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La Nueva Argentina: 1- #8N y la evolución de la protesta

Publicado el 13 noviembre 2012 por Plple @PLPLE

La Nueva Argentina: 1- #8N y la evolución de la protesta

Hoy comienzo una serie de posteos titulados “La Nueva Argentina”, que tratará sobre lo cambios sociales y políticos que estamos viendo hoy día en nuestro país. Será específicamente sobre mi visión (subjetiva) de lo que creo que ocurre, ideas variadas sobre el presente y el futuro, y mi interpretación de lo que sucede detrás de la aparente realidad que nos toca. Por supuesto, aunque haya mucha realidad, los escritos serán subjetivos, y como no soy dueño de la razón, puedo estar completamente equivocado al respecto. Ya tengo la idea de la realización de 3 posteos, pero puede que se vayan agregando más con el tiempo. Los que realice sobre política común o ideas generalizadas sociales que nada tienen que ver con el movimiento popular de estos días, seguirán siendo publicados por separado como hasta ahora.

Considero que hay cuatro pilares básicos en la historia de la queja en tiempos modernos, siendo uno más representativo que el otro, cada uno con más presión social que el anterior. En el 2001, con una masividad pequeña (muy atomizada y con grupos de izquierda violentos), se reclamó el famoso “que se vayan todos” (haciendo que se vaya uno solo y que el resto se prenda como garrapata al poder). En el 2008, se reclamó de forma dual (por un lado, los ruralistas afectados por la 125, y por el otro, gente común que vio un ataque severo en el discurso presidencial de Cristina Fernández), también con una movilización pequeña en Plaza de Mayo, y mucha atomización de repudio dentro de cada casa.

En el 13 de Septiembre del 2012 es cuando empezaron a cambiar, casi súbitamente, varios aspectos que marcarían la siguiente movilización. Por un lado, la convocatoria, si bien fue consensuada (yo sabía de la marcha casi una semana antes de hacerse), tuvo un aspecto mixto de preparación y espontaneidad. Por otro, la convocatoria se dio casi exclusivamente por las redes sociales (Twitter y Facebook, las más importantes), evitando los “canales tradicionales 1.0”. El motivo también fue disperso, pero uno entendía que era “contra el kirchnerismo”, que sobrados motivos nos había dado en cada una de sus áreas de acción; era una línea trazada en la arena con un simple “basta”. Se pidió también el no llevar banderas políticas de ningún tipo: el que convocaba era el Pueblo, y el Pueblo no tiene partido. Confieso que aunque le dí difusión a esa marcha, no sabía que tendría tanta convocatoria (ya se habían dado dos intentos anteriores con magros participantes), y hasta a mí me sorprendió el resultado. Ya desde el inicio se sumaron varias decenas de miles en todo el país, pero la televisación de partes pequeñas por un solo canal (justamente el archienemigo TN), enfervorizó al resto que también terminó sumándose por la afinidad de la protesta masiva. Eran muchos, no había banderas ni grupos violentos, no había mucho orden, todos en contra de las medidas kirchneristas. El cacerolazo fue un éxito. La reacción del Gobierno fue de sorpresa y falta de respuestas (Cristina canceló sus famosas cadenas nacionales y no se la vio por una semana), y no tuvo el reflejo suficiente como para reaccionar en tiempo y forma, demostrando no sólo la falta de preparación política, sino también el verdadero baldazo helado que le llegó de forma inesperada.

El pre-cacerolazo del 8 de Noviembre fue todavía mejor que el anterior. Se consensuó de la misma forma (por internet), pero se propagó hacia afuera, contagiando a gente que no suele manejarse en ese medio, y el boca a boca por fuera potenció el efecto. Viendo que el kirchnerismo se hacía el desentendido, se habló de llevar carteles con consignas bastante puntuales con los pedidos directos a realizar, y los cánticos agresivos que se dieron en la anterior, debían cesar o se dejarían al mínimo. Los medios y hasta la misma oposición política se encargó de mostrar su adhesión, y continuó con la cadena propagandística de esa marcha. Se lanzaron ideas sobre cómo tratar con los violentos o los que intentaran ensuciar el reclamo (muchas, consignas tomadas de las marchas españolas), y no se tuvo miedo de organizar y consensuar, cosa que en ninguna de las anteriores quejas se había dado. Se pidieron también contribuciones económicas para distintas cosas (por ejemplo, para globos aerostáticos o banderas grandes) entre usuarios de las redes, cosa no sólo vista por primera vez, sino también muy bien recibida. También por vez primera, se sabía que no se iba a cambiar nada en el país o la forma de trato del gobierno de forma basal, pero que el cacerolazo tendría un éxito rotundo. Y eso era todo lo que importaba.

La Nueva Argentina: 1- #8N y la evolución de la protesta

El kirchnerismo, sabiendo de todo eso, pasó de sordo a agresivo. Comenzó a atacar las consignas, puso en tela de juicio a los “intereses detrás de ese movimiento de ultraderecha”, se insultó el cacerolazo por no tener líderes visibles, se trató de imbéciles a cada uno de los asistentes por “ser malos con un gobierno benefactor o permitirse manejar por terribles grupos económicos/políticos”, se acusó al movimiento constitucional de ser un golpe de Estado encubierto. Se puso a todo el aparato mediático, propagandístico, y de empleados y militantes funcionales, a trabajar para quitar asistentes a como dé lugar, pero siempre con violencia y agresividad para con el Pueblo. Se contrató a una empresa de márketing para llevar adelante un “yo no voy” y dar de baja usuarios y páginas en redes que anunciaran la marcha. El 8N estaba en boca de todos, a favor o en contra, y cada vez que un “en contra” hablaba, se sumaban más adherentes por el “a favor” (cosa que debemos reconocerle al kirchnerismo). Se inundaron las ciudades con pintadas y carteles K, desde los que recordaban a un Néstor Kirchner “insoportablemete vivo”, hasta los amarillos una semana antes de la congregación, que pedían “no al golpe de Magnetto, Macri y Moyano”, intentando alertar sobre un golpe de Estado anticonstitucional que se daría en días nomás. Se enviaron mensajes alertando sobre grupos violentos que se apropiarían de las plazas y del Obelisco, tratando de desalentar la asistencia de familias completas. Parecieron recordar también derechos (como el de tránsito) que se violarían en ésta marcha (pero no en las varias miles que se dan por año y ellos aceptan). Se apuntó no sólo a los políticos opositores de turno, sino también a cada integrante del Pueblo a congregarse: es que al no tener líderes, no había blancos, y decidieron, así, llevar a cabo el ataque con todo aquel que no estuviese con ELLA. Hubo un momento de mareo táctico presidencial, que se dio 2 semanas antes del cacerolazo, en el que la bajada de línea pareció ser “todo es amor y podemos convencer al resto de nuestra paz con el universo”, pero fue tan rara y tan solapadamente falsa para quienes conocemos a Cristina Fernández y su equipo, que apenas 4 días después se retomaría el ataque ciego hacia cualquiera que se cruzara enfrente.

Pese a todas las maniobras oficialistas (con nuestro propio dinero), llegó el 8N. Entre 500.000 y 700.000 asistentes en el Obelisco y Plaza de Mayo, entre 1.500.000 y 2.000.000 argentinos estimados en todo el país, enormes convocados en puntos “no consensuados” previamente (por ejemplo, a 10 cuadras de Acoyte y Rivadavia, en Carabobo, había otro corte de calles con 1/3 de los convocados en el punto “consensuado”, que no fue contabilizado por nadie), incontables personas caceroleando en las puertas de sus casas, incesantes bocinazos, incontables fotos y videos que llegaban de todas las ciudades del interior del país, y miles que se reunían en el exterior del país frente a las embajadas argentinas para apoyar el reclamo que también les incumbía. Pese a la violencia armada por la prensa oficialista, a enviar noteros militantes recriminadores en vivo esperando algún golpe (de puño o de Estado, daba igual), a ladrones con armas blancas carcelarias (muy bien por Vatayón Militante y sus facas), y un equipo especial de funcionales que pareció hacer violentar a un reconocido grupo de derecha, la marcha (mal que les pese) se desarrolló en total paz y armonía. Más allá del reclamo, fue una fiesta en la que todos teníamos los mismos fines y empatía con el otro. Todos fuimos sin micros, todos llegamos y nos fuimos por nuestros propios medios, nadie nos pagó para asistir, nadie nos contabilizó para ver de qué facción militante éramos, ninguno nos dio argumentos para la asistencia, nadie se fijó si el de al lado era de derecha o de izquierda. Por segunda vez, fuimos todos argentinos hermanados, reclamando por un país ni siquiera de primera línea, sino uno donde, sencillamente, nuestros hijos y nietos puedan vivir. Un Pueblo unido por las fibras más básicas, contra el mal que amenaza con romperlas de un momento a otro.

Por supuesto, hubo grupos políticos opositores que intentaron capitalizar ese movimiento popular (en serio), aunque de formas disímiles. Ya de movida, el sólo dar difusión de una marcha popular o apoyarla, es colgarse de la masividad del cacerolazo. Recordemos que no fue como en el 13S: aquí, ya se sabía que el éxito estaba asegurado. Entonces, el intento de capitalizar “algo” de esa movida, está patente, aunque resta definir cuánto es lo que quita y cuánto le suma al movimiento ciudadano. En ese mismo sentido, hubo otros (como el PRO de Macri) que hasta gastaron recursos partidistas para apoyar la movida (con pintadas callejeras realizadas por militantes); y si bien es algo loable como medio propagandístico, es claro que también busca un rédito (y aunque a muchos les haya salido gratis, convengamos en que esas erogaciones se hacen de impuestos cobrados a todos en CABA). Todo el arco opositor completo intentó reflotarse partidariamente a través de esas medidas o con meros actos discursivos (como Pino Solanas. Binner, o Altamira, por ejemplo), intentando utilizar esa masividad popular con fines propios. Clarín también fue parte de ese uso político, al armar un spot especial diciendo que eran los únicos que habían pasado “eso que muchos podían pintar como cualquier cosa, pero que fue una queja contra el Gobierno”, tratando de formar alguna clase de defensa ante el 7 de Diciembre (7D), fecha en la que el kirchnerismo amenazó con quitarle casi todo. Pero creo que la que más usó (o intentó usar) al Pueblo, fue Patricia Bullrich con su “Unión Por Todos”, que repartía banderitas argentinas impresas con consignas y el nombre de su partido. ¿Qué parte de “apolítica” no entendió esta abusadora?

Como nota especial, creo que esas son las cosas que habría que discutir para la próxima marcha. ¿Qué sería abuso político o empresarial? ¿Cuáles serían los límites tolerables de inserción política en la marcha? ¿Es necesario el aporte publicitario o económico partidista, aunque sea del sector opositor y nos representen de alguna forma? ¿Si la marcha es congregada por algún partido o empresa, o en favor de algún sector político o empresario, habría que sumarse de todas formas, aunque tenga algo de representatividad? Si me preguntan a mí, diría que hay que conservar lo mismo que nos unió y nos fue sumando hasta ahora: sólo gente, congregada consensuadamente, sólo Pueblo asistente. No tenemos la opción de bloquear que publiciten los cacerolazos, pero sí de quitarle toda entidad a la política paralela, y el no tomar banderitas o carteles con consignas de partido alguno. Hay que ser claros al respecto.

La Nueva Argentina: 1- #8N y la evolución de la protesta

El Gobierno, por supuesto, redobló la apuesta. La Policía Federal (esos mismos que hace un tiempito pedían por los sueldos, sindicatos, y denunciaban que estaban siendo maltratados por el gobierno; los mismos también que abrían el tránsito el 13S con gente todavía en las calles) contó apenas 125.000 personas en CABA; pero el funcional Luis D´Elía (el mismo que golpeaba a manifestantes en el 2008) dijo que no llegaron ni a 40.000 y que era una verguenza (así y todo, superaría con creces los 3.500 militantes que hace semanas fueron a la conmemoración de la muerte de Néstor Kirchner). Los ataques se multiplicaron, y variaron desde “intento de golpe fallido”, pasando por “son un grupo de violenta ultraderecha”, por “no se entendió lo que se pedía”, hasta el “no nos vamos a dejar atemorizar por el odio”. La misma Presidente salió un día después, diciendo que había que recordar el 8N como “un día importantísimo para China”, en claro antiguiño hacia los caceroleros, y anunciando públicamente su desestimación de millón y medio de manifestantes a los que debe responderles. Tal como se había previsto, Cristina nada cambiaría. Sólo sirvió para demostrar que al Frente Para la Victoria lo enfada la gente que reclama por derechos inalienables para tal cantidad de argentinos, que pueden aglutinar integrantes de distintas ideologías, clases, partidos y vertientes en una misma marcha (cosa que ellos no pueden lograr… ni pagando).

Puede haber varias lecturas sobre la marcha, el después, las capitalizaciones, y lo que se busca más allá de lo visible (algunas serán tratadas en próximos posteos), pero cabe destacar que la marcha en sí fue un éxito rotundo. Se dice que la única movilización que convocó tanta cantidad de gente, fue la vuelta de Perón con 3.000.000 de personas. Pero yo disiento: esa vez fue por el exilio y la inmensa mayoría eran peronistas. Un Pueblo lleno de Pueblo en estas cantidades, me parece algo inédito para nuestra historia. Y se ha logrado. Luego pueden tratar de desmitificar y decir que somos 44 millones, que 12 millones votaron a Cristina y demás, pero no pueden dejar de olvidar que el argentino es un Pueblo que no suele moverse de sus sillones. Y menos si no hay dirigentes, dinero, o amenazas de por medio. La última movilización multitudinaria kirchnerista (en aquellos tiempos, con Moyano de su lado) no llegó a los 200.000 entre un estadio y las calles; gente que es partidista, paga, o que “tiene que ir sino los rajan”. Entre choripaneros, militantes de ley, personas a las que les gusta el partido o la Presidente porque sí, organizaciones afines y demás, nunca se movilizaron más de 400.000, ni siquiera con música y comida gratis en el lugar de reunión. El 8N, como mínimo, triplicamos esa cifra, sin beneficios colaterales o adicionales por la asistencia, con los ataques de todo un aparato gubernamental que tiene medios y recursos de sobra (que nos quitan a nosotros mismos, fíjense la ironía), con los intentos de atemorización y violencia kirchnerista, con un arco opositor que buscaba resquicios por doquier para sumar para su quintita, y con una congregación tan disímil como el arco iris. Y con el apoyo de mucha gente más gente que no pudo ir, o temió asistir, o no reclama de esa forma. ¿Si ese no es el Pueblo, el Pueblo dónde está?

La Nueva Argentina: 1- #8N y la evolución de la protesta

Fue un éxito, fue en paz, fue representativa, fue demostrativa, fue apolítica. Fuera de lo que pase a futuro, el presente es inmaculado, y la protesta tomó los mejores caminos evolutivos que se han podido ver en mucho tiempo. Pase lo que pase en el futuro, hoy, estoy muy orgulloso de todos y cada uno de ustedes. Hoy, como nunca, casi me siento parte representante de un País, con el pecho henchido por formar parte de los defensores de los valores y la historia del país, y haber marcado un hito que merece ser contado a la posteridad. Nadie fue más peón que el otro, ninguno fue más empresario que el resto, no hubo clases sociales, no existieron diferencias raciales ni ideológicas, no hubo división alguna en ningún sentido: todos juntos, en hermandad patriótica, defendiendo la República de punta a punta, en todos los confines del país. Cosa que no se siente (ni pasa) ni siquiera en las mismísimas elecciones, ¿vió?

PLPLE


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