Revista Cultura y Ocio

La Tristeza del Samurái, de Víctor del Árbol

Publicado el 14 diciembre 2014 por Goizeder Lamariano Martín
La Tristeza del Samurái, de Víctor del Árbol Título: La Tristeza del Samurái Autor: Víctor del Árbol Editorial: Al Revés Año de publicación: 2011 Páginas: 411 ISBN: 9788467245394 En octubre descubrí a Víctor del Árbol con Un millón de gotas, su cuarta y última novela, y no he podido esperar más para repetir con este autor que me tiene fascinada. Por eso en la última visita a la biblioteca cogí La Tristeza del Samurái, su segunda novela. Un libro que aunque no me ha gustado tanto como el anterior sí que me ha hecho disfrutar mucho y me ha dejado con ganas de seguir leyendo a este gran escritor que con solo dos obras ya se ha convertido en uno de mis favoritos. Una vez más nos encontramos con dos tramas, separadas en el espacio y en el tiempo.  Dos hilos argumentales que nos atraen por igual, con el mismo peso, la misma importancia, el mismo interés y, sobre todo, dos hilos que se entrecruzan, se entretejen y nos atrapan como una tela de araña.
En diciembre de 1941, en Mérida, conocemos a la familia Mola. El marido, Guillermo, es un poderoso falangista que hace y deshace a su antojo, sembrando el temor y el miedo, haciéndose respetar a base de fuerza, violencia e injusticia. Su esposa, Isabel, es una mujer atrapada, acorralada por su marido y la red que ha tejido a su alrededor. Quiere escapar, huir, pero no sabe cómo. Y quiere hacerlo no solo por ella, también por sus hijos. Fernando tiene 19 años y es un joven que aunque quiere no puede enfrentarse a su padre. Andrés, con tan solo 10 años, es un niño especial, diferente, sobreprotegido, que vive en su mundo de samuráis, su mayor pasión y obsesión. Y justo cuando Isabel se arma de valor para intentar huir, es asesinada. Junto a Guillermo Mola está Publio, su mano derecha, su perro guardián, alerta, fiel, siempre dispuesto a obedecer las órdenes de su amo, sean las que sean. Ninguno de los dos tienen escrúpulos, ni conciencia, ni sentimientos. Únicamente una ansia desmedida y enfermiza por el poder. En mayo de 1981, en Barcelona, conocemos a María Bengoechea, una joven abogada de prestigio que agoniza en una cama de hospital. Sabe que son sus últimos días, pero ya nada le importa. Está demasiado cansada después de todo lo que le ha tocado ver y vivir en los últimos meses. A su lado únicamente están Gabriel, su padre, un viejo también moribundo, condenado, casi vegetal, con el que nunca se ha llevado ni bien ni mal porque ninguno de los dos son capaces de expresar lo que sienten el uno por el otro. Demasiados silencios durante demasiados años. Y Greta, su colega de bufete y su compañera sentimental, su refugio de Lorenzo, su marido, uno de sus muchos y grandes errores. Y en medio de todos ellos está la familia Alcalá. Marcelo, un maestro rural que daba clases al pequeño Andrés. Su hijo César, un inspector de policía de Barcelona dispuesto a hacer lo que sea para encontrar a Marta, su hija, desaparecida años atrás. ¿Qué relación existe entre las tres generaciones de los Alcalá, una familia maldita, víctima de demasiado sufrimiento, desgracias y dolor durante mucho, muchísimo tiempo, con la familia Mola? ¿Y qué tienen que ver María y su padre Gabriel con los Alcalá o con los Mola? ¿Qué papel desempeñan personajes como Ramoneda, Recasens o Marchán en este puzle tan bien estructurado? Eso es lo que tendremos que descubrir los lectores mientras devoramos las páginas casi sin darnos cuenta. Tengo que confesar que me costó entrar en la historia, esta vez no me enganchó desde el principio, me costaba saber quién era quién. Pero al final la trama, porque aunque dividida en el tiempo es una, tan entrecruzada está, me atrapó sin remedio. Los personajes no me han resultado tan cercanos, complejos, profundos y bien perfilados como en Un millón de gotas. María me ha caído bien, pero nada más, no he logrado sentirme identificada con ella. Y el resto de personajes me han provocado aprensión, odio, repulsa, asco... Todos excepto César Alcalá, por el que en todo momento he sentido una predilección que se ha extendido a toda su familia. No sé muy bien cómo explicarlo. La trama, la historia me gustaba, me enganchaba y fascinaba, pero no llegaba a conectar del todo con los personajes. En todo momento he sentido que era espectadora, testigo, a distancia, desde fuera y desde lejos, no estaba dentro de la historia, tan solo en la superficie. Al leer el final y cerrar las páginas me quedé con una sensación de desasosiego, de vacío. Pero he estado dándole muchas vueltas a todo este asunto y me he dado cuenta de que no era algo negativo, si no todo lo contrario. El autor consigue transmitir tan bien cómo son los personajes que todo eso llega al lector con demasiada fuerza, demasiada brutalidad e intensidad que, como me ha pasado a mí, muchas veces cuesta asimilar y digerir y la gran maestría del autor puede llegar a confundirse con un regusto amargo en el lector. Porque no resulta fácil conectar con personajes atormentados durante cuarenta años por los recuerdos del pasado. Un pasado que llega hasta el presente y lo llena de odio, rencor, venganza, dolor, culpa y sufrimiento. De todo eso y de mucho más nos habla esta historia de traición y lealtad, de poder y de corrupción, porque todos, en mayor o menor medida, estamos podridos y sucios por dentro. Nadie escapa a la maldad. Y aun así, ¿es posible el perdón, el olvido, la redención o el amor? Si tengo que ponerle un pero a esta novela es la ambientación histórica porque aunque la División Azul me ha parecido necesaria, útil y bien utilizada en la historia, con el intento de golpe de Estado del 23-F me ha ocurrido todo lo contrario. No me ha aportado nada y me ha resultado innecesario y totalmente prescindible.
Sin duda me quedo con la trama y con el estilo de Víctor del Árbol. Impecable, cuidado, exquisito y, al mismo tiempo, cercano, intenso, visceral. Una novela que os recomiendo por el estilo, pero también por la historia y por los personajes. Eso sí, no os extrañéis ni os preocupéis si os deja un mal sabor de boca cuando la terminéis. Es triste, dura, cruel. Y nadie somos capaces de escapar a la tristeza, ni siquiera los samuráis.  Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí

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