Revista Comunicación

La prohibición de amar

Publicado el 01 marzo 2016 por Universo De A @UniversodeA

La fascinante evolución y aprendizaje de un genio o Wagner antes de ser Wagner

La prohibición de amar

Sinopsis y ficha técnica

Auténtica rareza dentro del catálogo de óperas de Richard Wagner porque los escándalos que envolvieron su estreno en el Teatro de Magdeburgo en 1836 bajo el título La novicia de Palermo para sortear la censura la convirtieron en una ópera maldita de la que se tuvo que distanciar incluso su autor. La segunda ópera de Wagner se estrena en España (tras una versión de cámara presentada en el Festival de Peralada en 2013) en una nueva producción del director danés Kasper Holten, coproducida por la Royal Opera House. Tras una carrera centrada en los títulos más conocidos de Wagner, Holten debutará en España con la puesta en escena de esta ópera cómica, como el propio Wagner la denominó, basada en la comedia Medida por medida de Shakespeare. Escuchar esta partitura, de claras influencias italianas, francesas y weberianas, invita a pensar en un genio todavía joven y que busca una voz propia, aunque ya destella rasgos de originalidad. La adaptación de la historia por parte de Wagner recoge las inquietudes rebeldes de una Alemania revolucionaria, que reivindica el amor sensual y ataca la represión fanática de la sexualidad por una autoridad puritana e hipócrita. Como dice el texto “¡Mal haya el que arranca vidas por pecados que él codicia!”. Una de las adaptaciones musicales más extraordinarias sobre un texto de Shakespeare, especialmente digna de ser reivindicada con motivo de los cuatrocientos años de la muerte del escritor.

Dirección musical: Ivor Bolton

  • Dirección de escena: Kasper Holten
  • Escenografía y figurines: Steffen Aarfing
  • Coreografía: Signe Fabricius
  • Diseño de vídeo: Luke Halls
  • Iluminación: Bruno Poet
  • Dirección del coro: Andrés Máspero

· – ·

  • Friedrich: Christopher Maltman (Feb. 19, 22, 25, 28 · Mar. 3, 5)
    Leigh Melrose (Feb. 27 · Mar. 1, 4)
  • Luzio: Peter Lodahl (Feb. 19, 22, 25, 28 · Mar. 3, 5)
    Peter Bronder (Feb. 27 · Mar. 1, 4)
  • Claudio: Ilker Arcayürek (Feb. 19, 22, 25, 28 · Mar. 3, 5)
    Mikheil Sheshaberidze (Feb. 27 · Mar. 1, 4)
  • Antonio: David Alegret
  • Angelo: David Jerusalem
  • Isabella: Manuela Uhl (Feb. 19, 22, 25, 28 · Mar. 3, 5)
    Sonja Gornik (Feb. 27 · Mar. 1, 4)
  • Mariana: Maria Miró
  • Brighella: Ante Jerkunica (Feb. 19, 22, 25, 28 · Mar. 3, 5)
    Martin Winkler (Feb. 27 · Mar. 1, 4)
  • Danieli: Isaac Galán
  • Dorella: María Hinojosa
  • Pontio Pilato: Francisco Vas

Comentario previo

Muy sorprendentemente, por primera vez en mucho tiempo, tengo que dar buenas referencias de lo que supone asistir al Teatro Real.

La atención al público fue bastante efectiva, tanto en taquillas, como en el acceso e incluso en el guardarropa; me sorprendió de forma extrañamente grata, sobre todo porque últimamente no dejaba de despotricar contra ello (bien es cierto que en las taquillas sigue habiendo demasiada gente que no se entera de la misa la mitad o que tampoco hay acomodadores en la sala o como si no los hubiera, pero bueno, no le pidamos peras al olmo); pero mi última experiencia en cuanto a este tema ha sido regular tirando a buena… valoración extremadamente positiva frente a lo que he dicho últimamente.

Jose Luís Tellez, muy a pesar de su vestuario de andar por casa (lo del foulard de abuelete ya es el colmo, sólo le falta la batamanta para complementar), ha mejorado en sus conferencias, logrando diferenciarse tanto de la información del programa de mano como de la de la revista… la verdad es que este hombre hace muy bien su trabajo, se esfuerza, además le encanta (sólo hay que verle, tanto te habla de las cuestiones más técnicas a nivel musical como te cuenta las más divertidas y frívolas anécdotas y curiosidades del estreno, ¡este hombre es fantástico!) y me gusta mucho su sentido del humor, ¡se merece un aumento de sueldo! (así tal vez pueda volver a poder comprarse trajes que le queden bien).

También estoy absolutísimamente encantado con los programas de mano, ¡qué maravilla!, han vuelto esas ediciones realmente dignas de coleccionar, ¡son preciosos!, pero a todos los niveles: me encanta su contenido, sus bellas ilustraciones, la información sobre los artistas, su más cuidada encuadernación… y ahora, por si fuera poco, el extra con la historia de este maravilloso teatro. En cuanto a lo que respecta al contenido que habla sobre la ópera, de lo más instructivo… vamos, que el conjunto es una maravilla, ¡algo fabuloso que no puedo dejar de alabar!.

En cuanto a la revista, por su parte, aunque muy inteligentemente opta por hablar de la actualidad y aportarnos la visión de las nuevas producciones que llegan al Real, no termina de resultar del todo interesante e informativa, termina siendo superficial… probablemente necesita más páginas y un desarrollo más profundo y exhaustivo de los temas.

En definitiva, ¿volverá el Teatro Real a ser la gran institución cultural teatral por excelencia de Madrid?, tal vez, pero no adelantemos acontecimientos….

Aunque también os digo que conseguir las fotos de esta producción fue una pesadilla, hubo que buscarlas por todo google porque ya no se dispone de ellas en la web del teatro, ¡qué estupidez!, yo no entiendo ese sistema de complicarle la vida a la gente innecesariamente; tener fotos en la web es útil tanto para los espectadores (que sepan que van a ver) como para los que quieran informar sobre ello… con todo ello el teatro gana, no entiendo entonces el porqué de tanto problema y tontería para poner fotos de su propia producción.

En fin, vamos a meternos en temas sobre la ópera de la que más abajo haré la crítica:

Habitualmente, tal vez porque el arte nos lo ha hecho creer así (especialmente a través del cine) creemos que un genio es un ser con una personalidad deslumbradora que arrasa por donde va, que tal vez tuvo uno o dos problemas, derramó un par de lágrimas y tuvo algún que otro sofocón, pero rápidamente se sobrepuso por su fuerza indómita innata, su propia convicción de su genialidad, y triunfó con su fuerza arrolladora porque él lo valía… nada más falso. Tal vez nos lo representen así porque el drama del fracaso no vende, no nos gustan los genios antes de triunfar, sino después, eso es lo relevante, no valoramos el proceso sino el producto final, a nadie le importa el cuento que no tiene un final feliz.

Tal vez por eso “La prohibición de amar” se represente tan poco, es más el mencionado Jose Luís Téllez, magnífico conferenciante del teatro, dijo medio en serio, medio en broma, que disfrutásemos de la ópera pues sería la primera vez que la veríamos y la última… y ello me apena profundamente, pues creo que debería ser más conocida.

Pero “La prohibición de amar” no es Wagner, no al menos el que conocemos e identificamos; pero entonces, ¿quién la compuso?, pues lo cierto, es que tal vez hasta los genios tengan que aprender a serlo, tal vez no sean personajes infalibles, sin dudas y absolutamente perfectos, sino que también tengan que dar bandazos, cometer errores y encontrar su propio camino y estilo; tal vez muchas veces tengan que adaptarse a las modas, al gusto predominante para subsistir, porque de rebeldía no se vive, y porque, simplemente, hay que tratar de salir adelante, y cuando sólo eres un bulto más entre la masa, y aún no te han endiosado como “diferente” (en el buen sentido) y “extraordinario”, bastante tienes con sobrevivir; pues cuesta mucho creer que eres un genio cuando apenas te llega para vivir, si lo único que oyes a tu alrededor es “no, no y no”, “no puedes”, “no eres suficiente”, “no eres como…”; cuando sólo tú crees en ti mismo, en lo que puedes hacer y aportar, es muy difícil no desfallecer, al ser tú mismo tu único seguidor. Y es que nadie vive, ni física ni espiritualmente, del halo que te van a poner, ni del futuro juicio ensalzador de la historia, eso, en los momentos difíciles queda muy lejano y se plantea muy dudoso (sin mencionar que, realmente, al final, casi siempre llega tarde).

De hecho, un genio, por más que en determinadas ficciones se empeñen en vender lo contrario, rara vez sabe que lo es, y mientras su momento no llega (si es que llega algún día, pues cuantos seres extraordinarios se habrán perdido en medio de las brumas de la historia… y otros que hoy conocemos pero que sólo han sido reconocidos cuando para ellos ha sido tarde para aprovechar los beneficios de la fama tras una terrible vida de sufrimiento sin fin) sólo es un ser torturado, con un talento que implosiona en su interior si no es apreciado, y que tarde o temprano se desborda porque la necesidad de crear para estos seres es algo innato e inevitable, un veneno en la sangre que tiene que salir de algún modo, poco importa como; hacen arte no por hacerlo, no con conciencia de ello, sino por inevitable necesidad visceral.

Sí, tal vez Wagner estaba aprendiendo cuando hizo la ópera de la que haré la crítica, buscando su camino y descubriendo su estilo, tal vez hizo concesiones a la forma de hacer francesa e italiana… pero en el fondo, descubrimos que ahí sigue estando Wagner, se atisba su estilo futuro, empiezan a esbozarse sus rasgos, apreciamos como el potencial comienza a descubrirse y a brillar, porque no se nos puede engañar, estamos viendo el nacimiento de una estrella, aún difícil de identificar, pero claramente visible.

Por eso esta ópera, es doblemente fascinante, por su espectacular calidad, pero además, porque nos descubre los curiosos, intrincados e inescrutables caminos que puede tener que recorrer un genio para llegar a serlo: es Wagner antes de ser Wagner, y sin embargo, nunca dejó de serlo. Y no hay contradicción alguna en ello.

Crítica

Ya voy adelantando que mi crítica va a ser muy pero que muy positiva (cosa que me alegra, pues hacía tiempo que no hacía una así de este teatro), es más, de obra maestra.

La verdad es que la ópera es absolutamente brillante y destila originalidad y belleza por todos los lados, es absolutamente maravillosa, fantástica, tras haberla visto, sólo siento que no se programe más a menudo, porque se debería.

Hablemos de libreto, una rareza maravillosa, porque nadie diría que Wagner, un compositor tan serio, tan épico, tan grandilocuente… se “rebajara” a la ópera bufa; pero así es, y ello constituye una agradabilísima sorpresa (bien es cierto, para que veamos que su “rebajamiento” no fue tanto, que se inspiró en una obra de Shakespeare). La verdad es que el argumento es muy bueno y muy divertido, y sobre todo (y dejando de lado el montaje del que hablaremos luego), como todos los grandes clásicos, de una actualidad sorprendente, arrolladora y aplastante… bien es cierto que aunque de forma paródica y exagerada, podemos reconocer acontecimientos socio-políticos actuales en este magnífico libreto con gran facilidad. Sin mencionar la sublime reflexión sobre la guerra de sexos, la represión sexual y la sexualidad, la hipocresía social… etc. En definitiva, nos encontramos con un libreto que es una auténtica obra maestra, que crea un argumento perfecto, muy bien medido, con personajes realmente consistentes… entendámonos bien, no deja de ser una comedia, y tiene la inteligencia de mantenerse en su (sólo aparente) frivolidad y superficialidad, pero con esas armas, atenaza a la más cruda realidad y nos invita a reírnos de ella, y ¿por qué no?, también de nosotros mismos. Absolutamente brillante.

¿Y qué se puede decir de la música?, algo bajado del cielo, maravilloso, de puro éxtasis artístico; lo primero que hay que advertir es que, en una primera impresión y sin llevar a cabo un análisis serio o una escucha cuidadosa, no parece Wagner (desde luego no aquel al que estamos acostumbrados); es más, si la ópera hubiese estado escrita en italiano en vez de en alemán, fácilmente se la adjudicaríamos a un compositor como Donizetti (sin embargo, los grandes momentos, los más intensos, no se pueden asociar a otro que al compositor alemán) e incluso hasta me pareció percibir en algunos momentos la famosa “azada” de Verdi. Pero tal vez en ello debemos ver un mérito más de Wagner, que demuestra su gran capacidad de adaptación y el hecho de que tenía el talento para crear cosas realmente inesperadas y sorprendentes, desde luego, su partitura de esta ópera lo es. En definitiva, una música fabulosa, preciosa, todo un tesoro a descubrir por los muchos aficionados a su obra y que debería ser reivindicado.

En cuanto a esta producción que recala en el Real, la verdad es que quedé absolutamente fascinado y maravillado, contentísimo, felicísimo de haber acudido y haberla podido contemplar.

Así, aunque se nota cierta pobreza en la puesta en escena (principalmente en los decorados y vestuario… sin mencionar determinados fallos técnicos al mover la escenografía. Eso sin comentar la obertura, que nos asusta con esa animación del Wagner bailante y nos hace temer -afortunadamente, de forma infundada- lo peor a posteriori), ese es un defecto absolutamente menor en comparación a todo lo que aporta.

Es más, diré que La inteligentísima dirección de escena de Kasper Holten, aunque no opta por lo clásico, sabe adaptar muy bien a la actualidad esta obra, y hacer que encaje a la perfección en nuestro hoy día, consiguiendo una brillante y perspicaz crítica social del presente y de nuestra situación político-social, consiguiendo un audaz análisis, y sentando la vieja cátedra de que los clásicos nunca mueren y siempre hablan de lo que está pasando en este y en cualquier momento (porque ya se sabe, la gente no cambia). La verdad es que Holten hace un trabajo impecable, ingenioso y perfecto.

Por una vez, también daré una crítica absoluta y totalmente positiva a Ivor Bolton, que por fin consigue merecer absolutamente su puesto de director musical en este teatro, consiguiendo un resultado absolutamente excelente con la orquesta, que va perfecta, y consigue alcanzar una magnífica intensidad para llevar a la ópera a su clímax absoluto.

Sólo me queda hablar de los cantantes (vi el reparto principal), de los que en general sólo se deben dar alabanzas, pero debo destacar especialmente a Manuela Uhl que deslumbró con una voz tan potente como bien afinada, que apuntaba directa e implacable a enternecer el corazón. Por si fuera poco, además todos los cantantes eran excelentes actores (tal vez por estar muy bien dirigidos), con lo cual, la ópera se disfrutaba muchísimo a nivel cómico, y las risas llegaban con gran facilidad, estuvieron divertidísimos. Una ópera como debe ser representada, contando una historia, y además bien contada, y divertida, como debe ser una ópera bufa.

En definitiva, una obra maestra, es una ópera recomendabilísima en muchos aspectos: por una parte es una comedia disimuladamente inteligentísima y totalmente actual que habla con agudeza sobre temas como la corrupción, la sexualidad, los convencionalismos sociales… etc; por otra, tiene una música absolutamente bella y excelente; además es una de las primeras obras de Wagner y la oportunidad para descubrir como nace un genio musical… ¿pero qué otros argumentos necesitáis para decidiros a ir?, ¡más no se puede pedir!, es un imprescindible, elegid vuestro motivo para considerarla así, sobran donde escoger, y todos son buenos.

La prohibición de amar
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