Revista Diario

La primera noche siempre es especial

Por Covadongamora

El pasado fin de semana hemos vivido una experiencia nueva y positiva: la primera noche que un amiguito (en este caso, además es su primo) ha venido a casa a dormir con Alejandro. A parte de la propia anécdota y recuerdo que nos quedemos, me ha servido para afianzar la idea de que como padres debemos adecuarnos constantemente a las necesidades de nuestros hijos según el momento de su desarrollo.

La primera noche siempre es especialPues bien, realmente si alguien me hubiese planteado esta situación hace un tiempo sobre un niño de 3 años y medio y otro de 7 que quieren pasar la noche juntos, me hubiese sorprendido, al menos por el de menor edad. Quizás la inexperencia y el desconocimiento por mi parte me hubiesen jugado una mala pasada.
Pero nada, nos vimos en la situación: los dos amigos después de una tarde de juegos no quieren separarse y se plantean mutuamente la idea de dormir juntos. Una mochila con pijama, ropa interior y cepillo de dientes, son la compañía que trae de casa mi sobrino para vivir una aventura, porque estoy segura que para ellos lo fue.
De pronto, a las 20:00 de la tarde (o noche ya), hago un cambio de planes de lo previsto y busco en mi cabeza cuáles son las cosas imprescindibles para que todo transcurra "bien" para todos.
Cena: se prestan a ir a comprar al supermercado conmigo. Y en la cola, al decirle yo a Alejandro: "Oye, qué guay, que viene .... a dormir a casa...". La respuesta es de alegría desbordante, emoción en todo su cuerpecito, y varios ¡Bien! en un tono más alto de lo que la sociedad puede soportar sin que les moleste, lo que hace que todas las personas que se encontraban cerca de la caja y las mismas cajeras, se giren al unísomo, intentando con sus miradas acallar la emoción, los sentimientos que tanto nos molestan, que no podemos permitir porque se nos mueve algo en el interior. ¡Qué pena, qué vacíos estamos!
Ya en casa, la cena en la mesa de los nenes y el paso por el baño para el cepillado de dientes y hacer pis antes de dormir. Y ¿cómo hacemos para dormir a tres niños (cabe contar a mi hijo Iver por supuesto presente también en todo esto) cada uno con su particular forma de dormir? Pues la adaptación a la situación, a lo que ellos nos mostraron, sirvió para que todo fuera sencillo, bonito y dulce.
Primero el más peque, que una vez dormido en el pecho, se va con su papi al cuarto de al lado donde hasta el momento estaban los otros 2 nenes leyendo cuentos. Y de ahí: cambio de escenario. El papi se queda a dormir en ese cuarto con Iver hasta que éste se despierte y me lo traiga a nuestra habitación. Y en nuestro cuarto oficial el esperado momento.
Saltan en la cama, se acomodan varias veces a ver en qué lado quiere dormir cada uno, se miran como explicándose en la mirada lo que van a vivir... Y les digo: "Chicos, es hora de que vayamos a descansar para que mañana podamos ir a la excursión". El cuento de la Olimpiada de verano, es la antesala a una noche mágica, que vivimos también con emoción sus respectivos padres pues es la primera, la irrepetible, la única... y ellos han sido los que han decidido vivirla, se han atrevido con sus posibles miedos.
Y mientras ellos descansan en la cama de matrimonio, yo los miro desde la pequeña que tenemos junta a ésta (es que esto del colecho de 4 personas da para otro post...). Y veo, que me encuentro ahí, acompañando a mi hijo (siempre duerme con nosotros) y a su amigo, siendo testigo privilegiado de esas primeras relaciones de amistad que tan especiales nos hacen sentir. Y que estoy ahí, pero que dentro de un tiempo, seguramente si se repite algo similar, me dirán que quieren dormir solos en un cuarto sin que mi hijo requiera de mi presencia; y un poco más adelante, esa noche ellos planearán sus propias aventuras pudiéndolas realizar de forma independiente; incluso más adelante esas noches servirán para hacerse confidencias con la luz medioapagada o contarse historias de otras relaciones... Quien sabe...
Puede parecer de locura, pero lo viví así: como una noche que adecuamos a sus edades y a lo que podíamos hacer según sus necesidades de ese momento. Y que dentro de un tiempo serán diferentes, y como padres, no debemos quedarnos en esa noche, sino en cuál será su situación y posibilidades de ese otro momento, para permitirles crecer, para no ahogarles, para darles y que puedan hacer su propio camino.
No cabe decir que el despertar fue lleno de sonrisas, de abrazos, de achuchones... de ir a comprar juntos (porque no se querían separar) churros con chocolate y después una pequeña excursión. ¡Una especial y bonita experiencia para todos!

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