Revista Viajes

La subida a Hautacam

Por Rafael @merkabici

Si hay un elemento que seduce al cicloturista a la hora de plantear sus vacaciones encima de la bicicleta, a la hora de hacer planes sobre este o aquel puerto a ascender, ese es la historia. Los paisajes, la dureza, la tranquilidad, hasta el encanto...todo ello es importante, pero en muchas ocasiones todos nos hemos desviado un poco de nuestro camino para subir ese puerto donde escribieron páginas gloriosas de este deporte.

En este caso el desvío va a ser justificado, ya que la subida a Hautacam lo tiene todo: longitud, dureza, bellos paisajes y una grandiosa historia detrás que habla de algunas de las gestas más renombradas en el Tour de Francia desde hace 20 años. En su cima han ganado ciclistas de la talla de Leblanc (tras hacer toda la subida a rueda de un Miguel Indurain que aquel día sentenció su cuarto Tour de Francia), Rijs, Javier Otxoa y Juanjo Cobo. Y siempre ha sido nominado como puerto de categoría especial, lo que da una buena idea de su dificultad.

Y lo cierto es que la distinción es más que merecida. Más de 16 kilómetros a una media del 7,5 % y alcanzando una altitud de más de 1650 metros con un desnivel de más de 1220 son números suficientes para ponderar esa dificultad. Pero lo más tremendo es que Hautacam es un puerto traicionero, uno de esos puertos al que sus números no le hacen justicia con la tortura que nuestras piernas nos gimen que están sufriendo mientras lo subimos.

La subida comienza de forma suave en la entrada del pueblo de Ayros-Arboux, con una primera curva de herradura. Aunque el primer kilómetro es bastante suave te recomendamos que llegues allí con un buen calentamiento en las piernas, porque ya desde el segundo la pendiente se va por encima del siete por ciento y apenas bajará de ese mínimo hasta la cima.

A la salida de Arboux nos vamos a encontrar con las dos principales características de este puerto: curvas de herradura (habrá casi veinte en toda la ascensión) y rampas criminales seguidas de pequeños descansillos que no permiten subir demasiado las medias de pendiente kilométrica (indicadas, como en todos los grandes puertos pirenaicos, con unos carteles en las cunetas) pero que se acaban convirtiendo en una escalera infernal que ni deja de sentirse en nuestras piernas.

Tras siete kilómetros de subida bastante sostenida con incluso algún descanso a la salida de Sant André comienza la zona más dura del puerto, con seis kilómetros por encima del nueve por ciento de media y rampas salpicadas al doce y trece prr ciento por doquier. Afrontar este tramo con cabeza, con precaución y aprovechar al máximo los descansillos que hay al final de las rampas será decisivo.

Desde allí hasta la cima aun restan tres kilómetros, el último bastante duro, que se superan por pura casta, con un recorrido muy entretenido plagado de curvas de herradura y que nos deja en la estación de esquí de Hautacam, con otro mito en nuestras piernas. Pero nunca, nunca derrotado, recuérdalo bien.


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