Revista Cultura y Ocio

La niña sin nombre

Publicado el 14 marzo 2019 por Molinos @molinos1282
La niña sin nombreRosa siempre deja la bolsa en el mismo sitio, le gusta  mirarse en el espejo. Le gusta muchísimo. Se seca cada centímetro de su piel tan minuciosamente que, a veces, me quedo mirándola solo para añadir otra parte de mi cuerpo a la lista de partes de mi cuerpo que jamás me he secado: el espacio entre los dedos de las manos, detrás de las orejas, los pliegues de las axilas, los meñiques de los pies. Ni siquiera sé cómo se llaman los meñiques de los pies, ¿dedos pequeños? Después de secarse, se unta crema como si ella fuera un pastel y se estuviera recubriendo de cobertura azucarada. Una vez más no deja ni un solo resquicio sin cubrir. Y durante todo el proceso de secado y untado se mira al espejo. Me admira esa templanza, esa seguridad en sí misma, esa cantidad de tiempo para perder en el vestuario de la piscina a las nueve de la mañana. Nunca llego a tiempo de comprobar si en el proceso de desvestirse es igual de meticulosa, si se gusta igual según se va descubriendo. María llega casi al mismo tiempo que yo, usa gorro rosa, y ha sido la única que me ha preguntado porqué había estado tanto tiempo sin aparecer por allí. «Pensamos que te habías cambiado de turno»  Herminia está disgustada porque sus nietos ya no pasan tanto tiempo con ella. Su hijo Javi, el padre de los niños, por fin se ha organizado tras el divorcio y cada vez pasa más ratos con ellos así que ella está a la vez liberada e incómoda. No sabe cómo sentirse. «Ahora me sobra tiempo en las tardes». Rosa le comenta que hay que ver que responsable es Javi, que da gusto tratar con él. Mientras me pongo los calcetines descubro que Javi tiene un taller mecánico y que goza de la confianza de la Guardia Civil que llevan allí sus coches a reparar porque es «muy buen chaval». El ex suegro de Javi es Guardia Civil y así fue como él entró en tratos con el cuerpo. «Se siguen llevando bien». El padre de Javi se ha jubilado pero está un poco celoso de su hijo porque cuando va a visitar el taller, su taller, «le mandan a hacer recados». Al marido de Rosa, que ya está en bragas, sujetador, y botas contemplándose en el espejo, no le gusta nada, nada le emociona ni le interesa. «En todos los años que llevo con él, nunca le he visto feliz con nada». Maribel llega tarde, corriendo, ha tenido que llevar a su marido al Eroski y había atasco a la entrada del polígono «estaba haciendo pereza y al ver el atasco casi no vengo». Hacer pereza, me encanta la expresión por lo que tiene de incongruente.  Angustias y Feli comentan la clase de pintura, a Angustias no le gusta el profesor nuevo «No sé, no me gusta el tono, el enfoque, no sé si aguantaré aunque como lo he pagado. Pero me gustaba más Nazaré». Antonia pelea con el gorro «me aprieta tanto que me va a romper las cuatro ideas que me quedan». Todas se ríen. Me pongo los zapatos, cojo el abrigo, cierro la taquilla, me echo un vistazo en el espejo mientras paso por detrás de Rosa. «Adiós, niña. Que tengas buen día».
Soy la niña sin nombre.  

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