Revista Pareja

La pareja controladora

Por Cristina Lago @CrisMalago

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Quiere saber adónde vas, de dónde vienes, con quién hablas. Necesita que vistas de una determinada manera, o que adelgaces, o que engordes, o que tengas unas determinadas aficiones y no otras. Es especialista en ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. ¿Estás con una pareja controladora? 

La pareja controladora no pide, exige. No negocia, chantajea. No sugiere, ordena. Su mensaje indirecto es: tú debes hacer esto para que yo esté bien. 

Para la pareja controladora, no hay un momento de reposo. Todo debe ser supervisado, gestionado, atajado, asegurado y contenido. Rara vez se contenta con tus acciones; le angustiará no poder intervenir igualmente en tus pensamientos.  Hace suyas las palabras del poema de Pablo Neruda cuando andas o reposas, cuando cantas o duermes, cuando sufres o sueñas, siempre,cuando estás cerca o lejos, siempre, eres mía. ¡Qué agobio!.

La pareja controladora puede entender que tú seas una persona libre y autónoma. El problema no es que no lo entienda (desde su cabeza). El problema es que sus emociones y sentimientos, que es lo único que no consigue controlar, le dicen lo contrario. Esto es: si no ejerzo el control sobre mi compañero/a, sucederá algo horrible. 

¿A qué teme la pareja controladora? Parece evidente que su miedo tiene que ver con el abandono del otro, su propia orfandad emocional. Pero, sólo es la fachada. Debajo de ello, el verdadero terror es a su propia autonomía emocional. Si el otro no es libre, yo tampoco tendré que serlo. 

Al principio, ese afán de controlar puede ser confundido como una forma de amar tan halagadora como melodramática. No en vano hemos crecido con multitud de referencias cinematográficas o literarias que promulgan el tú me perteneces como el mayor de los paroxismos románticos. En la cruda realidad, el amor sano se fundamenta en la libertad y no en el sentido de la propiedad.

La pareja controladora puede parecer la panacea a todas aquellos quienes que se sintieron desubicadas y que alguna vez desearon ser parte de algo o de alguien. Pero a medida que se van capitalizando los pensamientos, los sentimientos, las actitudes y las decisiones, esa posesión que en un principio parecía arrebatadora y pasional, acaba por resultar asfixiante.

¿Tienes una relación con una persona que te controla?

Sé honesto/a. ¿Cuántas veces te quejas de no poder hacer tal cosa o tal otra porque a tu pareja no le gusta o no te deja?

Independientemente de los miedos y los problemas internos que lleven a tu compañero/a a necesitar controlarte, si has abandonado amigos, aficiones, actividades y vida propia por sus exigencias, es tu responsabilidad y decisión haberlo hecho: nunca la de la otra persona.

Comprende que tu pareja se guía por lo que siente y cree, pero que esto no incluye que tú tengas que guiarte también por sus referencias, ni mucho menos esclavizarte por sus neuras, sean las que sean.

Una parcela de independencia y autodeterminación es esencial para que una relación sea sana y pueda prosperar resultando positiva y enriquecedora para ambos. Si has aparcado todo para tener a tu controlador/a contento y ahora estás acusando la falta de libertad, recuerda que no eres un niño pequeño al arbitrio de las órdenes de un adulto.

Eres una persona libre y autónoma con poder de elegir. Si sientes que no tienes esa capacidad y que estás atrapado/a, piensa que  tu pareja tampoco es capaz de elegir no sentir el ansia de controlarte. Sois dos prisioneros en la cárcel de un amor disfuncional que os impide crecer.

Si estás decidido/a a intentar mejorar y cambiar la relación, empieza por hacer lo que nunca has hecho antes. Pon límites.

¿Quieres quedar con un amigo? Pues queda. ¿Quieres hacer un deporte? Pues hazlo. ¿Te apetece desconectar una tarde y quedarte viendo la última temporada de Breaking Bad? Pues desconecta.

¿Esto desencadena un sinfín de reproches y discusiones? No entres en ese juego. Si la otra persona no es capaz de dialogar de forma razonada y adulta, proponle aplazar la conversación hasta que se tranquilice.

¿Sientes que te están anulando? No te equivoques. Quien se está anulando eres tú.

La necesidad de control, los celos y la posesión son características de personalidades inmaduras. Pero el vivir en función de la necesidad de control, los celos y la posesión de otra persona, también lo son.

El complejo de culpa es habitual en estos casos. ¿Cómo voy a dejar a fulano o a mengana? Le voy a destrozar, no puede vivir sin mí. ¿Es que antes de conocerte no vivía?

No está en tu mano que el otro cambie o evolucione. Pero sí está en tu mano cambiar y evolucionar tú.

¿Decides o sigues dejando que decidan por ti?


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