere llevar a los zumos a “campos de concentrado” o un lavash y un bagel que no se dan cuenta que tienen muchas más cosas en común de las que creen.

Firewater o Aguardiente es uno de los alimentos nativos del supermercado.

También hay homenajes a cientos de films de Disney-Píxar, y a clásicos intemporales, como Terminator 2, pero hay algo que sobra e incomoda a muchos desde el principio, y no son las escenas de supuesto mal gusto (hay por ahí un final apoteósico y sexualmente perverso que me encantó, pero me gustaría no hacer demasiados spoilers aquí) ni el sexy-culo de Brenda, el pan de perrito, y sus deseos lésbicos reprimidos que le despierta una Salma Hayek convertida en taco, sino el resto de los tacos: las palabrotas.

Esta es una de las cosas que no me gustaron nada, porque no es necesario. ¿O quizá sí? Seth Rogen y Evan Goldberg han conseguido un taquillazo con La fiesta de las salchichas porque han llegado a todo el mundo: a los devotos del caca, culo, pedo, pis, a los que disfrutamos viendo cómo se montan un trío en el supermercado o se dan por culo un par de devotos religiosos reconvertidos; y también a los que, además de una trama de perritos calientes que buscan meterla, son fieles defensores del Carpe Diem tras la muerte de dios.

La fiesta de las salchichas (Frank y Barry)

En definitiva, ya que esto es de todo menos un análisis serio (para eso, pásate por Filmaffinity, o por alguno de los enlaces que hay en este mismo artículo mejor), ¿vale la pena pasarse por el cine? Pues sí, y mejor todavía si tienes presente lo que vas a ver, y, sobre todo, que los dos colegas de la infancia que han sacado esta animación no han buscado la antítesis de las películas Disney: ellos mismos han afirmado que crecieron con Mickey Mouse y compañía, y no tienen ningún deseo de verlo sodomizado en un supermercado, sino de crear un camino propio donde expresar todo lo que sienten. ¿Y qué sienten? Pues esa es una buena pregunta para terminar; en el film hay un poco de todo: de amor libre, de disfrutar el momento, de disfrutar de las drogas, y de legalizar la mayoría, de no preocuparse tanto por lo que vendrá mañana y, sobre todo, de no olvidar que solo son dibujos animados, que estamos ahí para pasar un buen rato, y que si nos olvidamos de ello, también se han encargado de que recibamos un toque de atención antes o después.

Y creo que no me entiendes, pero ya me entenderás…


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