La soledad del portero suplente

No hay puesto más desangelado que el de portero suplente, porque todos los jugadores entrenan duro para hacerse con un hueco el domingo, con la diferencia, brutal diferencia, de que el portero suplente ya sabe de antemano que no pisará el césped, que se calzará las botas por cumplir con el protocolo futbolero, que llevará los guantes de la mano hasta su asiento, siempre el mismo, donde espera su oportunidad, donde anima a sus compañeros para que hagan las cosas que él no podrá demostrar, porque sólo existe un resquicio para que pueda competir, la lesión o la expulsión de un compañero, también guardameta, que volverá a la titularidad la semana siguiente, da igual lo que el portero suplente realice sobre el terreno de juego, no importa cuántos penaltys detenga o cuántos goles evite. El próximo partido volverá al banquillo, a sentirse desaprovechado, esperando una oportunidad que, probablemente, no llegue nunca. Nunca más.