Revista Deportes

La obstinación de clío

Publicado el 26 abril 2016 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

image   Clío, musa de la Historia

Hay una expresión, conocida por todos, que no es difícil escuchar o leer, a modo de latiguillo dialéctico, en las más variopintas situaciones: la Historia se repite.

La frase, afortunada desde su mismo origen, tiene más de científica de lo que pueda pensarse, teniendo en cuenta que se le atribuye al gran filósofo alemán Hegel.

Otro alemán (antes prusiano), Carlos Marx, elevó la frase de nivel años más tarde, añadiendo que esos hechos históricos que se reiteran, primero se presentan como tragedia y después como comedia.

La idea sugerida por Marx ya estaba presente en algunos escritos suyos anteriores en los que la historia se concibe como un proceso que, para consolidarse en la memoria de los hombres, debe tener una “replicación farsesca”, esto es, la doble humillación como mecanismo de aprendizaje.

Parece que Marx estaba escribiendo sobre fútbol sevillano.

En 1914 (vid. al margen la saga “Una regia sorpresa”), el cacique Rodríguez de la Borbolla, en plena efervescencia especulativa a la vista de los desembolsos públicos y privados previstos para la Exposición del 29, decidió aterrizar de sopetón en el mundo del fútbol para quedarse con él (futuro stadium y competiciones conmemorativas), aliándose con los balompédicos de Herbert Jones, pero encontrándose con la oposición frontal de Paco Alba y un insumiso Sevilla FC, tal y como consta en las actas oficiales de la entidad, la cual estuvo a punto de hacer desaparecer por no avenirse a sus propósitos.

De aquella agresión surgió un Sevilla poderoso, creador de la escuela sevillista, eterno campeón de Andalucía (18 campeonatos frente a 1 de Español de Cádiz, Recreativo de Huelva y Betis), cuya venganza en forma de títulos, gloria y fama deportiva cayó sobre sus rivales con todo el peso de su grandeza.

A finales de los años veinte y principios de los treinta del siglo pasado, ocupó la presidencia del Betis Balompié su primer mecenas económico, un tipo al que nunca le había interesado el fútbol y que se aburrió pronto, pero cuya soberbia y despecho fue hábilmente utilizada por singulares medradores verdiblancos (Cuéllar, Alfonseca) para arrimarlo a su causa. Se trataba de Ignacio Sánchez Mejías. A golpe de talonario, el torero firmó a importantes figuras que llevaron al Betis a subcampeonar en la Copa de 1931 y a ganar la Liga de 1935, viniéndose arriba como hacen casi siempre, creyéndose superiores, ignorando la historia pasada y despreciando el potencial de su rival.

La reacción sevillista, ya la conocen, Campeón de Copa profesional y amateur en el mismo 1935, campeón de Copa en 1939, subcampeón de Liga en 1940, 1943, 1951 y 1956, subcampeón de Copa en 1955, Campeón de Liga en 1946 y otra vez de Copa en 1948, clasificación para la 3ª edición de la Copa de Europa (1957) y construcción del gran estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Todo ello mientras en verdiblanco se recorría la mítica travesía de casi dos décadas por la segunda y la tercera división del fútbol español.

Ochenta años después, otro advenedizo del mundo del fútbol, más que mecenas, mesías, Manuel Ruiz de Lopera, Don Manué, con cuyo poder económico -eso que el mundo bético antes y después se jactaba de despreciar porque ellos son un sentimiento, pero que entonces estaba muy bien, al punto de que se hacían chistes simpatiquísimos como el de los loperonis (moneda que sustituiría a la peseta y el euro en el futuro) para refregárselos en la cara a un sevillismo en horas bajas-, quiso también hacer que desapareciera el Sevilla FC, pretendió que la LFP lo llevase a Segunda División B (recuerden la escena de la votación sobre la liga de 22 en agosto del 95) y compraba partidos para que los sevillistas no ascendieran.

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Como en el 31, los de Heliópolis subcampeonaron en la Copa de 1997 y como en el 35, ganaron un título, la Copa de 2005. Y al igual que en ocasiones precedentes, se vinieron arriba, se cachondearon, sin el más mínimo respeto ni sentido de la historia, del Sevilla FC, se olvidaron de todo el pasado, lo anularon sin más. La Copa del Rey, gracias a sus dos títulos bajo ese nombre (que no competición), era el trofeo más importante del universo, y las celebraciones se destinaban a pitorrearse del vecino, en lugar de disfrutar de su victoria. Er gó de Dani ar Chersi era lo más de lo más.

El colmo de la ordinariez y el mal gusto, el estilo procedente de profesionales y directivos, jaleado por unanimidad en la grada y en la calle, se resume en esta profunda y clarividente reflexión de uno de sus grandes ídolos.

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La venganza sevillista, el karma, fiel a su leyenda, no se hizo esperar: Campeón de la UEFA UEL 2006, 2007, 2014 y 2015, y semifinalista, de momento, para 2016, Campeón de la Supercopa de Europa en 2006 y subcampeón en 2007, 2014 y 2015, Campeón de la Copa del Rey (que desde entonces dejó de ser el trofeo más importante del mundo mundial) en 2007 y 2010, y de momento, finalista de la edición de 2016, Supercampeón de España en 2007 y finalista de esta competición en 2010, mejor equipo del mundo en 2006 y 2007, múltiples presencias en semifinales, Champions League, etc. y reconocimientos de toda índole. Hablando en el campo de juego, no en los periódicos, la radio, la barra de un bar o las redes sociales. Escribiendo la historia con hechos, no con fantasías.

Siguiendo a Hegel, parece que los paralelismos de la Historia se mantienen, que Clío sigue siendo mujer caprichosa, y uno de los ámbitos donde las ideas y las conductas más se repiten es el de las excusas, justificaciones e inventos para paliar el insoportable dolor de la insultante superioridad sevillista que, no es de ahora, no, sino de siempre.

¿Repasamos algunos?

-“Lo importante en un club de fútbol no son los títulos ni los resultados de las competiciones deportivas sino la afición”.

Este argumento, lo mismo vale para los partidos contra el Utrera y el Iliturgi de tercera división con 30 béticos en las listas que para presumir de un número infinitesimal de socios que lo único que tienen de tales, al menos muchos de ellos, es el continente (la palabra usada para definirlos) y no el contenido (precio y derechos que atribuye a su titular).

El Sevilla convocó en 1995 la mayor manifestación no política de la historia de la ciudad en menos de 24 horas, en pleno mes de agosto, con la ciudad vacía por las vacaciones, sin redes sociales ni apoyo político. Pero antes de 2006 no había sevillistas.

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En 2007 se produjo el mayor desplazamiento de aficionados de fútbol de España (y posiblemente de toda Europa) con casi 90.000 sevillistas en Madrid, muchísimos de ellos sin entradas, con ocasión de la final de la Copa que se le ganaría al Getafe. Pero eso no cuenta.

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Como tampoco cuentan los sevillistas que históricamente se hincharon a poner dinero en el club sin esperar a recuperarlo, ángeles de la guardia para situaciones de crisis, la construcción de sus estadios o incluso para fichar a futbolistas y otras muchas ocasiones.

No. Lo que vale es una conversación de miarmas verdes hasta arriba de gintonics arreglando el mundo a golpe de frases vacuas –“¡ole qué arte!”- sobre lo grande que es la afición bética o citando la poesía valdanista de Alberto García Reyes o cualquier otro chupatintas similar, que creen gozar del monopolio de los sentimientos y la bonhomía universal con la doble moral de localizar con microscopio la paja del ojo ajeno sin querer ver la viga en el propio. Pintureros de las letras que venden la moto de que las cosas se arreglan y el mundo se mueve a impulsos de pregón sensiblero en lugar de arrimando el hombro con inteligencia y sacrificio. Pura estafa.

-“Los títulos sevillistas son de competiciones menores, no tienen importancia, no demuestran mérito alguno y se deben a sus poderes mafiosos ante la RFEF, LFP, UEFA y FIFA, de lo contrario, no habrían ganado nada”.

Como se ve, el mismo argumento que el antiguo (y demostradamente destrozado ardid) relativo a un Sevilla de los 40 y 50 que, supuestamente, lo ganaba todo por ser un equipo franquista.

No cuenta que Sanjurjo, Queipo de Llano, Coca de la Piñera, Cuesta Monereo, Bohórquez Vecina, Del Castillo, Alarcón de la Lastra, Sanchez Laulhé, etc. fueran socios del Betis, amigos de Moscardó y de Franco, y estuvieran algunos de ellos en sus filas y puestos directivos hasta los años setenta.

El malo era Sánchez Pizjuán, pese a que altos jerarcas franquistas amenazaban con fusilarlo por sus ideas anti-régimen.

-“El Betis no levanta cabeza por una (supuesta) mano negra sevillista”, que por ejemplo, hace que no puedan ganar derbis por designar a árbitros como Velasco Carballo, que los odia profundamente en la intimidad, pese a ser los más simpáticos y buena gente que se pueda ser sin excepción, y además lo saben de buena tinta. No es por su impericia.

Es más, al otrora venerado Don Manué andan buscándole algún antecedente genético sevillista que explicaría sus desmanes, aunque su gestión, hasta el 10 de mayo de 2006, era una muestra en bronce macizo (literal) de beticismo de ley.

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Del “Don Manué en estado puro”, y el “hola hola Don Manué” pasamos sin el más mínimo sonrojo a la confabulación judeomasónicasevillistantibética que hace que el club bético no esté “a la altura de la afición”, frase fetiche posmoderna donde las haya.

-“Antes del 2006 el Sevilla no era nadie, y el Betis era superior”. Paradójicamente lo defienden los mismos que afirman que los resultados deportivos no son relevantes, sino una pretendida superioridad inmensurable de su afición y su sentimiento.

Antes de la guerra civil, el Betis era fenomenal, y el Sevilla un mojón. Se ve que las 18 Copas de Andalucía las ganó un fantasma, y que las Copas de España de 1935 nos las dio Franco en lugar de Niceto Alcalá Zamora. Ah no, que se llamaban Copa Presidente de la República, me cachis.

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Distancias abismales en temporadas en 1ª, puntos obtenidos, goles, partidos, títulos, internacionales, cantera, patrimonio, dignidad … Eso tampoco cuenta.

Y así podríamos seguir ad infinitum.

Imaginamos que a estas alturas nuestro lector inteligente habrá pillado ya la moraleja. Al igual que ahora, por corresponder a nuestro tiempo, sabemos que todos los pretextos y excusas que arguyen para no asumir la cruda realidad son falsos y que ya no pueden engañarnos, esos mismos pretextos, casi calcados, creados por ellos históricamente para situaciones análogas y con el mismo fin, evidentemente, y por las mismas razones que los de ahora, también eran falsos e inventados.

La Historia les retrata sin remedio y hay que compadecerlos. Clío es despiadada.

Históricamente, por identidad de razón, el periodo 2006-2016 (de momento) que venimos viviendo es perfectamente comparable a aquel otro de los años 40 y 50, con el Sevilla en lo alto del fútbol español y el Real Betis en segunda y tercera división, aunque tremendamente más duro, difícil y amargo. Muchos béticos de aquel tiempo asumieron dignamente su abismal inferioridad, sin dormirse en los laureles del victimismo, y debemos alabarlos porque con ello permitieron que su club sobreviviera y que su regreso a Primera división, con victoria incluida en un Sánchez Pizjuán de estreno, fuese el mayor hito de toda su trayectoria. Sin embargo, los béticos de hoy, al menos su inmensa mayoría, empezando por sus directivos y su nuevo presidente, por ahora, están muy lejos de aquella dignidad, y de momento, sólo se caracterizan por una bilis irreprimible.

La Historia se repite, y en este caso, casi literalmente.

Eso sí, ya no es una tragedia, como nos decía Marx, sino una comedia.

A divertirse.


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