Revista Cultura y Ocio

La peste negra y el tema de la muerte como motivo estético en la Baja Edad Media

Por Cayetano
La peste negra y el tema de la muerte como motivo estético en la Baja Edad Media

El triunfo de la muerte, Pieter Brueghel el Viejo. Museo del Prado. “Oficialmente”, el 1 de diciembre de 1347, la “peste negra” entra en Europa a través de los puertos de Génova, Messina y Venecia. 

Llamada indistintamente “peste negra” o “peste bubónica”, para diferenciarla de otras calamidades que solían azotar nuestro continente y que normalmente recibían el calificativo genérico de “peste”, nos referimos a la mayor y más devastadora epidemia que afectó a Europa durante el siglo XIV, llegando a aniquilar a una tercera parte de la población del viejo continente, aproximadamente a unos 20 millones de personas. 
Generalmente se la suele calificar como la peste de 1348, pues fue en ese año cuando se asentó con toda su virulencia. La principal forma de contagio era a través de las picaduras de las pulgas que portaban las ratas que ya traían la enfermedad. 
La epidemia se agravó porque no vino sola. Se dio la confluencia de las denominadas en demografía “las tres parcas”, causantes de hipermortalidad: peste, hambre y guerras. Una época de malas cosechas y baja productividad, con la consiguiente carestía del pan, un alimento básico en la dieta europea, unido al conflicto que enfrentaba básicamente a Inglaterra y Francia: la llamada Guerra de los Cien años. La peste fue la puntilla sobre una población doblemente debilitada. 
La epidemia vino de Crimea, de la ciudad de Caffa, a orillas del Mar Negro. El ejército mongol asediaba la ciudad. Al parecer ya llevaban en sus filas la enfermedad. Y parece ser que arrojaban con catapultas sus propios muertos para contagiar a los de dentro del sitio asediado. Tal vez hubo ratas que se colaron dentro y ya llevaban las pulgas infectadas con la bacteria. 
Cuando los mercaderes genoveses que andaban por allí tuvieron noticia de la epidemia salieron de estampida con sus barcos y se llevaron la enfermedad a Italia. Y desde allí se difundió por todo el resto del continente. 
Y, como siempre que ocurre una desgracia de estas proporciones, había que buscar un culpable, un chivo expiatorio. A los judíos se les culpó de ello, extendiendo el infundio de que habían envenenado los pozos. Hubo persecuciones por este motivo. También hubo quien echó la culpa de todo a los gatos, por lo que alguno se dedicó a cazarlos, con lo que aumentaba el número de ratas y se provocaba el efecto contrario que se quería conseguir.
La peste negra y el tema de la muerte como motivo estético en la Baja Edad Media Danza de la muerte


El arte y la literatura no podían quedar al margen de este hecho. En "El Decamerón", de Boccaccio, un grupo de jóvenes huye de la epidemia que se desató en Florencia y en el campo se dedican a pasar el tiempo contándose historias y ocurrencias donde no faltaba ni el buen humor ni el sexo, dos maneras gratas de aferrarse a la vida en un entorno de muerte.

La fugacidad de la vida: un tema recurrente en la literatura.  Las obras más famosas de la llamada Baja Edad Media llevan el sello de su impacto. 
Así nos encontramos con “las danzas de la muerte”, un género artístico escrito en verso en forma de diálogo y susceptible de ser representado. La muerte llama a importantes personajes de la sociedad y les recuerda cuál va a ser su destino final:
“Yo soy la Muerte, que a todas las criaturas 
 que hay en el mundo destroza y arrasa… 
 A la danza mortal venid los nacidos 
todos del mundo, de cualquier estado. 
 Los que no quisieren, con fuerza impelidos 
 haréles venir muy pronto al llamado”


También nos encontramos con “Las coplas por la muerte de su padre”, de Jorge Manrique. 

Nadie se libra de su abrazo letal. Todos acabamos en el mismo lugar, nobles y plebeyos, ricos y pobres. La vida es breve y hay que prepararse para el momento crucial. Por ello conviene andar por esta vida sin errar. 

"Los placeres y dulzores 

de esta vida trabajada 
que tenemos, 
no son sino corredores, 
y la muerte, la celada 
en que caemos." 
El Arcipreste de Hita, en "El libro de buen amor", increpa a la muerte que se llevó para siempre a su personaje Trotaconventos: 

"¡Ay muerte! ¡Muerta seas, muerte, ë malandante! 

Matásteme mi vieja, matasses a mí ante! 
Enemiga del mundo, que non as semejante; 
de tu memoria amarga non es qui no se espante." 

Juan de Mena, poeta castellano del siglo XV, en un poema titulado "Razonamiento con la muerte", también hace mención a ese momento en que la vida es arrebatada junto a la grandeza y a la gloria: 

"So la tierra dura yazen

 para siempre sepultados, 
desnudos todos, robados, 
caídos son en pobreza, 
no les vale la riqueza 
ni tesoros mal ganados." 
 

Algo posterior, pero llena de esa sensibilidad, es archiconocida la obra pictórica de Pieter Brueghel el Viejo, "El Triunfo de la muerte" (ilustración del principio), con ese escenario apocalíptico donde un ejército de esqueletos, al más puro estilo de las películas de "muertos vivientes", acaba con la vida sobre la faz de la Tierra no respetando ni edad ni posición social. 



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