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"lamentaciones de un prepucio", de shalom auslander (dios es cruel... ¡y le gusta!)

Publicado el 13 octubre 2010 por Crowley

“La Torá nos dice que cada día Dios nos pone a prueba. A veces la prueba es una rodaja de pizza no kosher. A veces son las habladurías. Y a veces es una revista llamada Orientales afeitadas.”
(pag. 87)

Hay muchas cosas en la vida de las que, como norma de cortesía, no está bien visto reírse. Una, de muchas, es mofarse de los judíos y sus tradiciones, ya que ha sido un pueblo perseguido desde sus orígenes y masacrado en la primera mitad del Siglo XX  por ideales imposibles de entender y de comprender, como difícil de comprender es también lo que hace ahora el pueblo judío de Israel con los palestinos...
Bueno, no está bien visto reírse de ellos siempre y cuando no seas tú también judío, claro.
La, para mi desde hace ya un tiempo imprescindible, editorial Blackie Books, nos trae, directo a nuestras estanterías, un libro tan necesario como delirante, tan genial como demoledor, tan hilarante y divertido como solemne y subversivo.
Señoras, señores... con ustedes... ¡"Lamentaciones de un prepucio"!, del genial Shalom Auslander.
Shalom (1970), se crió en Monsey, Nueva York, en una comunidad judía ortodoxa muy cerrada y muy estricta en cuanto a conducta religiosa se refiere.
En la página 237, encontramos el siguiente diálogo:
"-¿Qué estás leyendo?
-Crimen y Castigo, dije.
-¿Es bueno?.
-Es divertido, dije.
-¿De qué trata?.
-De un tipo que asesina a una vieja.
-¿Y?.
-Y se pasa trescientas páginas angustiándose por ello.
-Pues sí que parece divertido."
Estas líneas, que en un principio puede parecer que no tengan nada que ver con el libro, creo que encierran la esencia del planetamiento vital (y literario del autor) porque, si bien no ha asesinado a nadie (salvo si no tenemos en cuenta los millones de espermatozoides desperdiciados en sus tocamientos) como sí hacía el personaje de Dostovieski, sí que se pasa la vida angustiándose por su condición religiosa. Y es que, bromas y anécdotas a un lado, que las hay a raudales en este fresco de humor negro, negrísimo, lo que aquí vamos a encontrar es la agonía de una persona que cree forzosamente en Dios, sabe de su crueldad ( “sé que se pasa el día inventándose maneras hilarantes de joderme”, escribe) y teme ser castigado en cualquier momento por haberse salido del camino que tenía preestablecido. Y su temor se acrecienta, a magnitudes inimaginables, ahora que va a ser padre y cree que Dios va a centrar toda su ira en su futuro hijo (además del temor de que la relación con su familia, que se encontraba en stand by, vuelva a verse activada a causa del nacimiento de un nuevo Auslander).
Siempre he pensado que si hay algo más terrorífico que adorar fervientemente a una improbable deidad, es venerarla sin desearlo y, además, tenerle miedo. Mucho miedo. Sé, por propia experiencia, la agonía que supone criarse en un ambiente familiar de férreas convicciones religiosas y que hagan que temas cualquier acto que vayas a realizar y te plantees, mentalmente antes, si es correcto lo que vas a llevar a cabo o si ofenderás a Dios con ello. Y porque lo sé, entiendo perfectamente el tormento mental por el que (ha) pasa(do) Auslander: “Los habitantes de Monsey le tenían terror a Dios y me enseñaron a que yo también se lo tuviera: me hablaron de un hombre llamado Job que estaba triste y se preguntaba ¿por qué?, de manera que Dios bajó a la tierra, agarró a Job por el cuello de su vestimenta y le berreó: ‘¿Quién cojones crees que eres?.”, escribe en un pasaje del libro.
Si algo caracteriza a ese tipo de familias ultrareligiosas, es la facilidad que tienen para emplear su doble moralidad. Aquí el padre es un borracho que golpea de cuando en cuando a sus hijos, que no pueden ni verle, y la madre le disculpa diciendo que "no sabes lo duro que es perder a un hijo", mientras pregunta quién quiere otro plato de comida.
Un buen día, según palabras de su maestro ante el fallecimiento del padre de uno de sus compañeros de clase, nuestro protagonista descubre que, como el es menor de edad, si peca, la furia de Dios, el castigo a recibir, se vería desviado de su persona y centrado en su padre. El joven Shalom, en plena adolescencia en ebullición en la que la realidad se revela como algo diferente hasta lo entonces aceptado, decide pecar todo lo posible y que así su padre, odiado y odiable, dejaría de existir y todos serían mucho más felices. Así, la comida no kosher, la marihuana, la masturbación, el hurto en supermercados, las mentiras, el no orar, se convierten en su pequeña gran sublevación contra el mundo que le rodea. Va ser tan despiadado como Dios.
Es inevitable que esos dos mundos, el religioso que sobrevuela su vida diaria y familiar, y el real, se confronten y colisionen, más ahora que ha crecido, va a ser padre y temas como el del corte del prepucio en el hijo que está por venir, indispensable para todo judío, sean más que un quebradero de cabeza para él.
La Biblia, la familia, la Torá, el Holocausto, la vida misma... nada escapa de la mordaz mirada cínica, corrosiva, culpable y paranoide de Auslander y uno no puede evitar sonreír durante la lectura del libro en incontables ocasiones... Y tampoco puede evitar sentirse mal por hacerlo, como si de Todd Solondz se tratase.
No tengan remilgos y pequen, pequen, pequen, pequen y lean este libro. Dios no se lo agradecerá, pero su mente sí.

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