Revista En Femenino

La playa

Publicado el 03 agosto 2012 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Adoro la playa. Cuando tenía solamente ocho meses tuve la grandísima suerte de descubrirla, de disfrutar del mar que marcaría mi vida desde entonces, de un Cantábrico que define perfectamente mi carácter, un mar bravo y fuerte, pero cuyas aguas muchas veces se muestran mansas y te abrazan para mecerte como si fueras un bebé y te dejaras acunar en los brazos de tu madre.
Tengo fotografías de aquellos primeros momentos y de los posteriores, todas y cada una de ellas ligadas al mar; desde entonces y hasta hoy tengo por costumbre hacerme una dentro del mar, chapoteando, e incluso, a pesar de mi animadversión a los vídeos, de grabarme en alguna que otra incursión en las cálidas aguas del Caribe.
Sigo pensado que lo que vivimos en la infancia marca nuestra vida para siempre, y los días de verano de mi infancia transcurrieron, una buena parte de ellos, al lado del mar.
Mi madre guarda en una caja montones de fotografías de aquellos ańos, maravillosos, aunque suene a tópico, ańos de familia, de reuniones, de personas queridas que hace mucho ya forman solamente parte del recuerdo, algunas de ellas desafortunadamente con pocos momentos para recordar porque se fueron cuando todavía yo no tenía la edad suficiente para empaparme de todo lo que viví a su lado, cuando todavía me quedaba tantísimo por vivir con ellas.
Siempre me ha parecido que he vivido en desventaja con mis primas por haber sido la última en llegar, y por tener tan poco tiempo para disfrutar, por ejemplo de mis abuelos, aunque a la vez me siento afortunada por haber vivido mucho más intensamente de miembros de mi familia con quienes me he sentido inmensamente feliz, aprovechando quizás esos ańos de menos y esa intensidad que me permitía la libertad de estar con ellos siempre y cuando quisiera.
Recuerdo especialmente a mis tíos Mari y Oscár, con los que viajé en aquel coche tapizado con tela de cuadros escoceses en color rojo tantas veces, y con quienes tuve la grandísima suerte de disfrutar de aquellos veranos en Gijón. Mi tía Mari adoraba a mi madre, su hermana pequeńa, la que podría haber sido perfectamente su hija, y a la que desde bien pequeńa había tratado como tal; quizás por eso, pasados los ańos, mirando a mi madre se puede ver el tremendo parecido con su hermana, del cual estoy segura que ella se siente tremendamente orgullosa.
Pero había comenzado hablando de la playa, del mar, del Cantábrico, de mi infancia, de toda una vida pisando arenas que desde hace unos ańos guardo celosamente en unas pequeńas cajitas que compro en cada uno de mis destinos. De vez en cuando abro alguna de esas cajas, meto cuidadosamente mis dedos y dejo que se deslicen por ellos mientras cierro con fuerza mis ojos y recuerdo todos y cada uno de los bellos momentos que he disfrutado entre ellas.
Jamás he sido coleccionista de nada, pero hace ańos que colecciono arena de las playas que visito, porque quizás aquel primer verano en Perlora marcó mi vida para siempre, porque igual necesite esa arena de la playa para vivir, porque puede que de vez en cuando me haga falta sentirla entre mis manos, porque quién sabe si algún día…


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