Revista Ciencia

La montaña rusa de las emociones en terapias de conducta del perro

Por Ricardo Antón Alonso @Dogguau_Bilbao

Cuando se inicia una terapia de modificación de conducta del perro, ya se ha dado un primer paso muy importante: admitir que existe un problema y tener la voluntad de poner todos los medios posibles para solucionarlo y tener una buena convivencia con el perro. 

El camino empezado puede ser corto, de unas pocas semanas, o largo, de unos meses o años, no lo sabemos con exactitud. Pero lo que sí te aseguro es que este camino tendrá curvas, subidas y bajadas, rodeos, atajos (muchos no recomendables) y hasta callejones sin salida que obliguen a desandar lo andado. Lo normal es que no sea una autopista en línea recta en la que se pueda ir rápido. Y no hablo solo de los avances y retrocesos para llegar a una solución al problema del perro, sino también de la gestión emocional de la terapia por parte de los dueños y del educador canino o adiestrador (sí, él/ella también)...

La montaña rusa de las emociones en terapias de conducta del perro

Es indudable que convivir con un perro con problemas graves (o no tan graves) de conducta como agresividades, miedos, ansiedades o, por ejemplo, un fuerte instinto de depredación/caza, no es nada fácil. Lo normal es que esas personas tengan, en general, dos formas de enfrentarse al problema:- Una adaptación pasiva que consiste en adecuar su forma de vida a las exigencias del problema del perro evitando en todo lo posible las situaciones críticas.- O, una adaptación activa buscando una posible solución con la ayuda de un profesional o, por lo menos, interesándose por cómo poder mejorar la convivencia.La variable que el dueño tiene en cuenta, consciente o inconscientemente, es el gasto emocional o mental que le supone elegir una u otra vía. Como es de suponer, este gasto emocional no es el mismo eligiendo una u otra opción: es menor con una adaptación pasiva que con una activa.Al iniciar una terapia de conducta (adaptación activa), el dueño debe saber que se enfrentará a una montaña rusa de emociones, desde la euforia al ver progresos hasta el desánimo y la desesperación cuando haya algún paso atrás (porque los hay), o también por el hecho de ver a su perro estresarse. Esto hay que tenerlo muy en cuenta, el educador canino o adiestrador debe advertirlo ya que la imposibilidad de enfrentarse a estas emociones es la principal causa de que se abandonen las terapias y que la persona decida que su gasto emocional es excesivo y prefiera abordar el problema a través de una adaptación pasiva. Sabiendo que esto será así, el dueño podrá anticiparse emocionalmente cuando las situaciones sean difíciles y, cuando éstas sucedan, ser capaz de rememorar o evocar algún hecho gratificante de su vida que le ayude a superarlas.¿Y qué pasa con el educador canino o adiestrador? Parte de esas emociones también son absorbidas por él o ella. Una labor fundamental es poder contrarestarlas siendo consciente de que es capaz de influir en las emociones del dueño a través de su propio estado emocional, y de esta forma, dar seguridad. (El estado emocional del adiestrador)

El trabajo emocional, no solo del perro, sino también de los dueños es parte de las terapias de modificación de conductas. Optar por este camino sinuoso puede dar vértigo y cada paso ser un torbellino de emociones pero, por eso mismo, cuando llegan los resultados, la recompensa es inmensa, tanto para el perro como para las personas.

Si das el primer paso, no tengas miedo de lo que puedas sentir porque te ayudará a seguir adelante, a conocerte mejor y a tener una mejor convivencia con tu perro.



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