Revista Historia

La Venganza Catalana o cuando la palabra "catalán" aterrorizaba a todo el mundo

Por Ireneu @ireneuc

Una de las principales reivindicaciones que se ha hecho durante los últimos siglos desde Catalunya, ha sido el poco respeto que se tiene a las peculiaridades catalanas desde los órganos de gobierno del Estado Español. Este poco respeto a la realidad catalana, que se refleja constante y repetidamente desde todos los ángulos posibles, empezando desde el cultural, pasando por el político y acabando por el económico, ha hecho que los catalanes tengan la sensación de ser tomados por el pito del sereno desde España, la cual cosa ha dado alas a un independentismo que hasta hace poco era meramente residual. Con todo, esto es en la actualidad, pero... ¿conocía que hubo un tiempo y un lugar en que sentir la palabra " catalán" ponía los pelos como escarpias al más osado? Pues aunque le parezca mentira, así fue, llegando al punto de que su recuerdo transcendió los siglos fruto de lo que se ha dado a conocer como " Venganza catalana ".

Hoy en día, tal como está la cosa de revuelta a nivel político, el decir que eres catalán, en según qué ambientes, no está exento de cierto riesgo (en unas partes moral, en otros, directamente físico) en tanto que, los prejuicios y los ataques parciales de todo tipo que se lanzan contra los catalanes desde los medios de (des)información, han calado con más o menos profundidad en la sociedad española. No obstante, si esta situación hubiese sucedido durante el siglo XIV, les puedo asegurar que los despectivos " polacos" o " catalufos" con que se nos obsequia ahora desde según qué rediles, se iban a quedar de una candidez digna de la Madre Teresa de Calcuta habida cuenta las verdaderas barbaridades que un grupo de catalanes se dedicaron a hacer allí por donde iban: los almogávares.

Durante la Reconquista, uno de los cuerpos de élite del ejército de la Corona de Aragón eran los conocidos como almogávares. Este cuerpo de infantería ligera lo formaban mercenarios catalanes y aragoneses que con un mínimo de equipación, mucha disciplina, mucha contundencia y pocos escrúpulos, eran unas reputadas fuerzas de choque contra los ejércitos musulmanes, viviendo básicamente de los botines que pillaban allí por donde se les mandaba luchar. Sin embargo, en llegando al río Segura, la reconquista por la parte catalano-aragonesa se paró, dejando a los almogávares compuestos y sin moros, lo que les llevaba a ir enredando allí por donde estaban.

Así las cosas, y dado que las cosas pintaban bastos entre Aragón (con su aliado, Bizancio) y Francia (con su aliado el Papa) por el control del Reino de Sicilia, el príncipe Federico de Aragón -pretendiente al trono siciliano- decidió, para acabar con el problema, contratar en 1296 a los almogávares comandados por el capitán de origen alemán Rutger von Blum, más conocido por el nombre catalanizado de Roger de Flor. Su trabajo acabó en 1302 quedando de nuevo en el paro, cosa que aprovechó el emperador bizantino Andrónico II para contratarlos, ya que los otomanos les estaban dando la del pulpo en la península de Anatolia. Los almogávares, organizados en la que se llamó Magna Societas Catalanorum (Gran Compañía Catalana), tal como contratados, hicieron.

Apostados en Galípoli, en el lado europeo del estrecho de los Dardanelos, los 7.000 efectivos almogávares (4.500 infantes, 1.500 caballeros y 1.000 marineros), durante los 2 años siguientes se dedicaron a luchar contra los otomanos, los cuales aspiraban a llegar a Constantinopla. La brutalidad que desplegaban al grito de Desperta Ferro! o Aragó! Aragó! los hizo temibles, venciendo a ejércitos muchas veces superior en número, al no dejar títere con cabeza por allí por donde pasaban. El problema era que, por un lado, la convivencia con la población civil no era muy buena (acostumbrados a cortar cabezas a diestro y siniestro, no les pidieses delicadezas) y, por otra, que tanta victoria tenía que ser pagada y los bizantinos estaban más arruinados que don Pepito. ¿Y cual era la forma más rápida de arreglar ambos problemas? Eliminando la Compañía. Fácil, ¿no?

Los bizantinos, atacados por todos los flancos posibles -la cual cosa implicaba unos gastos tremendos- necesitaba quitarse a los almogávares de Roger de Flor de en medio como fuera. Así que, en enero de 1305 el hijo del emperador (de hecho coemperador) Miguel IX Paleólogo llamó a Roger de Flor a Adrianópolis donde lo invitó, junto a 150 almogávares de su guardia, a cenar. El único inconveniente es que, llegado un momento, los bizantinos pasaron a cuchillo a toda la expedición catalana, no dejando ni uno vivo. Asimismo, el ejército imperial junto efectivos mercenarios alanos e incluso civiles, hicieron un ataque conjunto a todas las posiciones almogávares del país a fin de acabar con ellos de una vez por todas, llegando a sitiar la plaza fuerte de los catalano-aragoneses en Galípoli. La reacción de los almogávares dejó en bragas a los ejércitos bizantinos, mucho más numerosos.

Tras la traición, los mandos almogávares declararon la guerra a Bizancio, y tras ver cómo sus mensajeros eran descuartizados (literal) por los mandos bizantinos, en vez de resistir indefinidamente y esperar de brazos cruzados su fin, decidieron hundir sus barcos -para evitar la tentación de huir- y salir de las murallas de Galípoli a acabar con los asediadores... y vaya si acabaron con ellos.

La crónica de Ramón Muntaner (que era, además, uno de los capitanes de las tropas aragonesas) dice que con menos de 3.000 efectivos, los almogávares acabaron con 20.000 infantes y 6.000 caballeros bizantinos. También dice que bajas propias sólo fueron un caballero y dos infantes... aunque se ha de reconocer que es un poco difícil de creer.

A partir de entonces, y durante los siguientes dos años, los almogávares se dedicaron a ir de "ruta" macabra por lo que hoy conocemos como Grecia, vengando el asesinato de Roger de Flor y de sus compañeros, acabando con todo ejército bizantino que les saliera al paso y haciendo una política de tierra quemada allí por donde pasaban. Ello significaba no hacer ni un prisionero, arramblar con todo lo que pillaban y acabar con la vida de todo el mundo que se les pasaba por delante, ya fuera soldado, mujer, anciano o niño, sembrando el caos más absoluto a su paso y marcando el acervo de los pueblos de aquella zona, llegando hasta la actualidad. No en vano, "catalán" en albanés significa monstruo, y en búlgaro y griego forma parte de insultos de la más baja estofa. Pero... ¿qué pasó con los almogávares?

A partir de entonces, la Compañía Catalana de Oriente se dedicó a sus "mercenariados" habituales y luchando unas veces contra unos y otras contra otros, siguió con su " tournée" griega, hasta que, en 1311, habiendo sido contratados por el Duque de Atenas, Gautier V de Brienne -de origen franco- para luchar contra los bizantinos, se le ocurrió no pagarles el salario y, como respuesta, los almogávares arrasaron con los francos tomando el poder en la zona. Ello significó la sedentarización de la Compañía y, de rebote, su propia desintegración, aunque a su vez implicó la incorporación de los ducados de Atenas y Neopatria a la Corona de Aragón durante casi un siglo.

En definitiva, un episodio sangriento y truculento que no se ha de olvidar, no tanto para estar orgulloso de él -que no es el caso- sino para que nadie olvide que todos los pueblos, todas las culturas, todas las personas, tienen una historia tan honorable (o abominable) como las demás y que, por tanto, merecen todos el mismo respeto. Un respeto y una igualdad que, demasiadas veces, los poderosos se olvidan de que existe.


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