Revista Arquitectura

La Peste (COVID-19, 2020)

Por Enrique23

La Peste (COVID-19, 2020)

Hubo un tiempo en que las epidemias asolaban el planeta. Se manifestaban en diferentes lugares y rapidamente se extendían. Su propagación era como una mancha de aceite y sus consecuencias siempre letales. En aquellos tiempos, en los que la ciencia aún desconocía el origen de las enfermedades y para las que la cura era más asunto de la religión que de la medicina, el mundo era sórdido e ignorante. La miseria y el hambre dominaban sobre la riqueza y el dispendio de unos pocos. Cuando la Peste aparecía dominaba el caos, la muerte y el terror.

Mucho tiempo después, en un planeta menos sórdido, menos injusto, más civilizado y más sabio, la Peste volvió a aparecer. El pueblo volvió a tener miedo y la ciencia no supo de dónde venía el mal. Algunos temerosos querían besar los pies de los santos para pedir perdón por sus pecados, pero los gobiernos lo prohibieron para evitar contagios. Cerraron las fronteras y confinaron a los habitantes a inútiles cuarentenas, pues éstos se movían libremente.
Los Estados se culpaban unos a otros de ser el origen de la infección. Mientras, la gente se moría y los paises se dividían en sanos y enfermos. Seguía habiendo ricos y pobres.

La Peste (COVID-19, 2020)

La amenaza de la Peste hizo más insolidario al mundo. Los políticos de las naciones afectadas se acusaban entre sí de incapacidad; los empresarios arremetían contra los  gobiernos por no saber gestionar la crisis viral, ya que -decían- perdían dinero a espuertas debido al temor a enfermarse, también viral; los ciudadanos, sobreinformados, no entendían nada o les daba igual. La gente dejó de acercarse para hablar. De hecho, la gente se dejó de hablar. Solo hablaban a distancia, gritando, sobre la enfermedad. Sobre como harían ellos para solucionar el problema. O, simplemente se quejaban y gritaban.
La epidemia se volvió pandemia. La tos se volvió pulmonía. La Peste se expandió por doquier.

La Peste (COVID-19, 2020)

En aquellos tiempos de felicidad para los virus, la sociedad gritaba por todo y estaba triste; el cielo era rojo por la calima y llovía polvo del desierto.

Agunos ciudadanos todavía se preguntan porqué en esta crisis fue imposible encontrar una mascarilla en las farmacias del poder político para sobrevivir a a los efectos de la verdadera Peste.
La Peste era el miedo y el virus sigue vivo.


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