Revista Opinión

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda

Publicado el 04 abril 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Uno de los mayores logros de la Unión Europea a lo largo de sus años de existencia como proyecto común es el de crear un ideario. Con el paso del tiempo, esa idea de Europa se ha ido instalando en la mente de todos los ciudadanos del proyecto —e incluso de aquellos fuera de él— hasta llegar a imaginar un territorio homogéneo que comparte ciertos valores, Historia, regímenes políticos y perspectivas de futuro. Sin embargo, dentro del entramado comunitario existen muchas identidades a las que es necesario dar voz. Socios más grandes y más pequeños, todos ellos necesarios para el buen funcionamiento de una idea que nació con el fin de buscar la paz en un territorio devastado por la guerra. Y, si dentro de un país ya existen diferencias culturales notables, dentro de la Unión Europea el número de voces aumenta exponencialmente. Europa no es un país, al contrario: es un conglomerado de estructuras políticas que luchan por tener la misma fuerza en la toma de decisiones, y la República de Irlanda es una de ellas.

Para ampliar: “Los Estados Unidos de Europa”, Álex Maroño en El Orden Mundial, 2018

Historia de la isla de Irlanda

A pesar de compartir durante muchos años un mismo conjunto de leyes y de que la República de Irlanda aún mantenga muchas herencias institucionales o culturales de la que fuera la isla gobernante, la Historia separa la isla esmeralda de Gran Bretaña. En algún punto entre los años 600 y 150 a. C., los celtas llegaron a la isla de Irlanda y se instalaron. Aunque las tribus —unas 150, aproximadamente— vivían de forma independiente las unas de las otras, sí preservaron algo en común: el lenguaje —el gaélico irlandés— y unas personas, llamadas brehones, que mantenían en orden el sistema social de todo el territorio mediante un conjunto de leyes que todos debían seguir. A diferencia de Gran Bretaña y otros lugares donde los romanos llegaron, conquistaron los territorios y modificaron profundamente las leyes, las costumbres y la cultura, esto nunca ocurrió en Irlanda, porque la conquista romana no llegó a producirse. Así, pese a ser islas vecinas, ambos territorios evolucionaron hacia futuros completamente distintos, con herencias culturales que los diferenciaban.

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda
Diferencia entre Gran Bretaña, Reino Unido e islas británicas.

En 1171 el descendiente de Guillermo I, Enrique II, aprovechó una carta papal para invadir la isla irlandesa. Guillermo I, también llamado el Conquistador, ya había instaurado de manera efectiva una monarquía feudal en Inglaterra tras invadirla el año 1066. El objetivo de Enrique II era acercar la Iglesia irlandesa a los estándares romanos: debido a que la conquista romana nunca llegó a producirse en Irlanda, la religión y la Iglesia también evolucionaron de manera distinta —a pesar de la llegada de san Patricio alrededor del siglo V y su trabajo por extender y hacer llegar el catolicismo a todos los rincones de Irlanda—. Con la carta papal en la mano, muchos barones anglonormandos —descendientes de los normandos que gobernaron en Inglaterra tras la conquista en 1066 por parte de Guillermo de Normandía— se instalaron en la isla vecina bajo mandato monárquico, aunque este primer intento no cosechó exactamente los resultados esperados: la monarquía inglesa, ocupada en otros conflictos de mayor envergadura, como la guerra de los Cien Años, dedicó poco tiempo y atención a extender su dominio por la isla irlandesa.

No obstante, esta especie de colonización alcanzó su punto álgido en el siglo XIV en un proceso que no era nuevo: la conversión de los anglonormandos en generaciones de angloirlandeses. Con matrimonios con la población gaélica y la adopción del gaélico como lengua principal, los que habían sido anglonormandos pronto se convirtieron en irlandeses y lograron aumentar, con el tiempo, el área de control inglés en la isla irlandesa. Esta conquista logró que la Iglesia católica irlandesa se acercara poco a poco a los estándares romanos y se introdujeron también conjuntos de leyes jurídicas y administrativas. Sin embargo, ya en el siglo XVI quedaba más que claro que esta estrategia había fallado en Irlanda. Fue en aquel momento cuando Enrique VIII, María I e Isabel I destinaron cuantiosos recursos militares para terminar de invadir y conquistar la isla irlandesa.

Cuando Enrique VIII adoptó el protestantismo por una lucha personal contra la Iglesia católica y realizó la conversión oficial de todos los territorios, tuvo un efecto especialmente demoledor en Irlanda, donde, pese a los numerosos esfuerzos por acercar ambas religiones, la mayor parte de los ciudadanos estaba completamente en contra de convertirse al protestantismo. Esta resistencia a la conversión religiosa encontró su mayor fuerza en la zona del Úlster, en la actual Irlanda del Norte, donde los jefes de las tribus gaélicas se alzaron en una rebelión que fue aplacada por las fuerzas inglesas entre 1595 y 1603. Contentos con la anterior medida de introducir ciudadanos religiosamente convertidos en una zona conflictiva y difícil de conquistar, desde Inglaterra se promovió la migración de ciudadanos escoceses protestantes a la zona del Úlster, que tratarían de extender esta fe por la región. En la actualidad, el protestantismo se limita a Irlanda del Norte en toda la isla.

La religión como motivo de desunión

Separada de Reino Unido desde 1922, la República de Irlanda puede rastrear sus orígenes hasta aquella rebelión gaélica del Úlster y el permanente sentimiento nacionalista que recorrió la isla desde 1800. En 1870 la crisis en la agricultura dio mucha más fuerza a este movimiento, que exigía la existencia de una autonomía —home rule— para Irlanda mediante un Parlamento propio dentro de la unión. Las presiones del Partido Irlandés desembocaron finalmente en la aprobación de una ley para la creación de dicho Parlamento en 1914, pero al mismo tiempo polarizó aún más la separación religiosa existente y causó la resistencia de aquellos ciudadanos protestantes del norte de Irlanda que se negaban a cualquier acción que los separara legalmente del Reino Unido.

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda
Campaña unionista contra la autonomía irlandesa. Fuente: Reddit

A pesar de que Irlanda ya contaba desde 1914 con su propia home rule, estuvo suspendida durante algunos años debido a la Primera Guerra Mundial. Esta duda creciente sobre cuándo se reactivaría comenzó a despertar malestar entre los ciudadanos, y Sinn Féin —‘nosotros’—, el partido político que había nacido y tomado fuerza del nacionalismo irlandés, comenzó a presionar para encontrar alguna solución para la isla. Al mismo tiempo, el Ejército Republicano Irlandés, el grupo comúnmente conocido como IRA, luchaba en el norte de Irlanda contra la dominación británica y a favor de la independencia de la totalidad de la isla del control inglés. Los intentos por parte del Gobierno británico para controlar la violencia en la isla fueron en vano y en 1920 se aprobó la creación de dos Parlamentos separados: uno en Irlanda del Norte y otro en Irlanda del Sur.

En 1921 se acordó la creación del Estado libre de Irlanda bajo la influencia de la Mancomunidad Británica. En este tratado se aceptaba también la existencia de un Parlamento propio en Irlanda del Norte, que seguiría perteneciendo a Reino Unido y cuyo territorio abarcaría seis condados en el norte de la isla. El tratado desencadenó un conflicto, de los más conocidos en Europa, entre aquellos que estaban a favor del acuerdo y aquellos que estaban en contra; el IRA entraba en su momento histórico de mayor despliegue para combatir la dependencia del dominio británico. La República de Irlanda pasó a ser tal en 1949; daba así por finalizada su pertenencia a la Commonwealth y, consecuentemente, cualquier unión legal con Reino Unido. A pesar de la creación de la república, el conflicto con Irlanda del Norte no llegaría a su fin hasta la firma en 1998 de los Acuerdos del Viernes Santo, en los que se ponía fin a un conflicto que había durado años: el enfrentamiento entre aquellos que deseaban una reunificación de Irlanda —nacionalistas irlandeses— y los unionistas, que querían seguir perteneciendo a la Corona británica, y la lucha contra la discriminación  de la minoría católica en Irlanda del Norte.

Para ampliar: “La estrategia contra el terror en Irlanda del Norte”, Esther Miranda en El Orden Mundial, 2016

La República de Irlanda y el Reino Unido

Aunque la Historia entre la República de Irlanda y Reino Unido no ha estado exenta de confrontación, su adhesión simultánea en 1973 a la Unión Europea creó un nuevo espacio de cooperación para ambos países, que, a pesar de todo, siempre han sentido que compartían rasgos culturales e históricos en común. Incluso siendo ambos miembros comunitarios, Reino Unido e Irlanda comparten un Área Común de Viaje que permite a los ciudadanos de ambos países moverse libremente a través de la frontera que hay en la isla de Irlanda. Este espacio —que, unido a la libre circulación de personas, bienes y servicios de la Unión Europea, permite el paso de mercancías entre Irlanda e Irlanda del Norte— funciona gracias, entre otras cosas, a los esfuerzos de los políticos de ambos países para que los Acuerdos del Viernes Santo se mantengan intactos y, en consecuencia, que el paso de ciudadanos que trabajen al otro lado de la frontera o visiten familiares se produzca de una forma lo más normalizada posible.

Esta área se puso en funcionamiento en 1923 y, al principio, era un mero entendimiento entre las autoridades de Reino Unido y la República de Irlanda basado en las dificultades pasadas de los controles de migración que habían sufrido, sobre todo, los ciudadanos que necesitaban pasar todos los días la frontera hacia un lado o el otro. En la actualidad, aunque el área está reconocida en el Tratado de Ámsterdam de la UE, no depende de esta: el mercado común europeo y la libre circulación entre los Estados miembros depende de la UE, pero este acuerdo depende enteramente de las autoridades irlandesas y británicas y de su disposición a mantenerlo.

El intercambio comercial entre la República de Irlanda y Reino Unido es de unos 65.000 millones de euros al año y ayuda a mantener más de 400.000 puestos de trabajo en las islas. Reino Unido es el principal socio comercial para los irlandeses, mientras que la república irlandesa supone el quinto socio comercial para Reino Unido en lo que a exportaciones se refiere. Fuera de los términos económicos, el movimiento migrante que se produce entre ambos países también es notable: en 2016 unos 6.800 irlandeses trabajaban en la zona financiera de Londres.

Para ampliar: “Irish-UK relations: past, present and future”, Embajada de Irlanda en Reino Unido, 2016

La República de Irlanda en la UE

Con el ingreso de la República de Irlanda en la Unión Europea, su posición en el panorama internacional se vio fortalecida al entrar a formar parte de un bloque de países que hacían frente con una política común a los desafíos de la comunidad internacional. Además, el ingreso ayudó a los irlandeses a dejar de depender casi únicamente de Reino Unido como socio comercial pese a contar con años de independencia a sus espaldas. Como socio del bloque comunitario, la República de Irlanda se beneficia desde su adhesión de fondos europeos —y será así, al menos, hasta 2020—, lo que contribuye a fortalecer su economía e infraestructura.

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda
Diferencia neta entre ingresos y gastos de la República de Irlanda con la UE. Fuente: Money Go Round

Dentro de la UE, los irlandeses han recibido unos 6.000 millones de euros de inversión por parte del Fondo Europeo Social; para cuando termine el presupuesto plurianual en 2020, habrá recibido 68 millones de euros de la iniciativa europea para velar por la existencia de empleos para menores de 25 años. Este dinero se destina, sobre todo, a facilitar la inclusión de jóvenes en el mercado laboral. Sin embargo, donde más se beneficia la república irlandesa de su pertenencia al proyecto comunitario es en la agricultura. La Política Agraria Común (PAC) promueve, entre otras cosas, que los agricultores irlandeses puedan sostener sus negocios de una manera más competitiva e invierte en proyectos que ayuden a mejorar las condiciones de vida de aquellos que se dedican al medio rural. Desde que se fundara la PAC en 2007, los granjeros irlandeses han recibido alrededor de mil millones de euros anuales. Además, entre 2007 y 2013 y también a través del PAC, se destinaron casi 6.000 millones de euros a ayudar económicamente a las zonas rurales más deprimidas de la república irlandesa.

Para ampliar: “La PAC, un pilar europeo en cuestión”, Luis Martínez en El Orden Mundial, 2018

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda
El producto interior bruto irlandés creció durante los años de la crisis financiera. Fuente: Irish Times

Ni siquiera la crisis financiera de 2008, que golpeó a toda la zona euro pero, en particular, a países como Irlanda, fue capaz de borrar los aspectos positivos de estar dentro de la Unión Europea o sembrar la duda en cuanto a la pertenencia. Y no es porque Irlanda no tuviera que hacer ajustes duros y dolorosos para la población —la tasa de desempleo ascendió a más de un 15% durante 2012—; tras la recuperación financiera, los irlandeses se encuentran, ahora más que nunca, en una posición privilegiada dentro de la UE: Reino Unido sale y ellos se quedan, y para Bruselas la prioridad son aquellos que permanecen. Irlanda se encuentra en un momento dorado en su relación con el proyecto comunitario —apenas un 10% de los irlandeses apoyarían una salida del país de la UE— y esa realidad es superior a cualquier lazo histórico o cultural que pueda unirla a Reino Unido.

La República de Irlanda, la cara A de la isla esmeralda fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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