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La minoría mayoritaria

Publicado el 26 mayo 2014 por Magnusdagon
La minoría mayoritaria
He escuchado decir ya en varios sitios en televisión que el voto de estas elecciones europeas ha sido un voto de castigo de los seguidores de los partidos mayoritarios. Que se ha amonestado al Gobierno por hacer una mala gestión de la crisis, y a la oposición por haber sido el Gobierno antes que ellos. Han empezado a hablar de que hace falta renovación en sus filas, nuevas caras. Como ocurre a menudo, los analistas que salen por televisión, sean de la cadena que sean, no saben comprender la opinión de aquellos en cuyo nombre creen hablar.
Porque el resultado de estas elecciones no ha sido un castigo a entidades políticas, sino un castigo a los políticos en general. Ya en un artículo anterior les puse nombre: la casta podrida, y 'casta' es justo el adjetivo que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha usado para referirse a ellos. Se auguraba una baja, bajísima participación, y si bien no es una participación para enorgullecerse (menos de la mitad de la población) no es la que se esperaba en absoluto. Se auguraban subidas modestas de escaños de los partidos minoritarios, y de repente, aun con esa indecente norma del 3% (si no tienes al menos el 3% de los votos no tienes derecho a tener escaños), aun con esa repulsiva regla de reparto de escaños conocida como la ley de d'Hondt (la matemática usada no para facilitarnos la vida sino empleada de la manera más inmoral posible, es decir, contra las personas y los ciudadanos de a pie), aun con esa barbaridad que llegué a escuchar de que sin 3 millones de euros de financiación no había manera de hacer nada para conseguir representación europea, de repente, lo imposible ha pasado. Se ha quebrado una línea, y una línea que está haciendo temblar a los políticos que hasta ahora estaban subidos a lo alto de la montaña, intocables por ser aforados, corruptos por fuera y putrefactos por dentro.
Dicen que el Ministro de Hacienda y la Presidenta del PP Catalán estaban pálidos cuando por poco se apalea su coche oficial en un acto reciente, pero creo que lo que les está haciendo no pegar ojo de verdad es la perspectiva de que tengan que pactar contra su enemigo, que en realidad siempre fue su aliado. La perspectiva de tener que arrimarse a aquellos que siempre nos vendieron que eran sus oponentes empieza a ser una realidad, y saben que eso sería el principio del fin; porque la gente odia a los que les dan la espalda, pero odia aún más a los chaqueteros y los traidores. Aguantarían, sí, pero a un precio muy alto.
Porque el desencanto se está difuminando. Antes la gente decía 'votar al tercero es tirar el voto a la basura', o 'para qué votar, son todos iguales'. Ya no ocurre así. Los partidos minoritarios que apenas han tenido dinero, que apenas nacieron y ya están madurando a velocidad tremenda, como un enjambre furioso, han roto un muro indestructible, creado para fortificar el bipartidismo. Pero nada es eterno, y menos los muros de la verguenza, que transforman democracias reales en las muy bien acuñadas como democracias autoritarias, que es en lo que vivimos actualmente. Ya están hablando de palabras incómodas como 'convergencia', palabras que van a resonar en los oídos del PSOE, que ayer admitía su derrota estrepitosa, y del PP, que como siempre y por norma, salió a decir 'hemos ganado', pero qué curioso, que es la victoria electoral menos celebrada que he visto en mucho tiempo; no hubo balcones, ni seguidores, ni focos, ni nada. Sólo silencio.
Ya creamos en Equo, UPyD, IU, Podemos, Ciudadanos, el que sea, hemos hallado una grieta. La gente ya está pensando en lo ocurrido. Ya piensa en términos de futuro, de juntarse, de votar, y de que no es tan inútil y perdida la causa. Y el efecto llamada es tremendo; si en unas elecciones de poca importancia subimos tres, cinco, seis escaños, ¿cuántos subiremos ahora que cada vez más gente va a creer en ello? ¿Y si nos juntamos?
Es el momento de los partidos minoritarios. Es el momento de que la abstención se convierta en voto, el voto en fuerza, y la fuerza en unión, que a su vez se hará más fuerte aún. Ahora somos pequeños chorros de agua saliendo por una grieta; pero la grieta es cada vez más grande, y la presa se resquebraja. Es el fin de la casta podrida; el agua está llegando a todas partes, y cada gota somos uno de nosotros.

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