Revista Jurídico

La paz en la era de los buñuelos

Por Pachobermudez @fbermudezg

Sí, efectivamente he decidido apoyar el plebiscito por la paz de Colombia este 2 de octubre. Mi voto será  afirmativo. Tengo que decir que la decisión no ha sido fácil, los argumentos a favor y en contra tienen razones de peso; pero, no creo que los del “SÍ” sean castro-chavistas, y tampoco creo que los del “NO” sean amigos de la guerra. La actual coyuntura colombiana requiere una actitud valerosa; el futuro es incierto, no sabemos qué vaya a pasar con la implementación del acuerdo entre el Gobierno y las Farc, ni idea, habría que tener una bola de cristal para saberlo, sin embargo, lo que sí conocemos de sobra los colombianos es el pasado: Guerra y más guerra. Es verdad, muchos de los puntos acordados entre el Gobierno y las Farc en esas 297 páginas son preocupantes, escalofriantes, dramáticos. Pero, lo que sí sabemos es que 6.500 hombres que conforman la guerrilla más vieja de América Latina van a dejar de matar, de robar, de secuestrar, de violar los derechos humanos; ese es el bálsamo de todo este asunto. 6.500 personas que antes delinquían se van a incorporar a la vida civil, a la vida legal, y eso lo paga todo. La decisión del 2 de octubre no es fácil, es cierto; los del “SÍ” queremos que Colombia entre en una nueva etapa, en un nuevo comienzo, en una nueva era. Los del “NO” quieren que todo siga como está: bala y más bala, ¡para perseguir a los terroristas de las Far(sic)! En la facultad de Jurisprudencia me enseñaron que la justicia y la paz son valores que debe defender el derecho. Y que el derecho se inventó para lograr una convivencia pacífica entre las personas; cuando hay impunidad, no hay justicia, y cuando no hay justicia no hay paz. Eso lo sabemos de sobra los abogados, empero –como yo le digo a mis alumnos- el derecho no es matemático pero sí es lógico. En el mundo de las ciencias sociales uno más uno no es dos. Las Farc son todo un ejército de hombres armados que no lograron ser derrotados por el Estado, y a su turno, la institucionalidad colombiana no logró ser tomada por las Farc. Nadie ganó, ni ellos ni nosotros. Por lo tanto, seguir “echando bala” es tonto, estúpido, absurdo. Los acuerdos tienen puntos muy cuestionables, obviamente, ¿pero es que qué negociación es completamente satisfactoria para las dos partes? Ninguna, en una negociación las dos partes pierden, y ambas ganan. Doblegar a las Farc por la fuerza, llevar a los jefes a la justicia ordinaria, requeriría de por lo menos otros cinco años, y de por lo menos otros 100 billones de pesos más. Esa plata, los 100 billones, a contrario sensu, se podrían invertir en otras actividades no bélicas y más constructivas como la educación, la salud, la vivienda, el saneamiento ambiental, la construcción de acueductos y de vías, en fin, se podría utilizar esa plata para la vida y no para la muerte. Lo he pensado mucho, les confieso, mi formación jurídica me impide estar totalmente de acuerdo con eso que se firmó en La Habana entre el Gobierno y las Farc, pero, mi condición de ser humano me impide ser indiferente ante el drama humano de nuestros campesinos que son los que más han sufrido la guerra, o de nuestros soldados que han quedado lisiados o heridos en esta confrontación que algunos quieren que sea “sin fin”. Todo esto lo he pensado comiendo buñuelo, con Coca-Cola, obviamente, como debe ser. Y son los buñuelos –una comida típica colombiana- los que me hacen pensar y desear una mejor suerte para Colombia. Nuestro país está rico en recursos naturales, en gente de todas las razas, de todas las idiosincrasias, en climas, en animales. Nuestro país merece que 6.500 personas que antes se despertaban a “echar bala” todos los días se despierten ahora a trabajar en actividades legales, constructivas. Hago una oración por la paz, la que hacía san Francisco de Asís, le pido a Dios que  nos ayude, que nos ilumine para seguir caminando hacia un rumbo mejor, para que este país –Colombia- definitivamente entre en el sendero del desarrollo, del progreso y de la convivencia pacífica.

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