Revista Ciencia

La vida en Facebook

Publicado el 11 marzo 2015 por Rafael García Del Valle @erraticario
<img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/plugins/send-to-kindle/media/white-15.png" alt="" title="" width="" height="" data-recalc-dims="1">Send to Kindle<img src="data:image/gif;base64,R0lGODlhAQABAIAAAAAAAAAAACH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAICRAEAOw==" data-lazy-original="http://i2.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/03/facebook-257829_1280.jpg?resize=472%2C265" alt="facebook-257829_1280" title="" data-recalc-dims="1"><noscript><img src="//i2.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/03/facebook-257829_1280.jpg?resize=472%2C265" alt="facebook-257829_1280" title="" data-recalc-dims="1">Brock es un asesino y se le nota feliz. El psiquiatra lo observa. Intercambian unas pocas frases de tanteo. Suficientes para que el m&#233;dico piense la palabra &#8220;violento&#8221;. Brock, que sabe de qu&#233; va la cosa, adivina su pensamiento. Con la sonrisa que siempre le acompa&#241;a desde que est&#225; en prisi&#243;n, le explica: &#8220;No, s&#243;lo con las m&#225;quinas que chillan y chillan&#8221;.Su primera v&#237;ctima, cuenta Brock, fue el tel&#233;fono. &#8220;Luego mat&#233; a tiros al televisor&#8221;. El psiquiatra le interrumpe. Es preciso concentrarse en el primer caso, all&#237; donde empez&#243; todo. &#191;Por qu&#233; alguien comenzar&#237;a a odiar el tel&#233;fono? Por supuesto, la cosa viene de la infancia, y de un t&#237;o que lo llamaba &#8220;la m&#225;quina de los fantasmas&#8221;. El tel&#233;fono era un triturador, &#8220;le sacaba a uno la personalidad hasta que por el otro extremo sal&#237;a una voz de pescado fr&#237;o, toda acero, cobre, pl&#225;sticos, sin calor, sin realidad&#8221;. As&#237; era muy f&#225;cil ganarse enemigos, &#8220;el tel&#233;fono cambia el significado de las frases&#8221;.El tel&#233;fono no era el &#250;nico problema. Estaba la televisi&#243;n, la radio, las pel&#237;culas con publicidad. Tambi&#233;n estaba la m&#250;sica. Por todas partes. Y los intercomunicadores. Y las radiopulseras, irresistibles para cualquiera. &#8220;Mis amigos estaban siempre llamando, llamando, llam&#225;ndome. Demonios, no me dejaban tiempo para nada&#8221;. Viajar en autobuses llenos de gente era un infierno. Que si cari&#241;o estoy en la calle 47, cari&#241;o ya voy por la 48, cari&#241;o ahora en la 49&#8230;Brock se justifica: &#8220;Quiero mucho a mis amigos, a mi mujer, a la humanidad. Pero cuando mi mujer me llama para preguntarme: &#191;D&#243;nde est&#225;s ahora, querido?, y un amigo me llama y dice: &#191;Conoces este chiste verde? Parece que una vez un tipo&#8230; Y un desconocido me llama y grita: Esta es la encuesta Encuentra-R&#225;pido. &#191;Qu&#233; caramelo de goma est&#225; masticando en este instante? &#161;Bueno!&#8221;.As&#237; que un d&#237;a ya no pudo m&#225;s y estall&#243;. Revent&#243; el intercomunicador de la oficina. Inund&#243; con helado de chocolate la radio. O sea, comenz&#243; una revoluci&#243;n por su cuenta. Hasta que se meti&#243; en un autob&#250;s con un aparato de interferencias y dej&#243; a todo dios sin radiopulseras. &#161;El p&#225;nico! Toda aquella gente sin poder hablar con nadie m&#225;s que con el resto de personas a su alrededor. Silencio. Caos. El autob&#250;s tuvo que parar y la polic&#237;a se llev&#243; al alborotador.Brock sigue contando fechor&#237;a tras fechor&#237;a durante un buen rato. El psiquiatra lo mira unos segundos pensativo: &#8220;&#191;Y no quiere que lo ayude la Oficina de Salud Mental? &#191;Est&#225; preparado a soportar las consecuencias?&#8221;.Por supuesto que lo est&#225;. La revoluci&#243;n no ha hecho m&#225;s que comenzar. Aunque, la verdad, hasta para Brock ser&#225; una pena tener que acabar con todo aquello que promet&#237;a un mundo mejor. Pero la gente confundi&#243; la calidad con la cantidad, como siempre. &#8220;Era tan agradable al principio. La sola idea de esas cosas, tan pr&#225;cticas, era maravillosa. Eran casi juguetes con los que uno pod&#237;a divertirse. Pero la gente fue demasiado lejos, y se encontr&#243; envuelta en una red de la que no pod&#237;a salir, ni siquiera advert&#237;a que estaba dentro&#8221;.En cualquier caso, la revoluci&#243;n la tendr&#225; que hacer otro. A Brock va a ser dif&#237;cil salvarle del l&#237;o en que se ha metido. O eso deja entender Ray Bradbury, que es el que cuenta la historia en un relato de 1953: &#8220;El asesino&#8221;.Hay que ser un profeta para avisarnos de lo enfermizo que iba a ser esto de la saturaci&#243;n en las comunicaciones. Tan profeta que, ciertamente, apenas quedar&#225;n dos o tres Brock destrozando transistores con helado de chocolate de aqu&#237; a una generaci&#243;n. Hoy ya es el d&#237;a en que la cualidad m&#225;s valorada por los medios de comunicaci&#243;n es su potencia invasiva.El proceso es conocido: primero, fueron las p&#225;ginas web capaces de reunir en un solo canal texto, voz, imagen y v&#237;deo; luego, la posibilidad de acceder a ellas y a sus primas las aplicaciones desde cualquier lugar con un &#250;nico dispositivo m&#243;vil.El siguiente paso est&#225; siendo la integraci&#243;n en lo digital de las vidas privada y p&#250;blica en una &#250;nica plataforma. Con m&#225;s de 1.350 millones de usuarios, Facebook se ha ganado el derecho a monopolizar la convergencia entre conversaciones personales y el discurso p&#250;blico.El discurso propagado a trav&#233;s de un medio tradicional es impersonal y unidireccional, pero en las redes sociales se crea la ilusi&#243;n de interactividad: cuando un personaje famoso, generalmente encarnado en su equipo de community managers, cuelga un texto o imagen en la red social, la audiencia siente la necesidad de comunicarse personalmente con esa figura fantasma, y a tales efectos se le permite hacer los comentarios que quiera. A la gente parece no importarle que sus palabras se pierdan en una tromba de cientos o miles de textos en apenas unos minutos que nadie va a leer.Hace ya algunos a&#241;os, Randi Zuckerberg, la que fuera responsable de marketing de Facebook hasta 2011 y hermana del fundador de la red social, explicaba as&#237; la din&#225;mica de la plataforma: &#8220;Los usuarios de Facebook se unen a grupos para debatir las cuestiones, temas y actividades que son importantes para ellos. Se convierten en seguidores de los famosos, marcas, personalidades p&#250;blicas y empresas&#8221;.No hace mucho, todav&#237;a se pod&#237;a pensar que alimentar la vida p&#250;blica con chismes y simpat&#237;as privadas era populismo. Hoy, comienza a pensarse que no hacerlo es falta de actitud y se penaliza con la ausencia del &#233;xito en cualquiera de sus formas social, econ&#243;mica y/o pol&#237;tica.El resultado de esta tendencia es un incesante batiburrillo en que se homogenizan opiniones, chismes, chascarrillos o noticias que podr&#237;an estar en la portada de un peri&#243;dico pero que ya no importa demasiado donde se coloquen. Porque el valor principal ya no reside en la informaci&#243;n, sino en la actividad del medio.Facebook se ha convertido en la referencia para este proceso. Los h&#225;bitos de &#8220;consumo&#8221; de informaci&#243;n de los &#250;ltimos a&#241;os ha obligado a que las noticias de la &#8220;gran prensa&#8221; puedan mezclarse con las vidas particulares de famosos y amigos personales en una misma portada: el muro de la red social.La tendencia ha sido tan bien recibida que est&#225; arrastrando consigo a cualquiera. Los medios ya no pueden conformarse con ser s&#243;lo herramientas de comunicaci&#243;n. La red social les obliga a convertirse en ecosistemas, y todos han de interrelacionarse bajo una &#250;nica biosfera digital. Deben crear sus propios foros y al mismo tiempo sumergirse en la corriente que los arrastre por las grandes redes sociales, investigar nuevas maneras de relacionarse con la audiencia y pagar a community managers que cuiden la difusi&#243;n.Atraer a m&#225;s p&#250;blico, si lo que prima es la actividad y no la informaci&#243;n, pasa por potenciar la participaci&#243;n. Y eso exige eliminar los filtros tradicionales que garantizaban la calidad del contenido. El objetivo es que &#8220;la gente sienta el espacio como suyo, como un lugar de pertenencia y de referencia personal y comunitaria&#8221;. S&#243;lo as&#237; puede tener &#233;xito la fusi&#243;n de lo p&#250;blico y lo privado.Quitar filtros no aumenta la transparencia informativa; al contrario, hace que las aguas fecales se distribuyan por toda la red de suministros. El escaso tratamiento de la informaci&#243;n que permiten las redes sociales sigue las mismas pautas de todo producto de consumo: superficialidad y rapidez; &#8220;retazos de realidad de unos pocos bits, noticias que en segundos se difunden en el mundo interconectado para hacerse un hueco durante tambi&#233;n apenas unos segundos en el magma de informaci&#243;n en el que vivimos&#8221;.El &#250;nico juez es la viralidad. Basta consultar cualquier teor&#237;a cl&#225;sica de la comunicaci&#243;n para saber que un contenido tiene m&#225;s difusi&#243;n cuanto m&#225;s difuso es. O sea, el mejor contenido en los tiempos de la red social es el que est&#225; vac&#237;o de todo contenido; la audiencia recibe nada y es libre de proyectar en ella lo que quiera, por eso la nada le gusta a todo el mundo.La din&#225;mica de la red social penaliza la reflexi&#243;n y el an&#225;lisis profundo. Su estructura de continua actualizaci&#243;n promueve la revisi&#243;n obsesiva de titulares y comentarios urgentes imposibles de revisar o contrastar.Obviamente, siempre hay excepciones, pero proceden de los residuos anal&#243;gicos, las mentes acostumbradas a otra &#233;poca, los nost&#225;lgicos de su belle &#233;poque particular. Siempre hay una generaci&#243;n en transici&#243;n que suaviza el impacto.Es posible argumentar que la desconexi&#243;n es una opci&#243;n para el que la quiera. La misma que tiene uno al que un listillo ha sembrado el jard&#237;n de trampas para osos; nadie le obliga a pisarlas.El bombardeo incesante de informaci&#243;n debilita al individuo; el desarrollo de un yo s&#243;lido exige mucha energ&#237;a, la que debe emplear el cerebro para funcionar en modo consciente. Cuando se lo satura porque los est&#237;mulos no cesan, porque hay pantallas y ruidos por todas partes, la &#250;nica opci&#243;n es el modo autom&#225;tico. &#8220;Agotamiento del yo&#8221;, lo llaman. La persona es entonces un pelele que sucumbe al medio. Y el medio, a d&#237;a de hoy, respeta los trucos del neuromarketing.Las opciones personales no sirven para reflexionar sobre un fen&#243;meno, encarnado en Facebook, que encandila a m&#225;s del 20% de la poblaci&#243;n mundial. Una de cada dos personas si s&#243;lo se cuenta a quienes tienen acceso a internet. La red social es una trampa que ser&#225; imposible de ser superada por las nuevas generaciones que crezcan en ella.Esa red social en que todo se integra, se mezcla y se confunde, no es una opci&#243;n al ritmo en que se suceden los acontecimientos. En breve, ser&#225; una obligaci&#243;n. Los medios ya no pueden valerse de la difusi&#243;n tradicional, en que uno escribe y los dem&#225;s escuchan; antes, para escribir una carta al director, exist&#237;a no s&#243;lo un filtro, sino tiempo para reflexionar sobre lo que se enviaba. Una persona poco acostumbrada a que su nombre pudiera estar en un lugar p&#250;blico era un asunto serio, y hab&#237;a que cuidarlo. Hoy, todo es tan pr&#243;ximo, tan familiar, que el discurso del cani pareciera ser lengua franca.Cada persona se comporta de una manera diferente seg&#250;n las situaciones, o al menos as&#237; era hasta ahora; uno no es igual en familia que en el trabajo, no dice las mismas cosas en una reuni&#243;n de amigos que en una conversaci&#243;n con su pareja. No se cuenta el mismo chiste a la madre que a un desconocido en un bar.En la red social, la mezcla de audiencias facilita la propagaci&#243;n del error. El obst&#225;culo de inicio es que todo es para todos mientras no se muestre lo contrario. Ni siquiera configurando la privacidad, que es m&#237;nima por defecto, est&#225; uno libre de equivocarse y olvidar qui&#233;nes pueden ver sus publicaciones, sobre todo ante aquellos contactos que no hacen comentarios y tienen un perfil de apariciones bajo.El error es grave desde el momento en que las actividades de un usuario de Facebook est&#225;n asociadas con un perfil que, al contrario que otras aplicaciones en red donde prima el anonimato, est&#225; ligado a su vida real. Y como tal se diluyen las diferencias en el &#250;ltimo y definitivo proceso de integraci&#243;n con que habr&#225; de cerrarse el c&#237;rculo: la vida digital y la vida real.Es dif&#237;cil no acabar el d&#237;a sin haberse topado con alguien que, en eso que todav&#237;a se llama mundo real, nos muestra al &#250;ltimo gatito que se ha descubierto haciendo cosas impropias de cualquier gato con un m&#237;nimo de dignidad. Como apunta Jaron Lanier en Contra el reba&#241;o digital, &#8220;los v&#237;deos de bromas insustanciales y los popurr&#237;s intrascendentes pueden parecer triviales e inofensivos, pero, en conjunto, esa forma de comunicaci&#243;n fragmentaria e impersonal ha degradado la interacci&#243;n personal&#8221;.Ser&#237;a apropiado hablar aqu&#237; de que la red social no es m&#225;s que el reflejo de una realidad externa en que la comunidad ha perdido el sentido de la excelencia en pr&#225;cticamente todos sus niveles. Y ser&#237;a correcto. Pero, como ocurre con todo medio de masas, la sociedad no s&#243;lo lo moldea, sino que se ve moldeada por el medio.Es de lo que habla Guy Debord al referirse a la sociedad del espect&#225;culo, donde lo irreal ya no es un complemento de la realidad, sino que la penetra de tal modo que el espect&#225;culo se convierte en la realidad misma: el individuo se identifica con el modelo impuesto desde las pantallas, copia los gestos del famoso y viste como visten los personajes inventados por alguna corporaci&#243;n. El triunfo es para quienes dejan de ser, incluso de tener, para s&#243;lo parecer. Y si uno ve que los que triunfan ense&#241;an gatitos, pues eso.Un individuo se consolida cuando dispone de tiempo para aislarse de la corriente social. Se explora a s&#237; mismo, descubre sus cualidades y trabaja para reforzarlas. Un yo bien afirmado es capaz de sumergirse en la masa sin diluirse en ella. Desde detr&#225;s de su membrana, puede interactuar sin ser aniquilado. Extrae del medio lo que le permite seguir creciendo y al mismo tiempo lo enriquece con sus aportaciones, cuya calidad depende de la capacidad para asimilar y transformar lo recibido. Crea algo nuevo a partir de lo viejo y regenera el ambiente.Lanier es un idealista que viene de antiguo y crey&#243; en la utop&#237;a ochentera de la red. A&#250;n tiene esperanzas. Invita a rebelarse desde la creatividad. Por ejemplo, dice:Crea un sitio web que exprese algo sobre ti que no encaje en el molde disponible de una red social.Cuelga de vez en cuando un v&#237;deo cuya creaci&#243;n te haya exigido cien veces m&#225;s tiempo que el necesario para verlo.Escribe una entrada de blog que te haya exigido semanas de reflexi&#243;n hasta que has o&#237;do la vocecilla interior que necesitaba salir.Si tuiteas, trata de innovar buscando una forma de describir tu estado interior en lugar de recurrir a sucesos externos, para evitar el peligro de creer que los sucesos descritos objetivamente te definen, de la misma manera que definir&#237;an a una m&#225;quina.Pero, en fin, todo esto no es m&#225;s que presente. El futuro no pasar&#225; por una realidad contaminada con pantallas y comunicadores por doquier a los que uno se engancha. Eso es ahora. S&#243;lo se trata de una fase de transici&#243;n.El futuro ser&#225; una pantalla que se habr&#225; tragado lo que queda de realidad. Una pantalla colocada frente a los ojos tres cuartas partes del d&#237;a, enviando la vida de uno a los dem&#225;s y recibiendo la de los dem&#225;s al instante. Ser&#225; entonces cuando la gente responda al saludo de los pocos Brock que queden en el mundo: &#8220;Todos estamos bien, demos gracias a Google Glass. &#191;Y t&#250;? &#191;Quieres que te ayude la Oficina de Salud Mental? &#191;No? &#161;Pero an&#237;mate! Toma mis gafas. Mira. Que sale un gatito&#8221;.(TheCult.es)</span>

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