Revista Maternidad

La tentación vive abajo

Por Lamadretigre

La tentación vive abajoTenemos chico nuevo en la oficina.

Que se llama El Soltero y es divino.

Es elegante, independiente, sonriente, inteligente, ama la gente.

Es juvenil.

A quien no haya pillado la referencia publicitaria le faltan años. Por si no se habían enterado ser joven ya no se lleva. Y ya que estamos, estar delgada tampoco. Desde ayer.

Como les iba contando, tenemos inquilino nuevo en Casa Tigre. Nos ha llegado esta mañana desde Ciudad del Cabo como un soplo de aire fresco con abdominales sixpack. Soltero y con compromiso ligero. Hace tanto que no me mezclo con esa especie que pensaba que estaban extintos.

Pero no. Existen. Son unos seres burbujeantes y descansados. Sin ojeras y con un rictus relajado de no haber luchado un colacao en su vida. Y son jóvenes. Independientemente de la edad que marque su identity card. El nuestro en concreto nació algunos años antes que yo pero a su lado parezco la abuela aquella de joroña que joroña. Como ven hoy la cosa va de anuncios. En esto también estoy a la última.

No nos damos cuenta pero la paternidad pasa factura. Con IVA del nuevo. Se nota en todo. La joroba sin ir más lejos. Los padres andamos siempre un poco encorvados. Ya sea porque llevamos algún churumbel físicamente colgando o porque nos pesan los dieciocho años de colacaos, deberes, lávate los dientes y no mastiques con la boca abierta que nos quedan por delante. Los solteros en cambio viajan livianos. El nuestro se ha venido para un mes con una mochila tamaño mili de las de antaño. Imagínense poder viajar sin cuna de viaje, orinal plegable, sillita de paseo, muda de recambio, portabebés, esterilizador y dosificador, dos botes de Dalsy y uno de Apiretal, pañales de dos tallas y toallitas con aloe vera. No pueden ¿verdad? Yo tampoco.

Y no sólo van ligeros por el mundo sino que además van relajados. Viviendo la vida según les viene sin saber qué les deparará la tarde. Una ducha, unas cañas, una siesta quizá. Igualito que nosotros que vivimos en un ay corriendo desde el desayuno hasta la cena pasando por dos piscolabis de entre horas, la comida, la merienda, la siesta de la mañana, la de la tarde, el baño, dos pañales de pis y uno de caca, el cuento y los deberes de refuerzo. Y esto es lo que llamamos vacaciones. Ya no te cuento en invierno cuando a esta rutina marcial hay que sumarle el colegio, la guardería y las extraescolares. Igualito.

Y es que los solteros tienen tiempo hasta de reírse a mandíbula batiente. No sé si se han fijado pero la risa de un padre tiene siempre un deje histriónico a caballo entre la histeria y la desesperación. Porque un segundo te estás riendo casi tranquilo mientras te tomas el aperitivo en una terraza y el siguiente estás con el corazón el boca rescatando a tu hija de un choque frontal en el tobogán o corriendo como alma que lleva el diablo para desenfundar el orinal portátil antes de que la otra plante un pino en el bolso de la señora de la mesa de al lado. Uno se ríe. Pero por no llorar.

Aquí lo tengo poniéndose al día con El Marido. Hace dos años que no se ven y tienen mucho que contarse. El Soltero está relajado saboreando su Weissbier mientras El Marido se las baja dobladas intentando obviar sin poder la sangrante realidad. Mañana por la mañana mientras El Soltero descanse impertérrito e imperturbable durmiendo la mona en el piso de abajo él tendra que vérselas y deseárselas con cuatro niñas y una resaca. Del quince. No es lo mismo. Ni de lejos.

Pero no se preocupen que no le vamos a dejar irse de rositas. Pues no somos nadie amargándole las vacaciones al prójimo. Nos lo llevamos a la playa. Dos mil quinientos kilómetros encerrado en la furgoneta con nosotros. Que no le pase nada.


Filed under: El ocio y otros seres invisibles


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