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La vida judía regresa poco a poco a Polonia

Por Nestortazueco

La vida judía regresa poco a poco a PoloniaLa vida judía regresa poco a poco a PoloniaLa vida judía regresa poco a poco a Polonia

Polonia alguna vez tuvo una población de tres millones de judíos, pero el 90% de ellos murió en el holocausto de Adolf Hitler. Ahora, tras décadas de emigración y conversión al catolicismo, un renacimiento judío comienza a sentirse en el país.

Pawel Bramson -quien tiene una barba larga, rizos y la cabeza tapada por una kipá- alguna vez llevó la cabeza rapada. Hoy en día es un Shojet -el matarife que, siguiendo las leyes religiosas judías, efectúa la matanza ritual de los animales para elaborar comida kosher.

Durante un corto periodo en la década de 1990, para él y para sus amigos “cabezas rapadas”, los judíos y otras minorías en Varsovia eran los enemigos.

“¿Salíamos a la calle a causar problemas? Sí, lo hacíamos. Si veíamos un negro caminando por la calle lo perseguíamos. Si lo atrapábamos, hacíamos lo que había que hacer. Es muy difícil decir de dónde salía todo este odio. No lo puedo explicar ni a mí mismo”, le contó a la BBC.

Bramson, de 36 años, ni siquiera recuerda haber visto judíos en las calles de Varsovia en esa época.

“Era una locura, porque no sabía nada acerca de judíos o de cultura judía. Había sólo consignas del tipo ‘los judíos manejan al mundo’, ‘los judíos son malos, son dueños de todas las casas’ y cosas por el estilo. Un joven siempre necesita encontrar un enemigo”, dijo.

Cambio de vida

Nacido y criado como católico romano, a los 24 años Bramson descubrió algo que le transformó la vida.

Un amigo le dijo que su esposa, Ola, era judía. Luego, ella empezó a buscar en los archivos y descubrió por casualidad que Bramson también provenía de una familia judía. “Fue el mayor susto de mi vida, aparte de cuando nació mi hijo. Fue realmente un gran golpe. Durante la mayor parte de mi vida los odié y en el momento que empezaba sólo a tolerarlos, descubrí que era uno de ellos. Era demasiado”, contó.

Los padres de Bramson eran judíos que se habían convertido a la práctica católica. “‘¿Por qué nunca me lo dijeron?’, pregunté. Se confirmó más tarde que era cierto y fue entonces cuando empecé a ir a la sinagoga para aprender más”.

“Me enteré de que mi abuelo estuvo dos veces en los campos de concentración alemanes. Otros judíos murieron en esos campos, así que ahora tengo que cultivar mis conocimientos y tener en cuenta la memoria de mis antepasados”, dice.

Su decisión de convertirse en un judío ortodoxo le ha causado muchas dificultades con sus padres, quienes optaron por permanecer católicos. Su caso es sólo uno de los miles que han salido a la luz después de la caída del comunismo en 1989, explicó el rabino principal de Polonia, Michael Schudrich.

“Es más común de lo que se cree. Es probable que haya miles de casos. Tenemos grupos de apoyo y obviamente hay gente impactada. La gran mayoría tratan de vivir en paz con ello. No es simple, hay que tener paciencia”, dijo a la BBC.

Asesinatos

Los judíos en Polonia han estado viviendo en Polonia codo a codo con sus vecinos católicos durante casi mil años. En la década de 1930, la comunidad era la más grande de Europa, con más de tres millones.

Polonia era entonces una sociedad multiétnica, con un gran número de ucranianos, bielorrusos, judíos y alemanes. Esa sociedad fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial.

Los alemanes asesinaron a 90% de los judíos de Polonia durante el Holocausto. Al final de la guerra, los aliados de Polonia, la Unión Soviética, EE.UU. y Reino Unido decidieron cambiar las fronteras del país, formando un país católico homogéneo, gobernado por el sistema comunista impuesto desde el exterior por la Unión Soviética.

“Debido a la falta de una autoridad central en Polonia justo después de la guerra, había cuadrillas de polacos que mataban judíos en el par de años que siguieron al conflicto. Horribles, asesinatos horribles, 1.500, 2,000 personas. Eso causó un enorme impacto espiritual y sicológico que los hizo sentir que no estaban seguros y se iban o bien, se quedaban en Polonia pero dejaban el judaísmo”, dijo Schudrich.

Miles de sobrevivientes al Holocausto optaron por irse, emigrar a Israel o a EE.UU.. Los que se quedaron eran, a menudo, comunistas que creían que el poder del sistema transformaría al país.

Sin embargo, el antisemitismo también fue utilizado como una herramienta por las autoridades comunistas. Más de 20.000 judíos dejaron Polonia después de una purga anti-sionista dirigida por el Buró Político en 1968.

Ahora, se estima que quedan sólo 20.000 personas a lo mucho con raíces judías en Polonia.

Pero desde 1989 ha habido un progresivo despertar del interés por la historia judía de Polonia y su cultura. Actualmente se lleva a cabo una gran fiesta anual judía en Cracovia que atrae a miles de visitantes internacionales, y también hay festivales de literatura y cine judío.

Las clases de yiddish y hebreo son muy populares y muchos polacos han asumido la responsabilidad de cuidar algunos de los miles de cementerios judíos en todo el país. Hasta los prisioneros polacos participan en esas acciones de forma voluntaria y el rabino visita las cárceles para dar charlas sobre historia y cultura judía.

El coro Tslil de Varsovia canta en hebreo y en yiddish. La mayoría de los miembros, como Marta Wesolowska, no son judíos pero sienten una conexión especial con la música.

“Creo que es muy exótica para nosotros, pero profundamente arraigada en la tradición polaca. La música judía fue parte de la cultura polaca durante cientos de años y después de la Segunda Guerra Mundial desapareció y nosotros tratamos de revivir esta tradición”, dijo a la BBC.

Desde fuera, Polonia todavía es vista como un gigantesco cementerio judío, el lugar donde los alemanes construyeron los campos de exterminio de Treblinka, Sobibor, Belzec y Auschwitz. Una imagen que el rabino Schudrich lleva décadas tratando de cambiar.

“Hasta 1989, nadie era consciente de que tantos judíos quedaban aún en Polonia. La gente se podía haber dado cuenta de ello pero no lo hicieron, quedaba una imagen de que todo estaba acabado y esa es la imagen que vi cuando llegué aquí en los años setenta. Me tomó un buen tiempo darme cuenta de simplemente eso no era verdad”.

“Los estereotipos cambian muy lentamente. Es un proceso. Para mí, un proceso dolorosamente lento, demasiado”, dice.

(BBC Mundo, 21/04/2012)


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