Revista Religión

La sombra de San Pedro

Por Santos
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Pregunta: Hola Ramón. Quisiera preguntarte sobre la oración de la sombra del Señor San Pedro, si es una devoción católica, o no, o si sólo es una desviación media extraña la de esta devoción. Gracias. Espero tu respuesta.

Respuesta: Hola. Algo sabía ya de esta devoción sobre la que me preguntas.

Primero me gustaría hacer una introducción:
La Biblia (Hechos 5. 15) dice que las gentes "sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos". Esto demuestra la confianza del pueblo en los apóstoles, tanto en su mensaje como en sus personas. El contacto personal, el tocar, y sobre todo, la mediación, la intercesión era importante (y sigue siendolo) en la fe cristiana, en la devoción de la Iglesia y todo el pueblo.
Está claro que no es la sombra de San Pedro (29 de junio y 22 de febrero) quien sana, sino el mismo Dios, que usa de sus mediaciones, en este caso su Apóstol. Es el tema de la eterna incomprensión protestante: Si Dios no necesita mediadores ¿por que los utiliza? Aún no tienen respuesta a esta cuestión. Es evidente que si este buscar a los amigos de Dios fuera malo o supersticioso, el mismo San Pedro lo habría prohibido, pero él era consciente que, sin merecerlo, Dios actuaba por su medio.
Un poco más allá, en Hechos 19.12 nos encontramos esto "Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos". Esto es más "fuerte" aún, se trata de verdaderas reliquias... paños que han tocado a alguien santo, que trasmiten el poder de Dios. ¿Son los paños? ¿Es acaso San Pablo? No: es Dios. Pero, por qué, si Dios no necesita eso? La respuesta solo es una: La Iglesia, todos y cada uno de su miembros, media por todos y cada uno de sus miembros.
Ahora, amiga mía, aunque el hecho de "la sombra" de San Pedro es plenamente histórico, aparece en los Hechos de los Apóstoles, la oración y la devoción como tal tiene ciertos toques de superstición. Es de notar que aquellos hombres se apegaban a la sombra de San Pedro, porque lo tenían presente, pero en nuestro caso, no tiene sentido alguno, su "sombra" literal no la tenemos, pero tenemos algo mejor: su presencia ante Dios, orando por nosotros y protegiéndonos. Si San Pedro, en la tierra ya actuaba así, pues en el cielo ¡cuanto mejor no lo hará!
De todos modos, la llamada oración "de la sombra" de San Pedro no se dirige como tal a la sombra, sino al Apóstol y no tiene nada malo, lo malo estaría en la intención de quien la diga. Por eso, aquí se la pongo:
Librame Pedro Divino por tu caridad y amor;
hoy salgo yo al camino, gran Apóstol del Señor.
Te pido, Apóstol Sagrado que tan solo al invocarte,
si me veo atribulado tu siempre estés de mi parte.
En cualquier peligro grave, en cualquier triste aflicción,
donde quiera que yo ande, Pedro, pon tu protección.
Pues una merced te pido, por tu sombra refulgente,
son muchos los enemigos que me siguen diariamente.
De un asalto en el camino en la hora desastrada,
cúbrenos Pedro divino, con tu sombra tan sagrada.
Cuando yo al camino salga y me asalte el malhechor,
allí tu sombra me valga en el nombre del Señor.
Tú de Dios fuiste elegido para ser su secretario,
Apóstol Señor San Pedro, sírveme de relicario.
En la mansión de la tierra, en cualquier trance o peligro
de persecución o guerra líbrame, Pedro divino.
Haz que Dios goce en el Cielo, por ti todo bien se alcanza,
ábreme las puertas Pedro de la bienaventuranza.
Tú seas mi custodio y guía por donde quiera que salga.
En la noche o en el día, siempre tu sombra me valga.
Te pido con eficacia, Príncipe Apóstol Sagrado,
que no pierda yo la gracia, y que no muera en pecado.
Por aquel grande dolor cuando tu arrepentimiento,
Pedro, Apóstol del Señor, líbrame a cada momento.
Cuando mi alma perdonada sea de culpa inmortal,
no me niegues tú la entrada a la patria celestial.
Ruega al Señor por nosotros que te hacemos petición,
favorece a los devotos que rezan tu devoción. Amén.


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