Revista Educación

La persona más honesta

Por Siempreenmedio @Siempreblog

“No creo que haya una persona más honesta en la vida”.

Esto no lo digo yo. Ni lo han dicho de mí (ojalá lo diga alguien antes de que me muera y al menos dos o tres personas después). Esto lo ha dicho Vicente Martínez Pujalte de su, no puede ser de otro modo, amigo Ángel Acebes al conocerse su imputación por autorizar la compra de acciones de Libertad Digital con dinero B del PP.

Y yo me cago en todo, sin perdón. No porque a mí Acebes me caiga mal. Que me cae peor que  mal. Peor que la media de la casta política española. Es el exministro de Interior que salió, caradura en ristre, a intentar colarnos “lo de ETA” para no perder unas elecciones por culpa de 200 muertitos de nada. Y yo soy un rencoroso. Pero no, no me cago en todo por eso (esta vez). Quizá don Ángel es inocente de este caso en particular que se le imputa. Quizá el pobre no supiera, alma de cántaro, los tejemanejes del PP y sus cajas B, con B de Bárcenas.

Me cago en todo porque nos estamos cargando el lenguaje. Eso que es forma, contenido y uso. A la forma le damos patadas todos los días, varias veces, yo incluido. Y duele. Pero “Me has entendido, ¿no?” y eso es lo que importa. Don Vicente Martínez Pujalte usa bien la forma, pero se mea en el contenido, pervierte el uso. No se conforma con defender a su amiguete, con insistir en la presunción de inocencia de todo hijo de vecino, con explicarnos a todos aquellos que no lo conocemos íntimamente cómo es el ínclito personaje, cómo se mueve, cómo se corta las uñas y hace paellas para la familia, y que un hombre que se corta las uñas como tú y como yo y hace paellas los domingos para gente que podríamos ser tú y yo, no puede ser tan malo. No, no se conforma con eso. Ángel Acebes es “la persona más honesta”. Más que tú. Más que yo. Más que el Papa Francisco. Más que el propio presidente del Gobierno Mariano Rajoy. Más que el médico que nos opera los juanetes. Más que la madre de uno, que no hay más que una y a ti te encontré en la calle. ¿El contenido? ¿Para qué? ¿El uso? Aquí y ahora. Salvar el culo. Esquivar el chaparrón. Callar bocas. Escapar.

Y se queda tan ancho. Y no pasa nada.

Bueno, sí, algo pasa. Las palabras no son neutras, no son inocuas ni se las lleva el viento. Si “la persona más honesta” es capaz de salir ante 40 millones de almas encogidas y sostener una mentira (asquerosa mentira) para que su partido no pierda el poder; si alguien tan íntegro puede alcanzar cotas de indignidad tan sublimes; si esa persona finalmente reconociera que metió mano y gestionó en negro; si eso lo hace él, “la persona más honesta”, ¿qué no haremos tú y yo? ¿Qué no hará el conductor de la guagua, el panadero, esa señora que vive sola con cuarenta gatos y te vigila cuando esperas el ascensor? ¿De qué puede ser capaz la auxiliar de enfermería, el profesor universitario, el pintor, el actor filocastrista?

Dicho esto, don Vicente se queda tan ancho. No pasa nada.

Y ese es el baremo. Esos los límites, los modelos y las consecuencias. Y así nos va.

La persona más honesta

“Give me five, Vicente” (Foto: Europa Press)


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