Revista Cultura y Ocio

La rebeldía y las sillas

Publicado el 17 mayo 2012 por Javiersoriaj

Cuando termina su danza, Durito ordena:

-¡Escribe! Te voy a dictar mi ponencia.

-Pero Durito, no estás en el programa. Vamos, ni siquiera te han invitado.

-Claro, de por sí los rusos no me quieren. Pero no le aunque. Anda, escribe. El título es “La Rebeldía y Las Sillas”.

-¿”Las Sillas”? Durito, no vayas a salir con otra de tus…

-¡A callar! La idea viene de un escrito que Saramago y yo escribimos a finales del siglo pasado y se llama “Silla”.

-¿Saramago? ¿Quieres decir José Saramago, el escritor? -pregunto perplejo.

-¡Claro! O qué, ¿hay otro? Bueno, pues resulta que ese día tomamos hasta caernos de la reiterada silla, y ya en el suelo, con esa perspectiva y lucidez de los de abajo, le digo: Pepe, ese vinillo pega más que la mula de Aznar -y él no dijo nada porque estaba buscando sus lentes.

Y entonces yo le digo: -Se me está ocurriendo algo, rápido José, que las ideas son como las alubias con chorizo, si te descuidas, llega otro y se los almuerza.

El Saramago encontró por fin sus lentes y, juntos, le dimos forma a ese relato, si mal no recuerdo, a principios de los ochenta. Claro que en el crédito sólo aparece su nombre, porque los escarabajos batallamos mucho con los derechos de autor.

Yo quiero abreviar las anécdotas de Durito y lo apremio: -Ya está el título, que más.

-Bueno, se trata de que la actitud que un ser humano asuma ante las sillas es la que lo define políticamente. El Revolucionario (así, con mayúsculas) mira con desprecio las sillas comunes y dice y se dice: “no tengo tiempo para sentarme, la pesada misión que la Historia (así, con mayúsculas) me ha encomendado me impide distraerme en pavadas”. Así se pasa la vida hasta que llega frente a la silla del Poder, tumba de un tiro al que esté sentado en ella, se sienta con el ceño fruncido, como si estuviera estreñido, y dice y se dice: “la Historia (así, con mayúsculas), se ha cumplido. Todo, absolutamente todo, adquiere sentido. Yo estoy en La Silla (así, con mayúsculas) y soy la culminación de los tiempos”. Ahí sigue hasta que otro Revolucionario (así, con mayúsculas) llega, lo tumba y la historia (así, con minúsculas) se repite.

-El rebelde (así, con minúsculas), en cambio, cuando mira una silla común y corriente, la analiza detenidamente, después va y acerca otra silla, y otra y otra, y, en poco tiempo, eso ya parece una tertulia porque han llegado más rebeldes (así, con minúsculas) y empiezan a pulular el café, el tabaco y la palabra, y entonces, precisamente cuando todos empiezan a sentirse cómodos, se ponen inquietos, como si tuvieran gusanos en la coliflor, y no se sabe si fue por el efecto del café o del tabaco o de la palabra, pero se levantan todos y siguen su camino. Así hasta que encuentran otra silla común y corriente y la historia se repite.

-Sólo hay una variación, cuando el rebelde topa con la Silla del Poder (así, con mayúsculas), la mira detenidamente, la analiza, pero en lugar de sentarse va por una lima de esas para las uñas y, con heroica paciencia, le va limando las patas hasta que, a su entender, quedan tan frágiles que se rompan cuando alguien se siente, cosa que ocurre casi inmediatamente. Tan, tan.

-¿Tan, tan? Pero Durito…

-Nada, nada. Ya sé que es demasiado árido y que la teoría debe ser aterciopelada, pero lo mío es la metateoría. Puede ser que me acusen de anarquista, pero valga mi ponencia como humilde homenaje a los viejos anarquistas españoles, que hay quienes callan su heroísmo y no por eso brillan menos.

Se va Durito, aunque estoy seguro que él preferiría venirse.

[el texto completo en http://javiersoriaj.wordpress.com/2012/02/05/del-sup-marcos-a-garzon-carta-del-subcomandante-marcos-al-congreso-un-aguascalientes-en-el-corazon-de-europa-de-madrid/]


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