Revista África

Las categorías "izquierda y derecha" no valen para la Iglesia en África

Por En Clave De África

(JCR)
Usar las categorías de “derecha contra izquierda” o “conservadores versus progresistas” al hablar de la Iglesia africana es un grave error. Esta es la tesis defendida por Las categorías John Allen, subdirector del portal de información religiosa en inglés, Crux en un interesante artículo que mi compañero de blog me envió amablemente. Pueden ver el enlace aquí: http://www.cruxnow.com/church/2015/03/30/why-left-v-right-is-a-category-mistake-for-the-church-in-africa/

Tanto en inglés como en francés, uno se encuentra con excelentes medios digitales de información religiosa (me permito citar The Tablet y La Croix, como ejemplos), con un elevado nivel muy profesional que tiene poco que ver con la marea de algunos portales y blogs en español donde personas con escasa o nula información religiosa descargan a diario su verborrea llena de chismes, ataques personales e incluso descalificaciones a teólogos cuyos libros nunca han leído. El artículo al que me refiero, además de estar muy bien documentado, argumenta que aunque hay algo de verdad en la distinción entre un catolicismo más conservador que incide en cuestiones de sexualidad, y otro más liberal que defiende posiciones de justicia social, en África –donde los católicos representan el 16 por ciento de la población- es arriesgado interpretar el talante de la Iglesia utilizando estas categorías.

Para ilustrar este punto, el autor del citado artículo pone el ejemplo de Burundi, donde el pasado Domingo de Ramos, el arzobispo de Gitega, Simon Ntamwana , pronunció una memorable homilía sobre el tema de “la rectitud”, con abundantes citas del Antiguo Testamento, en la que se pronunció de forma muy directa contra los intentos del actual presidente, President Pierre Nkurunziza, de presentarse de nuevo como candidato a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en junio de esta año. Pocas semanas antes, el arzobispo de Bujumbura, Evariste Ngoyagoye, se había referido al mismo tema al pedir que se respite la Constitución, que establece un máximo de dos mandatos presidenciales. Burundi, que conoció una muy cruenta guerra civil de diez años de 1993 a 2003, corre el riesgo de volver a caer en el enfrentamiento a causa del enrarecimiento del ambiente político, en el que durante los últimos meses no han faltado amenazas por parte del poder, encarcelamientos de activistas de derechos humanos, censura de los medios de comunicación e incluso la creación de milicias de la rama juvenil del partido en el poder, todos ellos elementos que podrían combinarse para crear una situación explosiva.

En Burundi, donde los católicos representan el 70 por ciento de su población de diez milones, un sermón de un arzobispo puede tener una gran influencia social. Al día siguiente de que el arzobispo Ntamwana pronunciara su homilía, un portavoz de la presidencia declaró a la prensa que el pronunciamiento del prelado había causado “un gran daño al presidente”. La Iglesia, argumenta Allen, tiene una larga tradición de ser la conciencia moral del país, algo por lo que ha pagado un alto precio. En 1996, el arzobispo Joachim Ruguna fue asesinado -seguramente por los que ahora están en el poder, que eran entonces rebeldes que combatían en la selva- por haber denunciado una matanza de personas desplazadas. En 2003, el entonces Nuncio, Michael Courtney, irlandés, murió en una emboscada mientras viajaba por una zona rural. Y en septiembre del año pasado, tres religiosas italianas de edades entre 75 y 83 años, fueron salvajemente asesinadas en su convento de las afueras de la capital, en el barrio de Kamengue.

Tuve ocasión de visitar Burundi en el año 2006, y me impresionó ver el enorme trabajo que realizaba la iglesia por intentar ayudar a los burundeses a reconciliarse, a luchar por los derechos humanos, y a batirse el cobre por los sectores más marginados de la población, como los pigmeos Batwa o los enfermos de SIDA. Allí, como en el resto de África, la lucha de la Iglesia es sobre proclamar una fe que transforma la sociedad. En este contexto, se trata de construir la paz, el buen gobierno y una sociedad libre de corrupción.

Es la misma lucha que he visto en la República Centroafricana, donde desde que estalló la crisis a finales de 2012, los católicos se han unido con cristianos evangélicos y con musulmanes para proteger a las poblaciones más afectadas por la guerra, establecer comités de mediación y mantener la esperanza a una población lacerada por la violencia. En la vecina República Democrática del Congo, donde el partido en el poder intenta también imponerse a base de intolerancia, los obispos –que en 2011 denunciaron las elecciones como una farsa- alertaron hace pocos meses contra cualquier intento de cambiar la Constitución para permitir al actual presidente perpetuarse en el poder, y el pasado mes de enero, cuando miles de personas salieron a la calle en Kinshasa para reclamar unas elecciones justas y el ejército disparó con balas reales matando a más de cuarenta manifestantes, el cardenal arzobispo Monsengwo habló alto y claro a las fuerzas del orden: “dejad de matad a la gente en la calle”.

Estas son algunas de las muchas luces de la Iglesia católica en África. Entre las sombras, destaca el silencio atronador de algunas Iglesias locales cuando tienen lugar abusos intolerables. Por desgracia, hay ejemplos recientes, como las redadas contra inmigrantes extranjeros que han tenido lugar en Angola, en enero de este año, y en Guinea Ecuatorial hace pocos días. En ambos casos se trataba de inmigrantes de países de África Occidental, sobre todo de Malí, que se ganan la vida honradamente como comerciantes. Muchos de los arrestados tenían incluso los papeles en regla, lo que no impidió que fueran golpeados, detenidos en condiciones infrahumanas y expulsados sin ninguna garantía legal, siendo separados en muchos casos de sus familias sin previo aviso (en estos casos, por cierto, los eclesiásticos que claman por la defensa de la familia, no parecen hablar mucho). Me alegraría mucho de estar equivocado, pero ni en Angola ni en Guinea Ecuatorial he oído a ningún obispo protestar por este trato vejatorio a los inmigrantes. ¿Será porque son musulmanes, y por lo tanto sospechosos a priori de tener vínculos con grupos terroristas? ¿Será porque tanto en Angola como en Guinea Ecuatorial sus respectivos presidentes-dictadores están financiando la construcción de santuarios católicos para contentar a sus obispos? ¿Será simplemente porque es más cómodo no hacer nada en estos casos y no indisponer a los que mandan?

No puedo estar más de acuerdo con el autor del citado artículo. En África, por lo que yo conozco, la división no es entre conservadores o progresistas, sino entre líderes eclesiásticos que se comprometen con el pueblo –sobre todo con los más pobres- o que se desentienden de él. Me alegra pensar que, después de todo, son muchos más los primeros.


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