Revista Cultura y Ocio

La noche lo alivia todo con su manto

Por Calvodemora
Pequeña historia que se cuenta uno a poco de levantarseDebieran enseñarnos en la escuela a salir al día con un corazón nuevo, pero se empeñan en ofrecernos cuentos del porvenir, atlas de grandes promesas, viejos poemas de amor en tardes grises. Podemos vivir sin un corazón nuevo, pero cuesta. Persiste el amor a las palabras, persiste la luz que las ilumina y con la que nos acercamos a una idea difusa de dios: no el dios de la misa y de los rezos sino uno más íntimo todavía, uno sin oratoria, del que podamos hacer burla cuando estamos sobrios y al que abrazarnos en la vuelta a casa, después de fatigar las tabernas de la vida y bebernos el bendito líquido de los afectos. Y los días duelen lo que suelen y las noches confortan lo que saben. Junto con el amor, debiéramos buscar también la esperanza. Tampoco nos enseñan en la escuela a llevarla bajo el brazo o en la cabeza o en un verso suelto de una canción o incluso en la fiebre incansable de la tristeza.
Cosas que se dicen cuando uno se acuestaHay que medir las palabras y luego volverlas a medir, esmerarse en la medida y luego pensar en si lo hemos hecho a conciencia, sin que falte una brizna de empeño, sin dejar que nos distraigan las cosas ni nos aparte de ese afán ninguna frivolidad de las que sabemos. Entrar así en la noche, buscar con fiereza su cobijo, razonar el tráfago del día, ingresar muy limpio en la dulzura del sueño. Y la noche lo alivia todo con su manto.

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