Revista En Femenino

Las agujas del reloj

Por Peineta

Me supongo que hay muchas cosas o momentos con los que no contabas al convertirte en madre, pero sobre todo no contabas con tener momentos donde el alma te pida parar el  reloj, porque la pena te apodera. Hoy escribo en la soledad de un piso sin ruido y en silencio, donde abro y cierro  cajas con la automaticidad que lo hago desde hace casi siete años cada 5 meses.

Un acción tan banal como cambiar los armarios me ha removido medio cuerpo, me ha hecho sentarme delante de una caja y con un sencillo jersey en las manos ver como las lágrimas corrían por mi cara. Ver como he necesitado ir al ordenador, mirar fotos, reír, llorar y añorar al mismo compás.  Empiezo a pensar que el tiempo es un factor que nunca juega a tu favor en la maternidad. Primero la presión  que se te pasa el arroz, después cuando lo quieres cocinar, si no atinas a cocerlo al punto. Después la tensión de comerlo frío y por último la pena de no haberlo comido y saboreado bien, y finalmente verte limpiando la paellera con la certeza que ya no la usarás.

Las agujas del reloj

Quizás lo más duro es que mientras tecleo con pasión y como mi onza de chocolate negro, sé a ciencia cierta que el mes que viene volveré a tener esta crisis, y que no habrá una caja y un jersey, sino algún otro elemento mundanal como una sartén y un escalope. Pero en el fondo tú y yo sabemos que el látigo que fustigue ese desasosiego volverá a ser la palabra “tiempo”, su avance, su consumo, su velocidad pero al fin y al cambio tiempo.

Hace siete años y va para ocho que entré en un paritorio, desde entones tengo la  sensación de tener una agujas del reloj pegadas al culo que me hacen que mire cada cosa, que lo analice y que a veces esas agujas me pinchen el corazón.  Pero no puedo quitarle la pila y cuanto más avanza más avanzo yo, a veces bien encamina y otras regular. Pero avanzo, y observo escenas cotidianas a mi alrededor que me hace plantearme mi paso por la vida. Que me hacen mirarme en el reflejo de un escaparate y pensar; yo soy ese tipo de mujer a la que yo solía mirar hace diez años y ponía etiquetas, yo también he llegado a ese momento, aunque a veces crea que sigo estancada en el reino de los menos 30.

Hace años que vivo lejos de casa y eso ha hecho que siempre tenga un rincón lleno de fotos  y recuerdos, recuerdos que voy pasando a segunda fila según mis hijos llenan mis estanterías de dibujos, manualidades o fotos de ellos. Pero aún es el día en que aparto sus creaciones y cojo algún marco de foto donde veo aquella mujer que era y me asusto, tiemblo y a veces hasta lloro.  Tengo la sensación de haber pasado muy rápido, de no haberme detenido en todos las estaciones que está siendo el viaje de mi vida, pero es que desde hace unos años voy en un tren rápido, de esos japoneses que no te da tiempo ni a leer el cartel de la siguiente estación.

Las agujas del reloj

Últimamente intento recordar a mis padres en mi época, saber si veía el mismo reflejo que ahora, porque siempre he visto a la gente más vieja y cuando llego yo a esa edad no lo veo igual…en fin no sé si mis padres vivieron esta etapa como yo, y si ni siquiera sintieron el apretón del reloj, pero sin darme cuenta me veo pensando en que yo también voy a llegar a ese momento de “toca celebrar mis 40”. Por favor 40 años y me parece que no he pasado ni 10 minutos de mi vida, yo según facebook estaba embarazada hace nada y ahora mi “bebé” va a entrar al cole. Yo lo siento pero necesito parar esas agujas del reloj o sencillamente que alguien me pase uno que vaya con cuerda, pero me niego a seguir a esta velocidad. Es vertiginosa.

En fin, este es el post loco de una mujer hormonada, con sentimientos mensuales, onzas de chocolate y ganas de llorar un poco aunque sea encima de un teclado, porque las agujas del tiempo le pinchan el corazón.


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