Revista Arte

La Pérdida de un Reino creó una cultura, una lucha, un carácter, y el destino de un pueblo.

Por Artepoesia
La Pérdida de un Reino creó una cultura, una lucha, un carácter, y el destino de un pueblo.
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Cuando los árabes se expandieron por el norte de África en los finales del siglo VII, consiguieron llegar hasta Túnez y Marruecos. En el verano del año 710 un general bereber, Tariq ibn Ziyad, al servicio del gobernador árabe de Túnez, envió a su fiel subordinado Tarif  ibn Malluk a cruzar el estrecho -al menos unos 14 kilómetros- de agua que separaba Europa de África. Al parecer, un mercader y funcionario del reino visigodo de Hispania, Yulian, que residía en Tánger, contribuyó a facilitarles barcos, lugares y medios. Quería que sus nuevos aliados pudieran ver por sí mismos lo fácil que era llegar al otro lado, conseguir entrar en las ciudades y observar las pocas y nulas defensas militares de Hispania. Alcanzó Tarif ibn Malluk una pequeña isla frente a la entonces población que hoy lleva su nombre, Tarifa. Se maravilló tanto que regresó pronto para contarle a Tariq ibn Ziyad, su jefe, las inexistentes dificultades de pasar al otro lado, y conseguir así conquistarlo. Éste se lo acabó relatando al gobernador árabe, Musa-ben-Nusayr, que, a su vez, se lo transmitió al Califa entonces de todos los creyentes en Damasco, Al-Walid. Es así como, a pesar de lo arriesgado por lo poco entonces consolidado del imperio islámico en el norte africano, el Califa terminó aprobando, justo casi un año después, la expedición invasora de cruzar el estrecho.
Al comprender el rey visigodo de Hispania, Rodrigo I, que la invasión musulmana era más importante de lo que parecía, marchó rápido hacia el sur reclutando nobles, soldados y mercenarios. Las tropas bereberes, judías y árabes, habían llegado al gran monte de Calpe, enorme peñasco visible desde todas las orillas del estrecho. Allí, en abril del 711, Tariq ibn Ziyad hizo suya la península elevada, montaña que acabaría llevando su nombre, Monte Tariq, Gibraltar. Mientras, se desplazaba Don Rodrigo hacia ese lugar con unas tropas de alrededor de 40000 hombres. Los árabes invasores sumaban casi unos 25000, y se disponían a dirigirse a la Híspalis visigoda, camino hacia el norte. Justo se encontraron los dos ejércitos a unos 100 kilómetros de Gibraltar, cerca de la actual población de Arcos de la Frontera
Ahí, a finales de julio del 711, en la conocida Batalla del río Guadalete, el rey Rodrigo terminó perdiendo un reino y la vida; gracias sobre todo porque casi una cuarta parte de sus hombres acabaron traicionándolo pasándose al enemigo. Los intereses de otros nobles visigodos, decididos a sustituir a Rodrigo, ingenuos además, no vieron la estrategia musulmana en la colaboración aparente que con éstos habían aquéllos pactado meses antes. Pero, diez años casi más tarde, una parte de ese pueblo arrasado, que se había refugiado en las altas y difíciles montañas del norte de Hispania, lanzó un grito de lucha y de pasión. Convirtiendo entonces una alocada y desproporcionada  -los árabes habían ya alcanzado a conquistar toda la península ibérica, salvo estos reductos norteños-  reconquista en una de las gestas épicas más originales, largas y desarrolladas de toda la historia de la Humanidad.  
Una cultura y una búsqueda de identidad, de reino único; de tesón, entrega, sentido, lucha y carácter surgió de la vocación de aquellos hombres  -herederos del reino visigodo de Toledo-, de alcanzar a crear su propio estado, su mundo y sus vidas. Así se fraguaron los reinos de León, de Pamplona, de Aragón, de Castilla. Pero, durante casi 800 años, se sucedieron hombres y mujeres que entregaban a sus hijos y descendientes una permanente dádiva sagrada: reconquistar todo lo que una vez llegó a ser su solar. Para ello crearon, de nuevo, otra vez, ciudades, iglesias, murallas, puentes, todo, con su propio Arte, el de entonces y el nuevo que sobrevenía, ahora, de la mezcolanza de ideas, de artistas, de estilos, de experiencias y de ilusión. Así, por ejemplo, en León, cerca de la población de Grafedes, en lo que acabaría siendo la Ruta medieval más importante de Europa, el Camino de Santiago, se construyó en el año 913 el Monasterio de San Miguel de Escalada. Para hacerlo llegaron del sur arabizado unos monjes cristianos que habían asimilado ya parte de las innovaciones arquitectónicas orientales. Estos mozárabes -cristianos que habían residido o residían en la zona musulmana-  utilizaron además restos abandonados de columnas romanas, lápidas antiguas para el paramento, y su diseño mozárabe propio, caracterizado además por los arcos de herradura que tanto abundaban en el Al Ándalus conquistador. 
De este modo surgieron, también, unas extraordinarias construcciones en el ámbito del territorio reconquistado a los árabes, basadas éstas tanto en sus antiguos elementos visigodos, prerrománicos, como en los nuevos románicos, todo ello diseñado y modelado con la particular y decorativa tendencia mozárabe.  Otra muestra genial de esta cultura sobrevenida en el itinerario reconquistador, fue la iglesia románica de San Baudelio de Berlanga, en la actual provincia de Soria. Este pequeño templo cristiano tiene en su centro un gran pilar que, como tronco de una sagrada palmera, vierte sus nervios hacia todas sus esquinas. Disponía, también sus paredes, de unas pinturas, unos frescos con un estilo muy particular, prerrománico, lo que, entonces, lo convertía en un verdadero museo de obras maestras de aquel tipo de Arte. Sucedió que, a principios del siglo XX, unos mediadores en Arte, representando intereses norteamericanos, consiguieron comprar estas extraordinarias pinturas encastradas en la pared. Los propietarios particulares se lo vendían sin problemas, y el Estado español de entonces, 1925, no puso ningún reparo en la transacción. 
Años después, en 1957, el Estado español quiso recuperarlas. Pero, a los americanos ahora había que darles algo a cambio para que esos maravillosos frescos pudieran ser expuestos en el museo madrileño del Prado. Existía una derruída y abandonada ermita románica en tierras de Segovia; existían dos realmente, quizás por esto tampoco dolió mucho a las conciencias que participaron. Los representantes del Metropolitan de Nueva York -nuevos dueños de los frescos- no pusieron ninguna pega a que, a cambio de los frescos de San Baudelio, ellos se llevarían, piedra a piedra, el ábside de la ermita de San Martín de Fuentidueña, en Segovia. Así se hizo. Una por una fueron desmantelando las piedras medievales del ábside románico y transportándolas a Nueva York. Allí, en una construcción improvisada y mezclada, el museo americano instaló las piedras segovianas en unas galerías a las que denominaban ya Los Claustros, tal vez porque disponían ya, además, de cuatro claustros franceses. Original establecimiento artístico-turístico éste para llevar parte de una cultura milenaria a sus curiosos y ávidos clientes neoyorquinos.  
Y, por fin, después de haber incluso tenido hijos díscolos los herederos de aquel Don Rodrigo, incluso de haberse peleado entre ellos, de haber perdido batallas, de haber escrito en lenguas diferentes las mismas historias, de haber creado una cultura, un estilo, una tendencia y un Arte, después de todo ello, y de los años, el sueño de terminar de recuperar aquel reino perdido había acabado ya en el año 1492. En ese mismo año, justo meses después, esos mismos hombres, descendientes de esa raza trastornada por la frontera, por el espíritu de la frontera, por la lucha, por la repoblación, por la mezcla y por la vida, consiguieron otro motivo para seguir viviendo así. Quizá sea por ello que pudieron conseguirlo. Así fue como mantuvieron su pasión, aquella pasión que creyeron perder un verano del 711, pero que sólo acabó siendo una anécdota histórica más en el grandioso y poderoso destino que se forjaron.
(Cuadro Don Rodrigo cabalgando un caballo blanco en la batalla del Guadalete, 1858, del pintor español Marcelino de Unceta y López; Fotografía del Peñon de Gibraltar, visto desde España; Grabado con la imagen del general bereber al servicio del Islam, Tariq Ibn Ziyad; Fotografía actual de la zona donde pudo haber sido la histórica batalla del Guadalete, Laguna de Bornos, cerca de Arcos de la Frontera, Cádiz; Fotografía del Monasterio de San Miguel de Escalada, León, estilo románico y mozárabe, siglo X;  Frescos de la Iglesia de San Baudelio, Casillas de Berlanga, Soria: El elefante cargando un Castillo, el oso, el cazador, siglo X, prerrománico y románico, actualmente en el Museo del Prado, Madrid; Fotografía del interior de San Baudelio, actualidad; Fotografía del exterior -restaurado- de la iglesia de San Baudelio, Soria; Fotografía de las ruinas de la iglesia románica de San Martín, Fuentidueña, Segovia, con los andamios cubriendo el ábside para desmontarlo, años cincuenta; Fotografía actual de las ruinas de San Martín, Segovia; Fotografía del ábside de San Martín montado y restaurado, Los Claustros, Museo Metropolitan de Arte, Nueva York; Fotografía de Los Claustros, Museo Metropolitan de Arte, Nueva York.)

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