Revista Cine

La Última Estación

Publicado el 15 junio 2010 por Diezmartinez
La Última Estación
El veterano cineasta americano Michael Hoffman ha sido, a lo largo de sus dos décadas de carrera cinematográfica, no muy consistente que digamos. Aunque reconozco que no he visto todas sus películas, sí he revisado las suficientes como para no hacerme demasiadas ilusiones cuando aparece un nuevo filme dirigido por él.
Hoffman ha realizado lo mismo correctas cintas de época -Restauración (1995)- que blandos vehículos de lucimiento de estrellas hollywoodenses -Un Día Muy Especial (1996)- que muy menores adaptaciones literarias -Sueño de una Noche de Verano (1999). De hecho, su mejor filme hasta la fecha era, creo yo, el espléndido melodrama docente/juvenil Lección de Honor (2002) con Kevin Kline como el recto profesor de historia clásica en un elitista colegio privado. Y digo que esa era, en pasado, su mejor cinta porque La Última Estación (The Last Station, GB-Alemania-Rusia, 2009) ha llegado para ocupar ese lugar: el décimoprimer largometraje de Hoffman es lo más cerca que ha estado el cineasta hawaiano en dirigir una obra mayor.
Estamos en Rusia, en 1910, en las vastas propiedades del conde Lev Tolstoi (Christopher Plummer terrenal), en donde vive, discute, propone y sueña su utopia neo-cristiana de igualdad, celibato y resistencia pacífica. Su esposa, la ingobernable condesa Sofya Andreyevna (soberbia Helen Mirren, quien debió haber ganado el Oscar), está harta de tanta admiración perruna de parte de los seguidores de su marido. Ella mejor que nadie sabe quién fue y qué hacía "su gallo" en su rozagante juventud: sus puterías, sus infidelidades, su voraz pasión sexual/sensual por la vida entera. Pero el "representante" e "hijo espiritual" de Tolstoi, Vladimir Chertkov (Paul Giamatti) quiere al anciano "Cristo" para él y su movimiento tostoiano, así que envía a las idílicas propiedades del conde al idealista jovencito Valentín Bulgakov (James McAvoy cumplidor) para que le sirva de secretario/espía. Es evidente para Chertkov que la operática condesa Sofya es la enemiga a vencer y, al principio, eso cree también el propio Bulgakov. Muy pronto se dará cuenta que no es así y menos cuando en la comuna proto-hippie en la que vive el tímido muchacho comparte ideales -y otras cositas más- con una bellísima rusa de no malos bigotes llamada Masha (sexy Kerry Condon).
Realizada con una sobriedad y competencia estilística de primer nivel y con un reparto en el que no hay una sola nota falsa, La Última Estación aparece ante nuestros ojos como fascinante cinta biográfico-histórica sobre el último Tostoi, tan idealista como contradictorio, tan admirable como desesperante; y, al mismo tiempo, como una capciosa parábola cristiana a través de la cual vemos como el siempre dudoso, siempre terrenal conde Tolstoi es secuestrado emocionalmente por su mejor/peor seguidor -el insoportable Chertkov- para construir con él una religión que poco tiene que ver con el auténtico Tolstoi, ese anciano vital, putañero, alegre y generoso que siente por cada poro de su piel, que huele cada aroma del bosque, que cacarea orgullosamente en la cama de su anciana gallina indomable.
Hoffman ha realizado, sin duda, su película más redonda y de mayor trascendencia, pues pocos discursos pueden ser más pertinentes que recordarnos que el amor por el prójimo, así, en general, es una tontería. Hay que amar al prójimo que tenemos a un lado, con nombre y apellido. O, en este caso, amar a la prójima. Como la Masha de Kerry Condon. Como la condesa Sofya de Helen Mirren.

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