Revista Cultura y Ocio

La realidad

Por Calvodemora
La realidad
Fotografía: Robert Mapplethorpe
Hay realidades que se juntan sin que exista voluntad por parte de ninguna de por medio. Algo parecido a lo que nos pasa a las personas. Vas por la calle y de pronto te fijas en alguien y su realidad se mancomuna con la tuya y hacéis una pareja. Lo normal es que cada cosa, por pequeña o grande que sea, suceda sin el concurso de las demás, pero no ocurre así; por más que cierta lógica lo refrende, es justamente al contrario lo que pasa. Que los extremos se alían, que hay asociaciones rocambolescas o absurdas o incluso imposibles. El tronco del árbol vive ajeno a que un coche se le incruste. Antes de que el agua le anegue los pulmones, el ahogado no relaciona su maquinaria respiratoria con líquido alguno, es el aire en lo que piensa. Una mujer se enamora de un hombre (hagan las variaciones que les plazca, no habrá problema ni anomalía por mudar los géneros) sin saber que ese hombre al que ama le va a empotrar una plancha en la cabeza y se la va a reventar. La realidad es patética a poco que se la mira con atención. Tiene fisuras por las que se adentra el caos. Una realidad, una vez que ha conseguido su rango caótico, muta a otras realidades similares y se gusta de modo que cuesta retornarla a su matriz inicial, la de la armonía, la del consenso entre distintos, pero el agua penetra en los pulmones y la plancha en la cabeza. Hasta el pez de la fotografía de Robert Mapplethorpe no cuadra con la hoja de periódico. Podría haber un texto sobre la pobreza en el mundo o sobre el avance imparable de la extrema derecha en Europa haciendo de cama de las tripas del pez de resultas que el hedor de la muerte de uno contagie al otro y no se sepa cuál de los dos es el que estimula la hediondez del aire. Lo real, esa maquinaria tangible, tiene también su reverso intangible.

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