El texto dedicado por Georg Simmel a la sociología de la pobreza fue publicado en 1907 y reeditado en el monumental volumen que el autor consagró a su Sociología en 1908. Presenta distintos puntos de interés. En primer lugar, aclara los problemas de la definición de la pobreza y permite comprender los modos de constitución de la categoría de pobres y los vínculos que la unen a la sociedad entendida como un todo.
Este texto tuvo mucha influencia en la sociología americana. Inspiró trabajos sobre marginación como los de Robert Park. El concepto teórico de “el hombre marginal”, retomado a continuación por Stonequist, está efectivamente muy cerca del marco analítico propuesto por Simmel para estudiar, más allá de la cuestión de la pobreza, fenómenos a primera vista sin relación directa con ella como la criminalidad, la condición de extranjero o a prostitución.
El texto de Simmel es, ante todo, teórico:
El hecho de que alguien se pobre no significa todavía que pertenezca a la categoría de los “pobres”. Puede ser un pobre comerciante, un pobre artista o un pobre empleado, pero sigue estando en una categoría definida por una actividad específica o un cargo.
Y añade:
Es a partir del momento en que reciben asistencia, incluso cuando su situación pudiera normalmente dar derecho a la asistencia, aunque no se haya otorgado aún, cuando se vuelven parte del grupo caracterizado por la pobreza. Este grupo no permanece unido por la interacción entre sus miembros, sino por la actitud colectiva que la sociedad como totalidad adopta frente a él.
De forma aún más explícita, subraya:
En términos sociológicos, la pobreza no aparece en primer lugar, seguida de la asistencia -éste es más bien el destino en su forma personal-, sino que es pobre el que recibe asistencia o el que debiera recibirla en determinada situación sociológica. La afirmación sociodemocrática según la cual el proletario moderno es definitivamente pobre, pero no un hombre pobre, coincide con esta interpretación.
Los pobres, como categoría social, no son los que sufren carencias y privaciones específicas, sino los que reciben auxilio o deberían recibirlo según las normas sociales. En consecuencia, la pobreza no puede, en este sentido, definirse como un estado cuantitativo en sí mismo, sino en relación con la reacción social que resulta de una situación específica.
Algunos subrayan efectivamente que esta pobreza institucional es sólo una dimensión de la pobreza porque no tiene en cuenta la miseria no declarada, la que se vive en silencio lejos de los organismos asistenciales, con frecuencia por miedo al deshonor social pero también por desconocimiento de los derechos a los que pueden aspirar los más desfavorecidos.
Ya en el siglo anterior Eugène Buret subrayaba que el enfoque de la pobreza por asistencia le parecía imperfecto:
En cada nación civilizada hay una miseria oficial, la que pretende aliviar la caridad pública y que no será fácil conocer. Podemos saber cuántas personas más o menos han reclamado auxiliio, cuántas lo han obtenido, cuántos desgraciados han admitido los hospitales y los hospicios. Estas cifras seguramente no nos harán conocer ni mucho menos el grado y la extensión de la verdadera indigencia, pero nos podrán servir como termómetro para medir la miseria real y latente en cada país.
Este análisis le lleva incluso a la siguiente constatación incierta: “La pobreza se parece al calor: la que no se manifiesta de foma sensible es muy superior a la que se muestra hacia fuera, cuya presencia detectan nuestros instrumentos y estadísticas”.
Pero la pobreza, tal como la entiende Simmel, no es sólo relativa, sino que está construida socialmente. Su sentido es el que le da la sociedad. Su análisis se articula en torno a una idea fundamental: los pobres así definidos no están fuera sino dentro de la sociedad. Ocupan realmente una posición concreta por el hecho de estar en una situación de dependencia respecto a la colectividad que los reconoce como tales y carga con ellos, pero están estrechamente ligados a los objetivos de ésta. Son un elemento que pertenece de forma orgánica a un todo.
Para explicar esta situación concreta Simmel pone el ejemplo del extranjero. Éste está, como los pobres, materialmente fuera del grupo en el que reside. Esta forma de exclusión no sólo es relativa sino que indica sobre todo, por sí misma, relaciones de interdependencia entre las partes constitutivas de una amplia estructura social. Se trata de un modo particular de interacción que une al extranjero, al igual que a los pobres, al conjunto dentro de una entidad mayor:
La exclusión singular a la que la comunidad somete a los pobres a los que asiste es característica de la función que cumplen en la sociedad, como miembros de ésta en una situación especial.
A partir del momento en que el individuo pertenece a este todo, se encuentra situado de golpe en el punto final de la acción y no fuera de ésta:
Si ellos (los pobres) técnicamente sólo son objetos ínfimos, en un sentido sociológico más amplio son sujetos que, como todos los demás, constituyen, por una parte, una realidad social y, por otra, se sitúan más allá de la unidad suprapersonal y abstracta de la sociedad.
Para él, la relación entre la colectividad y sus pobres o sus extranjeros contribuye a la formación de la sociedad en un sentido formal, al igual que la relación entre la colectividad y cualquier otra categoría social. Los extranjeros y los pobres no constituyen organismos aislados. Aunque puedan ser mantenidos respecto a otros grupos, se enfrentan a ellos como al grupo más amplio que representa la colectividad en su conjunto.
Dicho de otra forma, la asistencia es una parte de la organización del todo, al que pertenecen los pobres al igual que los terratenientes y las demás capas sociales. Simmel saca la conclusión de que “la colectividad de la que forma parte el pobre entra en relación con él enfrentándose, tratándolo como un objeto”. Ante todo se propone comprender las formas sociohistóricas de la red de interdependencias entre los pobres y el resto de la sociedad en una configuración amplia que puede ser una nación entera en una fase concreta de su desarrollo.
Para él , lo sociológicamente pertinente no es la pobreza ni la entidad social de los pobres como tal, sino las formas sociales institucionales que adoptan en una sociedad determinada en un momento concreto de su historia. Esta sociología de la pobreza es en realidad una sociología de las relaciones sociales.
La pobreza, tal como la define Simmel, constituye un punto de aplicación casi perfecto. Podemos ver en la relación con los pobres, a través del principio de asistencia, la expresión de tensiones, posibles desequilibrios, incluso rupturas que afectan y amenazan al sistema social en su conjunto, pero al mismo tiempo un modo de regulación que atenúa los efectos y favorece las interdependencias de los individuos y los grupos, aunque éstas se basen en relaciones desiguales y a veces conflictivas.
Por otra parte, y aunque Simmel no aborda directamente en este texto las experiencias vividas de la pobreza, su análisis le lleva, lógicamente, a presentar una de las dimensiones fundamentales de la situación de los pobres que deriva de la relación de asistencia. Cuando la colectividad combate la pobreza y la considera intolerable, su estatus social se devalúa y estigmatiza.
Los pobres se ven más o menos obligados a vivir su situación en aislamiento. Intentan disimular la inferioridad de su situación en su entorno y mantienen relaciones distantes con los que tienen una situación similar. La humillación les impide desarrollar cualquier sentimiento de pertenencia a una clase social.
La categoría social a la que pertenecen es heterogénea, lo que aumenta aún más el riesgo de aislamiento de sus miembros. El grupo social de los pobres constituye en la sociedad moderna, en su opinión, una “síntesis sociológica única”.
Este análisis de heterogeneidad de los pobres se hace aún hoy en día. Los trabajos realizados en Francia entre los receptores del ingreso mínimo de insercción y en otros países europeos entre las poblaciones que reciben asistencia han llegado a conclusiones similares.
El recurso a la asistencia en un contexto económico marcado por un fuerte deterioro del mercado de trabajo y un debilitamiento de las relaciones sociales se traduce en una mayor diversificación de los pobres, puesto que estos últimos, procedentes de categorías sociales diversas, pasan por la experiencia de un proceso de descalificación social que les arroja fuera del mundo del trabajo a la esfera de la inactividad y la dependencia, donde se asimilan a otros pobres que han tenido trayectorias diferentes.
Fuente: LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA (SERGE PAUGAM)
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