Revista Cultura y Ocio

La tierra que pisamos. Jesús Carrasco

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La tierra que pisamos. Jesús Carrasco
     "Hoy me ha despertado un ruido en mitad de la noche. No un ronquido de Iosif, que, raro en él, a esa hora dormía a mi lado en silencio, medio hundido en la lana del colchón. He permanecido tumbada, con la mirada detenida en las vigas de haya que sustentan el techo, apretando fuertemente las sábanas en busca de una firmeza que el lino tan sutil no ha logrado."
     Cuando uno entra en la literatura con la potencia que lo hizo Carrasco con su primera novela, la segunda es vital para saber si se está a la altura. De hecho si tuviera la oportunidad, seguramente le preguntaría a Carrasco si eso del miedo escénico existe, y si lo ha padecido durante los días siguientes a la salida de este libro a la venta. Hoy, en definitiva, traigo a mi estantería virtual, La tierra que pisamos.
     Conocemos a Eva, una mujer casada con un coronel sanguinario que ahora es totalmente dependiente de ella. Viven en un país extranjero para ellos, España, invadido por el imperio al que pertenecen. A las puertas de su casa llega Leva, un mendigo silencioso, un hombre despojado de cuanto posee salvo de su memoria. Eva, contraviniendo las leyes de su propio imperio, lo acoge, y reconstruye lo que este hombre ha vivido.
     Carrasco, como ya hiciera, comienza la novela de forma abrupta, sin localizarla del todo en el espacio o en el tiempo. Nos sabemos en la zona extremeña y apuntamos hacia un futuro no demasiado lejano. En ese contexto hay un imperio que ha invadido Europa, y sometido bajo su yugo cruel a los habitantes de cada país tomado. No sólo eso, sino que también vigila a quienes van a residir a esas zonas, vistiendo de protección lo que no es otra cosa que control. Este será el escenario elegido para la segunda novela de un autor encumbrado en su debut. Y este será el mundo en el que Eva, nos narrará en primera persona una historia que destaca por el cuidado extremo de su estilo. Esta vez, y yo lo he agradecido, Carrasco no acude a la búsqueda de ese léxico tan marcado que tuviera en Intemperie, perdiendo el significado de algunas frases al esconderse en palabras rimbombantes o ya en desuso. Aquí lo que marca la novela es un estilo directo y descarnado, propio del hastío de quien ya ha visto todo y tal vez por ello parezca insensibilizado a la hora de relatar cuanto le rodea.
     Eva contraviene la ley y se esconde de su propia patria. Una patria que la respeta por su posición, pero que también la atemoriza mientras vive condenada a cuidar de un marido por el que, poco a poco, irá mostrando su desprecio. Pero sólo al lector, nunca de forma pública. Porque ella se esconde lo mismo que esconde a ese hombre que pensó en un primer momento que podría matarla. No sólo eso, sino que desarrolla además un sentimiento, una necesidad de contar su historia que se ve acrecentada por el silencio de Leva. Y en ese momento, encajamos las piezas y tenemos su mundo condensado en tres personajes. El imperio invalido, sanguinario, respetado y aún vigilante en Iosif; los que despiertan, el pueblo que comienza a ver dónde está y lo que está haciendo en Eva; y las historias que no importaron, los pueblos sometidos, las muertes, los que jamás regresaron, en Leva.
     Elegido Eva como personaje central, como piedra sobre la que bascula la historia ya que es ella quien decide relatar la del mendigo, nos enfrentaremos a los otros dos hilos pertenecientes a él; la detención y exterminio de su familia y el trabajo forzado. Asistiremos a terribles paseos talando árboles, a muertes, quemas, pobreza, incomprensión y suciedad  y también a la compasión y el horror que provocan estas historias en Eva y en su necesidad de conocerlo todo.
Todo ello lo iremos conociendo en una narración estática en la que ya sabemos cual es el punto actual. Y eso hace que la novela no termine de funcionar, no agarre al lector estrujándolo en lo terrible que representa. Los personajes, tan bien dibujados en un primer momento, llegan a quedarse estáticos frenando la novela mientras asistimos a su despiece. Tal vez sea eso, o el exceso de control que tiene sobre la historia y nuestra percepción la protagonista, lo que ha provocado que no termine de sentirme cómoda con ella. Pero ha sido un runrún constante del que no era capaz de despegarme, o quizás sea voluntad del autor no redimir ni siquiera un instante a nadie en esta historia. Aún así, el resultado es satisfactorio, aunque me vuelve a pasar como con Intemperie, y no acierto a ver ese punto brillante que deslumbra a casi todos en las letras de Carrasco. Tal vez, sea simplemente que no encajamos y me toque entonar ese ya manido "no eres tú, soy yo" aplicándolo a las letras.
     Con esto de las novelas que llegan y gustan a todo el mundo, que se ensalzan y uno parece que se queda descuadrado al no disfrutar tanto como el resto, a veces me siento en un universo paralelo. Y vosotros, ¿recordáis algún título con el que os haya pasado eso?
     Gracias.

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