Revista Opinión

La preocupación de Carmen Vela

Publicado el 24 abril 2015 por Carlos López Díaz @Carlodi67
Según una encuesta recién divulgada, el número de hombres que espontáneamente manifiestan tener interés por la ciencia, es el doble que el de mujeres. Esta proporción se da aproximadamente también en edades jóvenes, como se puede observar en la siguiente gráfica.
La preocupación de Carmen Vela
Le ha faltado tiempo a la Secretaria de Estado de I+D+i, Carmen Vela, para manifestar que se trata de un dato "realmente preocupante", e incluso para conjeturar que la causa podría ser
"la poca visibilidad que se da a las mujeres científicas. Incluso en los premios, el porcentaje de mujeres galardonadas no llega al 5%, están prácticamente ausentes." (El País digital.)
No creo que la señora Vela sugiera premiar más a las científicas, por el mero hecho de ser mujeres. Supongo que abogará por campañas de concienciación que animen a las jóvenes a interesarse más por la ciencia, y a desterrar supuestos estereotipos. Es decir, despilfarrar más dinero público para seguir adoctrinándonos.
¡Cómo! ¿Usted no está a favor de la igualdad "de género" en la ciencia?
Pues no, no lo estoy en el sentido que pretende imponer la ideología de género. No creo que haya nada de malo en que en determinados ámbitos no exista paridad sexual. No creo que pase nada porque haya más físicos o químicos que físicas o químicas, ni porque haya más enfermeras o maestras que enfermeros o maestros. Nada en absoluto.
La ideología de género concibe las relaciones entre los sexos en términos de poder, de manera análoga a como el marxismo concibe las relaciones entre clases sociales. Por tanto, cualquier desigualdad la interpreta como un síntoma de un sometimiento del sexo femenino al masculino. Las mujeres no serían verdaderamente libres al preferir estudios sociales, humanísticos o de salud en mayor medida que carreras de ingenierías o arquitectura, sino que estarían condicionadas por una estructura patriarcal que las predispone a actividades de tipo asistencial, pedagógico o literario. ¿Pruebas de esta teoría? Ninguna. El neomarxismo del género, al igual que el "socialismo científico", no necesita de ninguna contrastación empírica, porque ya se sabe que la labor de los intelectuales no es tanto conocer el mundo como cambiarlo; según sus propias elucubraciones, claro.
Para mí lo realmente preocupante (aunque no sorprendente, a estas alturas) es que la ideología de género constituya la ideología por defecto de la administración, sea cual sea el gobierno. El feminismo radical (junto con el socialdemocratismo y el ecologismo "climático") ha adquirido una posición de pensamiento único que supera incluso a la hegemonía detentada por el nacionalismo en Cataluña y el País Vasco. Al menos, en estas comunidades hay partidos y asociaciones civiles que logran ejercer una admirable, aunque no fácil, disidencia. Pero contra las falacias como "la brecha de género" o los "derechos sociales" (que sólo sirven para justificar más intervencionismo e impuestos, y lo que todavía es peor, para desviar la atención de los problemas auténticamente graves, como los cien mil abortos al año, el invierno demográfico y el yijadismo) sólo una pequeñísima minoría, sistemáticamente silenciada, alza la voz.

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