Revista Medio Ambiente

La naturaleza: in Spain is different. Rios, fuegos, linces y humanos.

Por Uncafelitoalasonce

El hombre no sólo es un problema para sí, sino también para la biosfera en que le ha tocado vivir. Ramón Margalef

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca)

¿No os parecen mágicos los bosques?

Durante las vacaciones he tenido el placer de retomar el contacto con la naturaleza. He podido volver a visitar Ordesa, uno de los Parques Nacionales más impresionantes que hay en España. Aunque he hablado alguna vez de temas relacionados con la naturaleza, nunca habia hecho un post dedicado completamente al asunto. Y hay mucho de qué hablar. Sobre todo, porque tenemos una visión de la naturaleza muy especial, con unos arquetipos que no se corresponden del todo con el tipo de naturaleza que tenemos en España, y por extensión en el sur de Europa o norte de África.

Hay cuatro aspectos de la naturaleza en nuestro país que lo hacen muy especial: nuestros ríos, el fuego, la diversidad de especies y las catástrofes naturales. Cada uno representa un aspecto fundamental de nuestros ecosistemas y sobre todos ellos algunas cuestiones que puede que no todos conozcáis.

Nuestros Ríos.

Un río es una corriente de agua que desemboca en el mar. Falso, al menos en muchos países. En España, un río es un cauce. Nada más. A veces lleva agua, y muchas otras veces no. En los propios Pirineos, donde llueve bastante, muchos ríos están secos durante el verano, pero eso no les quita el calificativo de río. De hecho, una de las características de los ríos en Pirineos (y en otras partes) es su estacionalidad. En verano, no vemos el agua, pero está ahí. Por debajo del cauce. Impregnando el subsuelo, y haciendo que un montón de especies vegetales vivan y crezcan en él. Algo que tenemos muy metido acerca de los ríos, es que tienen que ser cristalinos y de aguas claras. Falso. Los ríos son muchas cosas, y depende mucho de dónde nos encontremos para verlo de una forma u otra. Un río marrón, con sedimentos y no contamido, tiene mucho más valor, desde un punto de vista ambiental, que uno de alta montaña. En el primer caso, el río es maduro, tiene historia, ha pasado por muchos valles, y se ha ido llenando de vida, sedimentos y nutrientes. Cuando en Egipto se construyó la presa de Aswan, principalmente para generar electricidad y tratar de controlar la inundaciones, se perdió gran parte de la riqueza del Nilo. Las crecidas, llenas de sedimentos y nutrientes, servían como abono para la agricultura en sus márgenes. Una de las consecuencias fue que para mantener la agricualtura, se pasó a usar fertilizantes químicos que se compraban con la energía de la presa.
Un río cristalino es precioso de ver. Relajante, bonito, refrescante. Pero no hay que confundir lo estético con lo que tiene valor. Un río es un todo, con agua clara o sin ella, y con agua o sin ella. Precisamente, que nuestros ríos no tengan agua durante unos meses no los hace peores que otros. Al contrario, a diferencia de otros ríos que llevan agua todo el año, esta estacionalidad hace posible una mayor variedad de especies animales y vegetales. Los bichos adoptan formas y/o estrategias de resistencia a la falta de agua (esporas, huevos, se entierran) y algunas plantas solo crecen cuando no hay agua. Desde un punto de vista ambiental, un río que siempre lleva agua, puede ser más pobre que un río estacional. A veces la estética nos juega una mala pasada.

El Fuego.

Ese ogro que arrasa montes y al que hay que combatir a toda costa. Antes de continuar con el fuego una aclaración. Voy a hablar de fuegos naturales, los provocados por rayos, combustión expontánea, etc… no los hechos por indeseables que para recalificar varias hectáreas de monte. El fuego es tan natural y tan bueno o malo como el agua. Sin fuego no habría renovación de los ecosistemas (sobre todo los mediterráneos). En nuestra flora hay varias especies que están adaptadas para ¡propagar el fuego! Otras necesitan que el fuego para germinar (algunos pinos), y otras han generado su propia defensa (la corteza del alcornoque). El fuego lleva en la tierra millones de años, todos los seres vivos se han enfrentado a él de una forma u otra, y todos necesitan de él, a la larga para seguir existiendo. Es duro ver quemarse un monte, pero cada cierto tiempo tiene que ocurrir. Es algo natural. Sin embargo, queremos ver siempre todo verde. Nuestra propia naturaleza nos exige parajes verdes, porque sabemos que es fuente de vida. Cuando no estábamos hacinados en ciudades, un fuego se podía combatir y si no se ganaba la batalla, nos íbamos con los trastos a otra parte. Ahora no es posible. Por eso estamos tan pendientes del fuego. Y eso es malo. Al evitar constantemente que se queme el monte, y debido a la gran despoblación rural de los últimos 50 años, estamos creando el caldo de cultivo perfecto para el GRAN FUEGO. Algún año, vendrá un verano muy seco, más seco de lo habitual, habrá más tormentas, más viento, y sin necesidad de pirómanos, se quemará mucho monte. Por mucho que queremos “limpiar” el monte, abarcar todo es imposible. Nada puede sustituir a fuegos naturales. Muchas especies vegetales están esperando su momento. No entienden de paisajes calcinados, solo quieren propagarse. La cuestión es ¿qué hacer? Algo que ningún político o gestor será capaz de defender nunca. Quemar el monte forma controlada. Pero ¿cómo justificar que vas a quemar X hectáreas de un Parque Natural porque es necesario? ¿Os imagináis el escándalo? Bien, pues en algunos bosques ya lo están haciendo. Mientras tanto las especies pirófitas esperan su momento.

Los Parques Naturales.

Odio ese término. Parques. Un parque es un recinto acotado diseñado para jugar, pasear o tener un esparcimiento. Un ecosistema como Ordesa, no es un parque. Es la naturaleza real. El término parque destila por todos los lados cómo entendemos la naturaleza. Como algo nuestro, que podemos acotar a nuestro antojo para pasar el rato. De hecho, es así como lo entienden muchos de que los visitan. Lo siento, pero he visto cosas estos días que me han sacado de quicio. Me llama la atención que la gente guarde silencio en los templos o no tire las colillas en el altar de la catedral de Santiago de Compostela, pero vaya a Ordena y se fume un cigarro y deje su colilla (bien apagada eso si) en él. O por ejemplo, que haya carteles por todos los sitios diciendo que no se salga uno del camino y la gente se salte la valla para hacerse una fotito y comer justo debajo de la cascada de Arripas. “Bueno hombre, por uno o dos”. ¡¿Por uno o dos?! Miles. Si de cada 2000 que visitan un parque a diario, 2 ó 3 hacen este tipo de cosas, al cabo de un año, tenemos casi 1000 personas rompiendo plantas, arbustos y pequeños animales. Pero bueno, total, es un parque, para eso están ¿no? Para hacerse fotos. No es que defienda que no se visite la naturaleza, pero somos hordas de humanos y no se puede confiar en el respeto de los visitantes. En muchos parques naturales, se hacen encuestas y las rutas están abiertas o cerradas en función del tipo de visitante. Yo mismo, si voy con mi familia, no tengo el mismo perfil que si voy con un amigo montañero.
Con todo, lo más dañino de los parques no son los visitantes, sino sus límites. La naturaleza no tiene límites, pero nos empeñamos en dibujarlos en mapas. Hasta aquí es naturaleza, y hasta aquí no, ¿pensáis que un águila o un lince sabe leer mapas? No, es más inteligente que todo eso. Y eso me lleva a,

Las especies protegidas.

Dentro de los parque-zoos tenemos al Lince ibérico, al Águila Imperial, al Tritón pirenaico, etc… Muchos no los ven pero están ahí. Y son importantes porque…bueno, porque son muy bonitos ¿no? De todas formas, tampoco nos deberíamos preocupar mucho, todos sabemos que las especies se adaptan, ya lo dijo Darwin. Además, si no lo hacen tenemos estupendo programas de cría en cautividad. Si los machos no la saben meter, les damos viagra y listo.
Los grandes depredadores y otras especies en peligro, no hay que protegerlas porque sean bonitos y fotogénicos. Sino porque son piezas clave. De hecho, son como la clave de guía de un arco apuntado. Si desaparecen todo se irá a la mierda. Todo se descontrola. Esas especies son el control de la población. Sin ellas, conejos y ratones se multiplicarían por miles y acabarían con todas las plantas, muriendo ellos más tarde.
Hace tiempo se oyó comentar a un cargo político, que el Lince se debía adaptar a una nueva carretera que se iba a hacer en Doñana. Es una burrada que tiene su origen en la falta de conocimiento sobre cómo funciona la naturaleza y la evolución. Los genes y los cambios genéticos, no ocurren en una generación. De hecho, no sabemos bien cuando ocurren en una especie. Solo sabemos que cada miles o millones de años, algo ocurre en el entorno y algunos animales desaparecen y otros parecen surgir. Esto no ocurre instantáneamente, lleva varias generaciones. Una especia no se puede “adaptar” a una carretera o a una vía del tren. Llevaría millones de años que surgiera un animal que mirara a los dos lados antes de cruzar. Nosotros lo hacemos porque nuestros antepasados desarrollaron inteligencia, que no nosotros.
Por eso, cuando viajes en coche o en tren sería bueno que tuvieras presente que tener una red de carreteras y trenes como la que tenemos (o vamos a tener) está muy bien, pero tiene un impacto brutal en la naturaleza. Una carretera es un tajo en el paisaje que aisla a muchas especies. Un zorrillo puede cruzar, si hay suerte y no viene un coche a 100 Km/h (a pesar de la señal de 60 Km/h que avisaba al conductor de fauna salvaje y que le hubiera permitido frenar). Pero, ¿y un sapo, o una ranita, o un escarabajo?. Si no pasan, dejan de ser el alimento de especies del otro lado. Es así. Todo tiene un impacto, nos guste o no.
Por eso, además de reclamar una buena red de carreteras y trenes, todos tendríamos que reclamar, no una red de parques, sino unas autopistas de naturaleza. Deberíamos exigir que todos los animales pudieran moverse líbremente entre aquellos ecosistemas en los que viven. Las cañadas reales eran un buen ejemplo de estas autopistas, pero ahora ya no se usan o se usan para construir casas ilegales. Lo triste del caso, es que por una ínfima parte de lo que cuesta una carretera, se podrían conectar muchos entornos, y asegurar sin centros de reproducción asistida, la supervivencia de muchas especies. Si jugamos a ser dioses, seamos dioses para todos los seres vivos.

Para finalizar haré un repaso de las mal llamadas

Catástrofes Naturales

No hay catástrofes naturales, hay catástrofes humanas. El que un volcán entre en erupción no es una catástrofe, es un fenómeno natural. Nada más. La lava y las nubes de cenizas acabarán con muchas especies, pero darán paso a otras muchas. ¿Quién dice que las que vivían tenían más derecho que las que estaban por nacer? Todas estas preguntas no tienen sentido en la naturaleza, son preguntas del ser humano. Lo que convierte a cualquier fenómeno natural en catastrófico, no es la naturaleza o su intensidad, sino qué hace el ser humano para que tenga consecuencias catastróficas para sus intereses. Todos los años, en las rieras y ramblas de levante se ven coches arrastrados por las riadas. El agua lleva miles de años pasando por las ramblas, y los coches apenas tienen un siglo. ¿De quién es la culpa? Las inundaciones de pueblos. Durante muchos años, los pueblos se construían teniendo especial cuidado de hacerlo lejos de los cauces. Pero ahora, un terreno cerca del río, llano, es muy goloso para construir chalets. Luego, cuando hay crecidas, el río provocó una catástrofe. No, fuimos nosotros los que la provocamos al construir en un sitio así.

No podemos achacar a la naturaleza, nuestra falta de conocimiento sobre su funcionamiento. La naturaleza es caótica. No nos gusta, pero es así. Con suerte, podremos predecir algunos fenómenos, pero lo mejor que podemos hacer blindarnos contra sus consecuencias. Como en un ordenador, asegurar lo mejor posible nuestros datos y dejar de jugar a la ruleta rusa con ella. La tierra es una anciana de 4500 millones de años, no va a desaparecer por muchas agresiones que cometamos. Podremos llenarla de CO2 y ella dará tickets de supervivencia a los seres vivos que se apañen con el CO2. Nosotros desapareceremos y llegarán otros. Está en nuestra mano, hacer que nuestro paso por aquí, este auténtico regalo accidental, sea lo mejor posible. Disfrutemos de la naturaleza mientras podamos.

Hay muchas cuestiones que se han quedado por comentar y me gustaría conocer vuestras opiniones al respecto. Os espero en los comentarios.

Nuestros Ríos.

Un río es una corriente de agua que desemboca en el mar. Falso, al menos en muchos países. En España, un río es un cauce. Nada más. A veces lleva agua, y muchas otras veces no. En los propios Pirineos, donde llueve bastante, muchos ríos están secos durante el verano, pero eso no les quita el calificativo de río. De hecho, una de las características de los ríos en Pirineos (y en otras partes) es su estacionalidad. En verano, no vemos el agua, pero está ahí. Por debajo del cauce. Impregnando el subsuelo, y haciendo que un montón de especies vegetales vivan y crezcan en él. Algo que tenemos muy metido acerca de los ríos, es que tienen que ser cristalinos y de aguas claras. Falso. Los ríos son muchas cosas, y depende mucho de dónde nos encontremos para verlo de una forma u otra. Un río marrón, con sedimentos y no contamido, tiene mucho más valor, desde un punto de vista ambiental, que uno de alta montaña. En el primer caso, el río es maduro, tiene historia, ha pasado por muchos valles, y se ha ido llenando de vida, sedimentos y nutrientes. Cuando en Egipto se construyó la presa de Aswan, principalmente para generar electricidad y tratar de controlar la inundaciones, se perdió gran parte de la riqueza del Nilo. Las crecidas, llenas de sedimentos y nutrientes, servían como abono para la agricultura en sus márgenes. Una de las consecuencias fue que para mantener la agricualtura, se pasó a usar fertilizantes químicos que se compraban con la energía de la presa.
Un río cristalino es precioso de ver. Relajante, bonito, refrescante. Pero no hay que confundir lo estético con lo que tiene valor. Un río es un todo, con agua clara o sin ella, y con agua o sin ella. Precisamente, que nuestros ríos no tengan agua durante unos meses no los hace peores que otros. Al contrario, a diferencia de otros ríos que llevan agua todo el año, esta estacionalidad hace posible una mayor variedad de especies animales y vegetales. Los bichos adoptan formas y/o estrategias de resistencia a la falta de agua (esporas, huevos, se entierran) y algunas plantas solo crecen cuando no hay agua. Desde un punto de vista ambiental, un río que siempre lleva agua, puede ser más pobre que un río estacional. A veces la estética nos juega una mala pasada.

El Fuego.

Ese ogro que arrasa montes y al que hay que combatir a toda costa. Antes de continuar con el fuego una aclaración. Voy a hablar de fuegos naturales, los provocados por rayos, combustión expontánea, etc… no los hechos por indeseables que para recalificar varias hectáreas de monte. El fuego es tan natural y tan bueno o malo como el agua. Sin fuego no habría renovación de los ecosistemas (sobre todo los mediterráneos). En nuestra flora hay varias especies que están adaptadas para ¡propagar el fuego! Otras necesitan que el fuego para germinar (algunos pinos), y otras han generado su propia defensa (la corteza del alcornoque). El fuego lleva en la tierra millones de años, todos los seres vivos se han enfrentado a él de una forma u otra, y todos necesitan de él, a la larga para seguir existiendo. Es duro ver quemarse un monte, pero cada cierto tiempo tiene que ocurrir. Es algo natural. Sin embargo, queremos ver siempre todo verde. Nuestra propia naturaleza nos exige parajes verdes, porque sabemos que es fuente de vida. Cuando no estábamos hacinados en ciudades, un fuego se podía combatir y si no se ganaba la batalla, nos íbamos con los trastos a otra parte. Ahora no es posible. Por eso estamos tan pendientes del fuego. Y eso es malo. Al evitar constantemente que se queme el monte, y debido a la gran despoblación rural de los últimos 50 años, estamos creando el caldo de cultivo perfecto para el GRAN FUEGO. Algún año, vendrá un verano muy seco, más seco de lo habitual, habrá más tormentas, más viento, y sin necesidad de pirómanos, se quemará mucho monte. Por mucho que queremos “limpiar” el monte, abarcar todo es imposible. Nada puede sustituir a fuegos naturales. Muchas especies vegetales están esperando su momento. No entienden de paisajes calcinados, solo quieren propagarse. La cuestión es ¿qué hacer? Algo que ningún político o gestor será capaz de defender nunca. Quemar el monte forma controlada. Pero ¿cómo justificar que vas a quemar X hectáreas de un Parque Natural porque es necesario? ¿Os imagináis el escándalo? Bien, pues en algunos bosques ya lo están haciendo. Mientras tanto las especies pirófitas esperan su momento.

Los Parques Naturales.

Odio ese término. Parques. Un parque es un recinto acotado diseñado para jugar, pasear o tener un esparcimiento. Un ecosistema como Ordesa, no es un parque. Es la naturaleza real. El término parque destila por todos los lados cómo entendemos la naturaleza. Como algo nuestro, que podemos acotar a nuestro antojo para pasar el rato. De hecho, es así como lo entienden muchos de que los visitan. Lo siento, pero he visto cosas estos días que me han sacado de quicio. Me llama la atención que la gente guarde silencio en los templos o no tire las colillas en el altar de la catedral de Santiago de Compostela, pero vaya a Ordena y se fume un cigarro y deje su colilla (bien apagada eso si) en él. O por ejemplo, que haya carteles por todos los sitios diciendo que no se salga uno del camino y la gente se salte la valla para hacerse una fotito y comer justo debajo de la cascada de Arripas. “Bueno hombre, por uno o dos”. ¡¿Por uno o dos?! Miles. Si de cada 2000 que visitan un parque a diario, 2 ó 3 hacen este tipo de cosas, al cabo de un año, tenemos casi 1000 personas rompiendo plantas, arbustos y pequeños animales. Pero bueno, total, es un parque, para eso están ¿no? Para hacerse fotos. No es que defienda que no se visite la naturaleza, pero somos hordas de humanos y no se puede confiar en el respeto de los visitantes. En muchos parques naturales, se hacen encuestas y las rutas están abiertas o cerradas en función del tipo de visitante. Yo mismo, si voy con mi familia, no tengo el mismo perfil que si voy con un amigo montañero.
Con todo, lo más dañino de los parques no son los visitantes, sino sus límites. La naturaleza no tiene límites, pero nos empeñamos en dibujarlos en mapas. Hasta aquí es naturaleza, y hasta aquí no, ¿pensáis que un águila o un lince sabe leer mapas? No, es más inteligente que todo eso. Y eso me lleva a,

Las especies protegidas.

Dentro de los parque-zoos tenemos al Lince ibérico, al Águila Imperial, al Tritón pirenaico, etc… Muchos no los ven pero están ahí. Y son importantes porque…bueno, porque son muy bonitos ¿no? De todas formas, tampoco nos deberíamos preocupar mucho, todos sabemos que las especies se adaptan, ya lo dijo Darwin. Además, si no lo hacen tenemos estupendo programas de cría en cautividad. Si los machos no la saben meter, les damos viagra y listo.
Los grandes depredadores y otras especies en peligro, no hay que protegerlas porque sean bonitos y fotogénicos. Sino porque son piezas clave. De hecho, son como la clave de guía de un arco apuntado. Si desaparecen todo se irá a la mierda. Todo se descontrola. Esas especies son el control de la población. Sin ellas, conejos y ratones se multiplicarían por miles y acabarían con todas las plantas, muriendo ellos más tarde.
Hace tiempo se oyó comentar a un cargo político, que el Lince se debía adaptar a una nueva carretera que se iba a hacer en Doñana. Es una burrada que tiene su origen en la falta de conocimiento sobre cómo funciona la naturaleza y la evolución. Los genes y los cambios genéticos, no ocurren en una generación. De hecho, no sabemos bien cuando ocurren en una especie. Solo sabemos que cada miles o millones de años, algo ocurre en el entorno y algunos animales desaparecen y otros parecen surgir. Esto no ocurre instantáneamente, lleva varias generaciones. Una especia no se puede “adaptar” a una carretera o a una vía del tren. Llevaría millones de años que surgiera un animal que mirara a los dos lados antes de cruzar. Nosotros lo hacemos porque nuestros antepasados desarrollaron inteligencia, que no nosotros.
Por eso, cuando viajes en coche o en tren sería bueno que tuvieras presente que tener una red de carreteras y trenes como la que tenemos (o vamos a tener) está muy bien, pero tiene un impacto brutal en la naturaleza. Una carretera es un tajo en el paisaje que aisla a muchas especies. Un zorrillo puede cruzar, si hay suerte y no viene un coche a 100 Km/h (a pesar de la señal de 60 Km/h que avisaba al conductor de fauna salvaje y que le hubiera permitido frenar). Pero, ¿y un sapo, o una ranita, o un escarabajo?. Si no pasan, dejan de ser el alimento de especies del otro lado. Es así. Todo tiene un impacto, nos guste o no.
Por eso, además de reclamar una buena red de carreteras y trenes, todos tendríamos que reclamar, no una red de parques, sino unas autopistas de naturaleza. Deberíamos exigir que todos los animales pudieran moverse líbremente entre aquellos ecosistemas en los que viven. Las cañadas reales eran un buen ejemplo de estas autopistas, pero ahora ya no se usan o se usan para construir casas ilegales. Lo triste del caso, es que por una ínfima parte de lo que cuesta una carretera, se podrían conectar muchos entornos, y asegurar sin centros de reproducción asistida, la supervivencia de muchas especies. Si jugamos a ser dioses, seamos dioses para todos los seres vivos.

Para finalizar haré un repaso de las mal llamadas

Catástrofes Naturales

No hay catástrofes naturales, hay catástrofes humanas. El que un volcán entre en erupción no es una catástrofe, es un fenómeno natural. Nada más. La lava y las nubes de cenizas acabarán con muchas especies, pero darán paso a otras muchas. ¿Quién dice que las que vivían tenían más derecho que las que estaban por nacer? Todas estas preguntas no tienen sentido en la naturaleza, son preguntas del ser humano. Lo que convierte a cualquier fenómeno natural en catastrófico, no es la naturaleza o su intensidad, sino qué hace el ser humano para que tenga consecuencias catastróficas para sus intereses. Todos los años, en las rieras y ramblas de levante se ven coches arrastrados por las riadas. El agua lleva miles de años pasando por las ramblas, y los coches apenas tienen un siglo. ¿De quién es la culpa? Las inundaciones de pueblos. Durante muchos años, los pueblos se construían teniendo especial cuidado de hacerlo lejos de los cauces. Pero ahora, un terreno cerca del río, llano, es muy goloso para construir chalets. Luego, cuando hay crecidas, el río provocó una catástrofe. No, fuimos nosotros los que la provocamos al construir en un sitio así.

No podemos achacar a la naturaleza, nuestra falta de conocimiento sobre su funcionamiento. La naturaleza es caótica. No nos gusta, pero es así. Con suerte, podremos predecir algunos fenómenos, pero lo mejor que podemos hacer blindarnos contra sus consecuencias. Como en un ordenador, asegurar lo mejor posible nuestros datos y dejar de jugar a la ruleta rusa con ella. La tierra es una anciana de 4500 millones de años, no va a desaparecer por muchas agresiones que cometamos. Podremos llenarla de CO2 y ella dará tickets de supervivencia a los seres vivos que se apañen con el CO2. Nosotros desapareceremos y llegarán otros. Está en nuestra mano, hacer que nuestro paso por aquí, este auténtico regalo accidental, sea lo mejor posible. Disfrutemos de la naturaleza mientras podamos.

Hay muchas cuestiones que se han quedado por comentar y me gustaría conocer vuestras opiniones al respecto. Os espero en los comentarios.





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