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La susurradora de fantasmas

Publicado el 18 abril 2010 por Sergiodelmolino

Ojalá pudiera decir que estoy enganchado al jako. O al alcohol. O a la metanfetamina. O a las grasas saturadas. O a las tragaperras. O al cinquillo. Ojalá pudiera confesarme cura pedófilo. Pero no. Mis vicios son mucho peores, mucho más indignos, mucho más degradantes. Y no hay asociaciones de rehabilitación, la sociedad no quiere redimir a la gente como yo. Como en la Edad Media, nos echan al lodazal con un cencerro colgado del cuello para que la gente pueda alejarse al oírnos llegar.

Sigo una serie muy mala. Tan mala como Entre fantasmas. Gosht Wishperer, la susurradora de fantasmas. Empecé viéndola con ironía, como cuando veo Intereconomía o el propio Telediario. Pero ahora ya no distingo los límites. Ya no sé si mantengo la coña o si la perdí hace tiempo.

LA SUSURRADORA DE FANTASMAS

En mi descargo diré que Entre fantasmas es basura, pero basura consciente de su basurez. Ofrece lo que da y no intenta hacer de ti una mejor persona. Vamos, que no es un culebrón ñoño y plano envuelto en trascendencia seudoexistencial como Anatomía de Grey, ni una historia rancia de princesitas añosas aficionadas a las sesiones de tuppersex disfrazada de producto chic y rompedor como Sexo en Nueva York.

Entre fantasmas es tan delirante y tan mala que te sientas a verla pensando que no puede ser tan delirante y tan mala. Y, bien mirada, no lo es (ah, no, por ahí no me pillaréis, no me rebajaré a glosar sus bondades, esas me las guardo para mí). Pero esa no es la cuestión. La cuestión es cómo algo tan insostenible logra sostenerse temporada tras temporada.

Punto de partida: Jennifer Love Hewitt, diva del cine de miedito adolescente, se monta una serie. La diva tiene tres talentos fuertes que han hecho de ella una starlette: el primero, su capacidad para entonar gritos de terror en varias octavas cuando es perseguida por un asesino en serie por un pueblo de la Deep America. Los otros dos talentos van juntos y, a veces, están recogidos por un sujetador, según la abertura del escote que luzca.

LA SUSURRADORA DE FANTASMAS

Jennifer, cabe tanto amor entre tus senos...

Y ya está: la serie empieza y termina en ella, pues la chica produce y protagoniza. Ella se lo guisa y se lo come, y se ha hecho una serie a su medida. A la medida de su escote, claro está.

Para empezar, el escenario es un pueblo ideal de la América ideal. El sueño húmedo de Sarah Palin: Grandview, un pueblito residencial del norte del estado de Nueva York, otoñal, mono y antiguo. Pero, sobre todo, anglosajón. En Grandview no hay ni negros ni hispanos. Bueno, de vez en cuando sale algún negro muy al fondo, para que no se diga. Negros presentables, quiero decir: abogados y cosas así, no ex presidiarios del gueto. En Grandview no hay raperos ni mariachis. En Grandview tampoco hay pobres.

Melinda (que así se llama el personaje de Jennifer) tiene un curro genial: corregenta una tienda de antigüedades en la plaza. Porque los habitantes de Grandview no solo tienen pasta, sino que gustan de pulírsela en cosas caras y elegantes para sus lindas casitas que las hagan parecer más anglosajonas todavía. Pero el curro no es genial por eso, sino por Delia, la socia de Melinda, una tía ultramaja y requetecomprensiva que acepta trabajar como una burra para que su amiga se pase el día de charla con fantasmas solucionando sus problemas. Por supuesto, Delia es fea, gorda y unos años mayor que Jennifer. Ser maja para ella no es una opción: es su única posibilidad de pintar algo en el mundo de Melinda. Y se puede permitir ser maja porque, al ser fea, gorda y vieja, no va a hacer sombra a las tetas de Melinda.

El panorama que tiene Melinda en casa es, sin embargo, mucho mejor. Los guionistas -a quienes Love Hewitt paga la nómina, no lo olvidemos- le han creado el marinovio más perfecto que una mujer soñar pudiera. Ni siquiera las cuatro protas de Sexo en Nueva York puestas hasta las cejas de prozac y helado de Häagen-Dazs serían capaces de imaginar un dechado de virtudes tan impresionante como Jim.

Jim pudo ser un broker de éxito en Wall Street, pero despreció el dinero para seguir su vocación: ser paramédico en un pueblo de mierda poblado por anglos ricos y racistas. Todo un idealista, vaya. Jim viste sobrio, un punto hortera, pero formal, tranquilizador, con look de perfecto yerno. Pero mantiene unas patillas que evocan un pasado algo salvaje. Por lo visto, le gusta el heavy metal, pero no lo escucha en casa porque a Melinda le atruena.

LA SUSURRADORA DE FANTASMAS

Jim, the real perfect guy.

De hecho, Jim lo hace todo por Melinda. Cuando Melinda quiere follar, Jim tiene una erección dispuesta. Cuando Melinda quiere una cenita romántica, Jim ya ha reservado en el restaurante más coquetuelo del lugar. Cuando Melinda quiere hablar con fantasmas, Jim conduce y utiliza sus contactos en la poli para encontrar información. Cuando Melinda quiere quedarse embarazada, Jim saca su caja de herramientas y se pone a montar la cunita del niño. Cuando Melinda sufre por las almas perdidas, Jim la abraza. Cuando Melinda quiere que le digan lo estupenda que es, Jim se lo susurra al oído -y su aliento huele viril, pero suave, como a lavanda sudada-. Cuando Melinda quiere que su amiga la fea ligue, Jim le busca una cita bajo la sutil coacción de partirle la cara al tipo si no se aviene a ayuntarse con la fea aunque supermaja Delia. Jim calla cuando Melinda quiere que calle, y siempre dice unas palabras justas y adecuadas cuando Melinda así lo requiere (del tipo: “Quiero dejar claro que no te quiero sólo por esas dos maravillosas aldabas que desafían toda la física newtoniana y que centran las miradas de todos los pajilleros aunque mojigatos espectadores que ven esta serie. Yo te quiero por tu intelecto y por lo portentosamente brillante y altruísta que eres, cariño. Por no hablar de que me encanta escuchar tus rollos de loca paranormal y que me saques de la cama a las tres de la mañana para perseguir a uno de tus putos fantasmas, zorrita mía. Por cierto, te he traído bombones, que sé que te gustan y que no comes para no engordar, pero sabes que yo seguiré babeando por ti aunque te pongas como una foca, especialmente, porque sé que nunca te vas a poner como una foca”).

Pero como tanta perfección estomagaría hasta a la perfecta Melinda, esos guionistas le han creado un amiguico que ejerza de contrapunto: Eli. Eli es cínico, inteligente (es profe en la uni, ojito), divertido y amargadete, pero buena persona. Y, sobre todo, buen amigo. Además, él escucha a los fantasmas (verlos, lo que se dice verlos, sólo los puede ver ella, pero él se acerca) y puede echar un cable a Melinda en sus misiones. Eso sí, su personaje encierra una moraleja: su cinismo y malalechura le han condenado a no encontrar el amor. Es un tipo solitario, y a Melinda le da penica, pero a él no le celestinea, porque en el fondo le conviene que no tenga pareja. Es decir: le conviene mantenerlo cachondo y con su escote a una distancia palpable -aunque moralmente inaccesible- para que le siga ayudando en sus misiones. Si Eli se echa novia, la amistad se irá al carajo (y la velada promesa, que nunca se cumplirá -pero que quién sabe si con una botella de vino y unas pastillitas-, de echar un polvo a lo bestia con la ídola adolescente).

Con estos mimbres tan endebles llevan ya cinco temporadas. Y yo con ella. Es mi narcótico preferido, mi droga más dulce, mi basura más sucia.

De momento, no quiero ni puedo desengancharme, pero algún día tendré que pasar por rehabilitación.


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LOS COMENTARIOS (1)

Por  valeria romian torres blacio
publicado el 10 julio a las 03:17
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ps para mi melinda la actriz de ghost whisperes es una buena actriz y soy su fans asi que no hablen mal de ella por que ni sabe sus vidas desgraciadas asi que asi quieren escrbier algo primero averiguen antes de poner algo negativo okis y es para todas las estupidas que no saben sus vidas ....... attt valeria romian torres blacio

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