Revista Opinión

La rifa de Damasco

Publicado el 04 septiembre 2013 por Vigilis @vigilis
Soy incapaz de ponerme en la piel de alguien que piense que el uso de armas de destrucción masiva contra población civil no debe tener una respuesta militar contundente. No alcanzo a ver las razones que puedan motivar a alguien a decir que la intervención militar en Siria es un error porque es como golpear un avispero o —trago saliva— que no se nos pierde nada en Siria.
La rifa de DamascoIntervenir en Siria no es como golpear un avispero, las avispas ya estaban allí antes de que localizáramos Damasco en un mapa. Lo de que no se nos pierde nada —a nosotros, a Occidente, a la civilización única existente, a la parte del planeta que no es barbarie—, merece que nos detengamos un poco. Desde los tiempos de la Escuela de Salamanca tratamos de saber qué significa la guerra justa. La guerra siempre es mala. La guerra es horrible. Es el fracaso total en el que todos pierden algo. ¿Cómo puede existir una guerra justa? ¿Cómo se puede justificar una guerra? ¿Justificar una guerra no es acaso justificar un crimen? Sí, pero.
Ojalá no existiera la barbarie. Ojalá Marco Aurelio viera cumplido su sueño de un mundo sin limes ni fuertes. Lamentablemente el sueño del emperador se truncó y quienes creen que el precio de la agresión es bajo se ven crecidos. Tientan a ver hasta dónde pueden llegar.
Comparto la idea de que cualquier instrumento que provoque daños humanos indiscriminados es un arma de destrucción masiva (aviones, tanques, ametralladoras, granadas...). Su uso por lo tanto debe tener una respuesta brutal para quitar las ganas de repetir. Y no sólo su uso. La simple fabricación o adquisición de estos instrumentos debe recibir una respuesta contundente. Uno no produce gas VX para obtener gominolas. Uno no almacena gas sarín para regar las plantas. Antes de que los criminales del régimen sirio usaran las armas químicas en Damasco, Occidente ya había fracasado.
Πολιτεία
La idea de una policía del mundo surge durante la expansión española en América. En los textos del XVI ya aparece la palabra «policía» como sinónimo de hacer cumplir la ley y velar por la seguridad de los inocentes. Nada que ver con los tipos que te ponen multas hoy. «Policía», del griego politeia (πολιτεία) es el buen gobierno y su mención recuerda a la construcción de un orden público, un arreglo para la convivencia, una serie de códigos de conducta. Sin πολιτεία estamos perdidos, nos convertimos en bárbaros, en salvajes, volvemos a las cavernas. 

La civilización occidental es la cosa más alejada de la barbarie que hoy conocemos. Que no llame a error el adjetivo «occidental»: el imperio nipón, por ejemplo, forma parte de esta civilización que es tan suya como nuestra. De Nueva York a La Coruña pasando por Tokio existe la certeza de una suerte de πολιτεία: el crimen se castiga, los niños estudian matemáticas y literatura, en general, el mundo público, civil, funciona. Hay normas que tienen en cuenta la dignidad del ser humano, la defensa de los inocentes y el deber de socorro.


La rifa de Damasco

Campo de Oncupinar, en Kilis, frontera sirio-turca.

Ah, pero el mundo no es un conjunto de repúblicas refinadas cuyas calles llenas de gente bien vestida y amable son testimonio del estado superior que ha alcanzado la convivencia de los hombres. Ni de lejos. El horror existe. Tratamos de no verlo y normalmente logramos no verlo. Así por ejemplo, el distrito de West Point en Monrovia no abre nuestros telediarios. Un lodazal donde la enfermedad, la esclavitud sexual, la droga, la violencia y la más abyecta podredumbre son el vivo retrato de lo contrario a lo que debe aspirar la civilización. Un lugar donde la vida humana no tiene ningún valor. El West Point es la barbarie. Los pijos de las ONG que a imitación de los sufridos misioneros van a ayudar a los negritos, se cuidan mucho de no pisar ese agujero inmundo. Nadie les puede culpar.
El horror, la barbarie, como los diablos de los mitos, adquiere formas. Durante décadas nos sentimos seguros dentro de nuestros limes. Apoyar a sátrapas más allá de nuestras fronteras es un método tan viejo como el mear. Dictadores que oprimen a naciones enteras con puño de hierro bajo un falso disfraz de modernidad y apariencia de formas occidentales no es, en principio, una mala idea. La esponjosidad de esos regímenes provocó muchas veces lentas pero inexorables transiciones a formas más amables de convivencia. Ni siquiera se puede afirmar que la civilización dependa de un único tipo de gobierno. No se pueden pasar por alto las viejas tradiciones ni las tristes historias de persecuciones. En Europa la gente se estaba arrancando los ojos por un mendrugo de pan hasta ayer por la tarde. Pero también es verdad que hasta ayer por la tarde no existían los medios para poner fin a las disputas por mendrugos de pan. Hoy existen no sólo los medios, sino también la oportunidad de defender una doctrina de intervención universal.

La rifa de Damasco

Los 150.000 sirios del campo de refugiados de Za'atari, lo convierten en la cuarta ciudad más poblada de Jordania.

Oportunidad y medios
Si hablamos de medios, debemos reconocer que la capacidad económica y militar de occidente es incomparablemente superior a la capacidad combinada del resto del planeta. Cuando el presidente sirio dice que Oriente Medio se convertirá en un polvorín si intervenimos, está ejerciendo de gallito. Cuando los generales rusos de rostros impertérritos parecen ser un gran impedimento para mandar al hamponato de Damasco al otro barrio, uno diría que están demasiado borrachos. Y si los criminales de Pekín no se avienen a razones, deseémosles buena suerte colocando sus productos en el maravilloso mercado siberiano. 

La rifa de Damasco

250.000 refugiados en el valle de la Becá, Líbano.

Si hablamos de oportunidad, ¿qué mayor justificación que la de responder contra el empleo de armas químicas? Es sencillamente impensable que se deje pasar este crimen por alto. No solamente como acto punitivo sino también como recordatorio a quienes alberguen la ilusión de poder retar a la comunidad internacional con sus programas de desarrollo de armas de destrucción masiva. Si no se responde contra Siria, Teherán recibirá un mensaje muy equivocado. Nadie quiere que Teherán reciba un mensaje confuso que les haga pensar que pueden montar cabezas nucleares en sus misiles balísticos. Sería lamentable que a algún guardián de la revolución se le pasara por la cabeza que Irán puede soñar con tener capacidad nuclear.
Opinión pública
Dicho esto, no se puede ignorar que existen farragosos procedimientos diplomáticos que hay que cumplir. Aparentar que la ONU sirve para algo más que para infectar a los haitianos con cólera es una representación teatral necesaria. La población y los países que no tienen capacidad de actuar contra Siria tienen que albergar la ilusión de que existe un orden internacional que comparte fines comunes. Aunque también es cierto que la ONU suele llegar tarde y a nadie le preocupa demasiado eso. 

La rifa de Damasco

Campo de refugiados de Domiz, Irak. 35.000 personas.

Esto es parecido a lo que sucede con la opinión pública. La opinión pública de los países lejanos a las guerras suele estar en contra de las guerras. Es enternecedor pero en parte también está justificado: los marineros y soldados son los que llenan ataúdes, no quienes toman las decisiones. Una doctrina de intervención universal debe tener en cuenta esto. La guerra justa debe asegurar que los primeros en caer sean los centros de mando enemigos. Hoy en día me resulta difícil de creer que no sepamos la localización exacta de todo general de cuatro estrellas de cualquier país del mundo y de sus cuentas bancarias. Al mismo tiempo, hoy en día existen armas muy sofisticadas que entran por las ventanas y por los desagües de los retretes. Reducir los objetivos militares puede resultar en un cambio favorable en la opinión pública, que si bien nunca apoyará la guerra justa, sí al menos reducirá el contexto de ruido en el que se mueven los líderes democráticos.
¿Cómo saber que no estás en el bando equivocado?
La rifa de Damasco

Esta pregunta es clave ya que de ella se infiere que existen bandos y que los bárbaros pueden pensar que ellos son los civilizados. El bando correcto, en mi opinión, suele ser aquél que se preocupa más de quién marca más goles en un partido de fútbol que de cuántas veces va a misa el vecino de grada. Tampoco ignoro que el bando correcto siempre es el que a la larga gana.
Hay quien se informa por Russia Today y cree que los rebeldes sirios también usaron armamento químico. En caso de ser cierto —yo no tengo ningún motivo para creerme nada de lo que diga Rusia—, sobre ellos también debe caer un severo castigo. El enemigo de mi enemigo no es mi amigo. El mundo se ha vuelto muy complicado, pero esta idea del mundo complicado lleva repitiéndose desde tiempos de Darío, así que no nos coge por sorpresa. En todo caso, que se investigue después de actuar contra quienes no se tienen dudas de su implicación en los gaseamientos.
En ningún momento olvidemos que una intervención occidental iría encaminada a impedir que los dudosos rebeldes obtuvieran la legitimidad que da la victoria. Arrebatarles la victoria a los rebeldes también es un objetivo.
El día después

La rifa de Damasco

Redibujando el mapa de Oriente Medio.

Hablar hasta aquí es gratis porque no se tiene en cuenta qué hacer después. En la muy educada y avanzada Alemania, los aliados necesitaron tres años de desnazificación antes de devolverles la soberanía que habían perdido en 1933. El Irak democrático y soberano tras la victoria aliada de 2003, todavía se enfrenta hoy a graves problemas de inseguridad, escasez y terrorismo. Siria solamente estaba un poquito mejor que Irak antes de empezar su guerra civil hace dos años. De forma orientativa, el plan para el día después no debe comprender un periodo de presencia internacional en Siria de menos de diez años. Esto significa programas de reconstrucción de infraestructuras destruidas por la guerra, inmensos programas de formación para combatientes desmovilizados y para una población peligrosamente joven y estúpida, el regreso de millones de refugiados a sus hogares, la interposición policial de fuerzas que reduzcan los ajustes de cuentas...
Todo esto tiene un coste, con lo que supongo que se concederán licencias comerciales y concesiones de gasoductos. Actualmente, el gas que viene del Pérsico acaba en Ceyhan (Turquía) dando un bonito rodeo. Disponer de los puertos sirios para embarcar este gas natural de los emiratos del golfo, acabaría pagando el coste de la intervención si el dinero no acaba en manos de los cuatro listos de siempre.
Más:


Volver a la Portada de Logo Paperblog