Revista Sociedad

La República de Ragusa

Publicado el 13 junio 2014 por Oscar @olavid25
dubrovnik

La bahía de Dubrovnik y la ciudad antigua, la otrora República de Ragusa. (Foto: Wikipedia)

Uno ya no tiene paciencia para las ceremonias de inauguración de los grandes eventos mundiales. Vista aquella de las Olimpiadas de Barcelona, vistas todas. Me sumo, por tanto, a los que se perdieron a JLo, a la que he visto después muy maja, con un body algo escaso, unos tacones algo altos y una canción algo oída en el epílogo de un montaje que sirvió para inaugurar el mundial de fútbol de Brasil. En la calle, ganaron los uniformados, armados con espráis de pimienta, que utilizados a unos diez centímetros de los ojos de otros resultan muy efectivos y, en el campo, ganó amigos un japonés armado con otro espray, pensado en principio para marcar la ubicación de la barreras en las faltas.

La Fifa debe estudiar los compuestos de esta espuma que, al parecer, desaparece en tres minutos, porque el árbitro acabó más colocado que la propia barrera y vio un penalti donde no lo había. Éste es el peor error que puede cometer un señor japonés, o de cualquier otro lado, que se dedique a la siempre ingrata labor del arbitraje. Se puede perdonar, apelando a lo voluble y falible de la condición humana, que el árbitro no pite lo que pasa porque no se entera, pero resulta imperdonable que se invente una realidad paralela. Es que no has podido verlo, Nishimura, es que no ha sucedido, listo. La Torcida brasileña ya tiene un nuevo héroe.

Los croatas dan miedo, tan serios, salvo Modric, que se ha cortado el pelo después de ganar la Champions y da pena. En la memoria de un par de generaciones han quedado aquellas imágenes de tanto sufrimiento y tantas barbaridades de la Guerra de los Balcanes con paternidad de unos, de otros y del resto de Europa. Ayer, mientras una cadena de televisión retransmitía el partido, otra programaba un documental sobre el Mediterráneo. En Dubrovnik, los turistas han respondido a la reconstrucción de la ciudad llenando sus calles. Todos los días del año, la ciudad recibe un número de visitantes que dobla su población. La antigua República de Ragusa estuvo bajo protección de Bizancio, sometida a Venecia, pagó impuestos al rey de Hungría y al sultán de Constantinopla. Dubrovnik, que llegó a tener consulado en Sevilla, fue invadida por Napoleón, adscrita al Imperio Austrohúngaro y formó parte de la Yugoslavia de Tito. Después de la guerra, pesó a formar parte de Croacia, aunque no faltaron los partidarios de resucitar la República de Ragusa, una ciudad estado al estilo del Principado de Mónaco. Con este tamaño, lo difícil sería llegar al Mundial, aunque para que te atraque un imaginativo japonés, no sé si merece la pena.


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