Revista Cultura y Ocio

"La senda del perdedor". Hasta otra, señor Bukowski

Publicado el 04 julio 2017 por Sofiatura
No conocía personalmente al señor Bukowski, pero me habían hablado tantas veces de él, que era casi como si lo conociese de toda la vida. Sus supuestas frases célebres, sus novelas y poemas, su personalidad macarra y su esencia decadente hacían de él una leyenda viviente. 
Así que me sentí un tanto nerviosa cuando quedé para citarme con él. Siempre que estás a punto de hablar por primera vez con una persona de la que sabes tanto aún sin haber mediado palabra con ella, te asaltan mil y un pensamientos sobre qué partes serán ciertas y cuáles no, si tus suposiciones se verán corroboradas o si te llevarás una desilusión al comprobar que poco de lo que decían era real. 
senda perdedor
Pero, ya nada más entrar, supe que todos los mitos eran verídicos. Aquel hombre amante de las borracheras que volcaba apasionadamente su melancolía depresiva en la bebida llegaba tarde para nuestra primera cita. Qué sorpresa. Entró, se sentó frente a mí en la mesa de aquel sucio y oscuro bar, y disparó su historia a quemarropa. Su aliento desprendía un evidente tufillo a alcohol, pero eso no le impidió pedir al camarero una botella de vino que fue rellenando con asiduidad en aquella deslucida copa de cristal. 
Sin lenguajes adornados ni grandes preámbulos, Bukowski me habló de La senda del perdedor. Me relató con pelos y señales la vida de un tal Chinaski que no solo por el nombre se parecía a él, sino también por ese trasfondo de violencia, alcoholismo, sexo y dolor mal curado que parecían dictar el curso de su vida. 
senda perdedor
Con una sencillez cruda pero sopesada, las alcoholizadas palabras del escritor me fueron llevando hasta la madre sumisa, el padre violento, la mediocridad académica y profesional, la desidia y carencia de ambición de un protagonista que Bukowski no me quiso decir hasta qué punto se parecía a sí mismo. A pesar de los tacos, las frecuentes menciones a los genitales masculinos y femeninos ("pollas" y "coños", no nos andemos con remilgos, que se trata de Bukowski), la obsesión por las mujeres y el sueño americano frustrado de un joven en los tiempos próximos a la Segunda Guerra Mundial, por lo único que me sorprendí fue por mi falta de incredulidad.
Y es que esa soledad y esa melancolía asfixiadas por el humo del tabaco, los tragos constantes, las peleas y el amor por la escritura era exactamente lo que me esperaba. Era como si Bukowski me hubiese contado ya mil veces aquella historia, porque todo lo que decían de él, o la imagen de sí mismo que voluntariamente o no había proyectado al mundo, eran simple y llanamente la verdad. La senda del perdedor era como el camino que lleva a casa. 
Para cuando hubo terminado, la botella de vino descansaba triste y vacía junto a su mano. Sus ojos empezaban a cerrarse y sus palabras se entrecortaban cada vez más en un murmullo borracho e ininteligible
-Hasta otra, señor Bukowski- me despedí.
Pero ya no me oía. 
Por Mrs. Sofía el 4/7/2017 

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