Revista Arte

La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.

Por Artepoesia
La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.
La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.
La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.
La Pasión inevitable; como si fuera una profecía autocumplida, estéril o subyugante.
El sociólogo estadounidense Robert K.Merton (1910-2003), en sus estudios sobre el comportamiento humano, llegó a crear el concepto de Profecía autocumplida. Ésta la definía como una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. Basado a su vez en el teorema de Thomas que dice: Si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales.
Según el escritor romano Ovidio, Pigmalión fue un escultor griego que no consiguió encontrar la belleza en mujer alguna que le arrebatara inevitablemente. Entonces decidió esculpir y esculpir sin parar hasta crear el modelo perfecto que él entendía como imposible. En una ocasión, sintió que su obra era diferente, tenía un brillo y una textura desacostumbradas en una piedra. Así que la tocó y le pareció que estaba caliente. Volvió a tocarla, y comprobó entonces que lo que tocaba era un cuerpo sensible. Luego, la diosa Afrodita, conmovida, le dijo: mereces la dicha, una dicha que tú mismo has creado
En Psicología se entiende como efecto pigmalión al suceso por el que una persona consigue lo que  se proponía previamente a causa de la creencia de que puede conseguirlo. Es el arrebato que surge, también, cuando un ser, seducido irremediablemente, acaba persuadido de que lo que siente le lleva rendido a la pasión. Ésta tiene un objetivo -lo amado- que, además, retroalimenta aún más esa sensación de meta necesitada. Así se produce el deseo pasional, que desborda, subyuga y desorienta. Finalmente, desaparece en una completa transformación, la cual ésta puede ser, a su vez,  productiva o estéril.
La fotógrafa y artista francesa Dora Maar (1907-1997) conoció una tarde parisina de 1936 al genial Picasso. Al parecer la vió en un café, sola, sentada a una mesa, distraída y jugando, peligrosamente, entre los dedos de su mano con una pérfida afilada navaja. Al no acertar siempre sus manos, enguantadas, quedaron manchadas así de sangre. El pintor, impulsado y seducido, le pidió a Dora el guante ensangrentado. Ambos vivieron una atormentada, dolorosa y enloquecedora pasión descarnada. 
Para que el Minotauro mitológico fuera enternecido, la joven y bella Europa tuvo que predecir que lo que veía no era un monstruo. De ese modo se subió en el lomo de la bestia y ésta, queriéndola sólo para él, se la llevó lejos. Así se cuenta el relato del rapto de Europa. Así, la seducción pasional, obedece además a dos engaños autocumplidos; uno el del ser impulsivo y arrogante, que cree que lo que necesita es lo que seduce, otro, el del ser seducido y curioso, que cree que lo que siente es lo único que existe, lo único, también, que seguirá ahí después del satisfecho deseo.
(Cuadro del pintor francés Jean-Léon Gèrôme, Pigmalión y Galatea, 1890;  Óleo de Edward Burne Jones, La seducción de Merlín, 1874; Cuadro del pintor actual mexicano Eduardo Urbano Merino, 1975, La Pasión; Óleo de Dalí, Personaje subiendo una escalera, 1967; Cuadro de Tiziano, El Rapto de Europa, 1560, Museo Stewart Gardner, Boston, EEUU; Fotografía de Dora Maar, Autorretrato, 1936; Cuadro de Picasso, Dora y el Minotauro, 1936; 

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