Revista Opinión

Las fatigas de los judíos españoles

Publicado el 05 agosto 2013 por Vigilis @vigilis
Para tratar del Edicto de Granada que supone la expulsión de los judíos de España, tengo que retrotraerme muy atrás, a la historia medieval de los judíos europeos (con hincapié en los españoles, cuya situación siempre fue un poco diferente a la del resto del continente: la península tenía mucho de "isla"). Por cuestiones de formato, oportunidad, medios y tiempo, el trazo será de brocha gorda (en todo caso animo a quien le interese el tema a consultar la bibliografía y por supuesto a compartir sus hallazgos).
Bajo Imperio
Lo que en su origen fue una secta judía más, logra expandirse entre los paganos de tal modo que llega a ser religión oficial. Que los señores que pintaban graffitis con peces llegaran a tener el poder religioso y político del Imperio no surge por casualidad. Los judíos ortodoxos continuaron relacionando su fe con la Tierra Prometida y por lo tanto no veían necesidad de evangelizar a los paganos. Los que pintaban peces las pasaron canutas, pero según la Nueva Alianza, ya no tenía sentido quedarse en Palestina, así que prosperaron. Entre una nueva religión pujante que los romanos ayudaron a dar forma y unos judíos levantiscos que no se conformaron con la destrucción del Segundo Templo (70) sino que hubo que aplastar militarmente (revuelta de Bar Kojba, 135), estuvo claro quién llevó las de ganar.

Las fatigas de los judíos españoles

Arco de Tito.

La intrínseca relación entre Imperio e Iglesia hizo que para los cenáculos rabínicos los cristianos pasaran a ser Roma y Roma nunca fue una compañía agradable. Por su parte, para los cristianos, los judíos «se habían quedado atrás» y vivían en una equivocación perpetua al no querer reconocer la Nueva Alianza, al no aceptar que el pueblo elegido ya no era el judío, sino cualquiera que aceptara los Evangelios y tomara por madre a la Iglesia. No es ninguna casualidad que la compilación y redacción del Talmud sea contemporánea a las exégesis y apologéticas de los Padres de la Iglesia. En el marco de los conflictos de corte teológico que el cristianismo romano tenía con diferentes sectas o corrientes, se encuadraba el conflicto de carácter teológico con los judíos.
Las palabras que San Agustín y San Gregorio I dedican a los judíos resumirán la forma en que los cristianos verán a los judíos durante la primera mitad de la Edad Media. El Derecho Romano será la plasmación de la forma de convivencia fundamental entre judíos y cristianos. La figura de la hospitalitas garantiza a los judíos autonomía para vivir entre cristianos pagando un impuesto, sí, pero con la suficiente libertad de culto, de propiedad y de cátedra como para que durante el Bajo Imperio la convivencia no tenga mayor problema que la habitual entre vecinos. La Iglesia tenía claro que aspiraba a convertir a los judíos pero estos eran especiales y debían ser persuadidos. No se conocen campañas de evangelización dejudíos como las que tuvieron lugar con los montunos del norte (la excepción que confirma la regla son los jázaros, pueblo búlgaro que se convirtió al judaísmo y le dio leña al califato que debió de dar gusto verlo).
Carísimos, ya escuchen esto los judíos con gusto o con indignación, nosotros, sin embargo, y hasta donde podamos, prediquémoslo con amor hacia ellos. De ninguna manera nos vayamos a gloriar soberbiamente contra las ramas desgajadas, sino más bien tenemos que pensar por gracia de quién, con cuánta misericordia y en qué raíz hemos sido injertados, para que no por saber altas cosas, sino por acercarnos a los humildes, les digamos, sin insultarlos con presunción, sino saltando de gozo con temblor: Venid, caminemos a la luz del Señor, porque su nombre es grande entre los pueblos. 
San Agustín. Tratado contra los judíos. (Aquí San Agustín hace referencia al capítulo 11 de la carta de San Pablo a los Romanos).

Alta Edad Media
Entre los siglos VII y VIII aparecen los chicos de Mahoma cortando cabezas en Oriente Próximo. El Corán dice que los cristianos están equivocados, pero que se puede vivir con ellos siempre y cuando acepten un status inferior, sin embargo, los judíos no tienen remedio y hay que exterminarlos. Claro, esto no sienta muy bien a los judíos que emigrarán en considerable cantidad desde Palestina a occidente.
Los siglos de la Alta Edad Media ven prosperar comunidades judías en Europa. Se tiene una imagen muy estereotipada del judío medieval: personaje relacionado con asuntos de dinero y siempre al lado de los reyes. Sí es cierto que la prohibición de tener cristianos a su cargo hizo que entre los judíos hubiera mayor proporción de lo que hoy llamamos «profesiones liberales», sin embargo la gran mayoría vivía en el mismo charco de barro que los cristianos. Sobre el asunto del dinero, que fueran prestamistas no surge de una elección propia ni de algo escondido en el Talmud. Si unos pocos judíos fueron prestamistas se debió más a la forma de ver la economía del cristianismo medieval: el préstamo con intereses estaba prohibido.
En lo que concierne a España, los judíos fueron sólo un poco más perseguidos que los cristianos por los moros. Nada más lejos de la realidad que esa imagen bucólica de las «tres religiones conviviendo». Almohades, almorávides e intermitentes señores de la guerra dan testimonio de pogromos, esclavitud y persecución que tan solo aplacó un poder regio cristiano en aumento. Insisto en este punto que el tratamiento a los judíos estaba dictado desde Roma y era más o menos el mismo en toda Europa: los judíos eran legalmente siervos pero se autogobernaban y vivían en paz las más de las veces (al menos en mayor paz que la que les daban en Oriente: por alguna razón muchos huían de territorio musulmán y se refugiaban en el cristiano).
Siglo XI. Cruzadas
Las fatigas de los judíos españoles
Sobre el siglo X y sobre todo a partir del XI, se culmina la evangelización cristiana de Europa, pero en España tienen lugar campañas militares que conllevan la colonización de nuevos terrenos. Siempre digo que el siglo XI es el siglo del «far west» español. Los reyes españoles se cansan de firmar cartas puebla y fueros todo el día. En ellas, los judíos aparecen con los mismos derechos que los cristianos.
A finales del siglo XI al Papa le parece buena idea conquistar Tierra Santa. Este fervor religioso, la proliferación de charlatanes milenaristas (condenados insistentemente por la Iglesia, por cierto) y que los judíos son judíos y los cristianos beben vino, hacen que en el curso de la efervescencia cruzadista comience el antijudaísmo. Un antijudaísmo social, la mayor parte de las veces provocado por el vil metal, la envidia… la historia de siempre. Cualquier excusa es válida para el animal de bellota. Y no nos confundamos: en la Edad Media la gente no era «más bruta» ni «más tonta» que hoy. En Inglaterra, los estados alemanes y Francia, comienza a haber leyes en las ciudades sobre un tratamiento (todavía más) especial de los judíos: aparte de los impuestos, los judíos pagarán a un policía para que les acompañe por el interior de las ciudades. Se pone de moda, según llegan noticias de Tierra Santa, el concepto de «judío deicida». Un concepto que se sumará a la retahíla de estereotipos con los que tendrán que lidiar los judíos.
Siglo XI, ejércitos para ir a Tierra Santa atraviesan Europa y por el camino asaltan juderías. El punto culminante de esta primera ola de antijudaísmo tiene lugar en 1099 con la toma de Jerusalén. Si los judíos en Oriente vivían machacados bajo la media luna, la llegada de los cruzados no supuso para ellos ningún alivio. Es como si a las cruzadas fueran los caballeros más cafres de Europa. Los canis del siglo XI. Cada nueva llamada a las Cruzadas venía acompañada por una ola de antijudaísmo, así lo atestiguan los pogromos en los estados alemanes, Francia e Inglaterra. Hay que decir que tanto Roma como los reyes no toleraban este comportamiento, pero imaginaos que si hoy la policía no puede entrar en ciertos suburbios, en aquella época la situación era de mayor descontrol. Figuras como Bernardo de Claraval y Alberto de Aquisgrán dejaron constancia de la condena a los ataques contra los judíos.

Las fatigas de los judíos españoles

Sinagoga del tránsito, Museo Sefardí, Toledo.


Siglo XII. Libelo de sangre
Con la aparición de esta fea costumbre de asaltar juderías, surgió la manida acusación de que los judíos sacrificaban niños cristianos en ceremonias malignas. Aunque estas acusaciones llegarían tardíamente a España, por el resto de Europa serán excusa común para pogromos en Inglaterra (Norwich 1144, Gloucester 1168, Lincoln 1255), Francia (Blois 1171, Troyes 1288, Valreas 1247) y estados alemanes (Würtzburg 1147, Fulda 1236, Munich 1268, Berna 1294). No es casualidad que en España haya que esperar hasta el siglo XIV para ver este tipo de asaltos y acusaciones: los judíos eran siervos del rey y no podían ser tocados por las autoridades municipales. Los atentados en su contra eran atentados contra el interés del rey. En el fuero de Nájera, se equipara la pena por muerte de un judío a la de un infanzón o monje, por ejemplo.
Aunque la percepción social del judío estaba cambiando a peor, la Iglesia no cambia de forma sustantiva su posición. Inocencio III repite en 1199 lo dicho por San Gregorio I: la presencia de judíos es deseable, su conversión también, pero ésta no puede ser forzada. Nuevamente para la Iglesia, el judío no es un enemigo (el moro sí, al moro hay que zurrarle). Los judíos pueden practicar su religión, tienen garantías sobre su propiedad y, en sus asuntos, se autogobiernan. Además, que se ande con ojo el que les insulte o agreda, pues los judíos cuentan con el "escudo del Papa" (SicutIudaeis). En el XII, los fueros de Salamanca, Cuenca, Calatayud y otros contienen disposiciones que dejan claro que las aljamas se autogobiernan de acuerdo a lo expresado por Roma. Al mismo tiempo, y ya que el fin era su conversión, también aparecen disposiciones prohibiendo matrimonios mixtos, pertenencia a gremios y proselitismo religioso. Se trataba de hacerles presión para que abrazaran la verdadera fe.Las fatigas de los judíos españoles
Siglo XIII. Herejía
Los judíos españoles tampoco formaban un grupo compacto y homogéneo. A partir del siglo XIII, aparecen tendencias averroístasque provocan conflictos dentro de la comunidad judía. Estos conflictos propiciarán conversiones. Los conversos tendrán una parte esencial en el aumento de la conflictividad social contra las juderías. Bajo el papado de Inocencio IV tiene lugar la condena por herejía del Talmud. La posición de la Iglesia se endurece y la autoridad civil no tiene más remedio que amoldarse a la nueva situación. Entre la contumacia de resistirse a la conversión y la nueva consideración herética del Talmud, aparecen las primeras expulsiones masivas de judíos.
Así, tenemos a Eduardo I Plantagenet revocando el permiso de residencia de los judíos ingleses en 1290 y Felipe IV de Navarra y Francia haciendo lo propio en 1306 (este rey es el mismo que se carga a los templarios). Diversos estados alemanes e italianos tomarán medidas similares (curiosamente en los Estados Pontificios se ordena su expulsión excepto de la ciudad de Roma). En España todavía no se ven medidas de este cariz, el enfrentamiento es más doctrinal y teológico que otra cosa, supongo que esto se debe a la cantidad de moriscos que había, quienes por comparación, caerían todavía peor que los judíos.
Siglo XIV. Hostilidad abierta
En el siglo XIV, los mayores ataques contra los judíos españoles vendrán de la mano de incursiones francesas que pretenden poner fin a la presencia musulmana en España. Así, hay incursiones desde los Pirineos hacia el sur de gentes (pastoreaux) que aprovechan la situación para atacar las aljamas del norte de España. A estos episodios violentos les pone fin Jaime II de Aragón con el efectivo y tradicional método de repartir estopa. Hacia mediados del siglo, aparece la Peste Negra y ya podéis adivinar a quiénes se acusaban de diseminarla. Famoso es el pogromo de 1348 en casi toda Europa. En la segunda mitad del XIV, los lugares  más tolerantes con los judíos serán los reinos de Portugal y Castilla, pero lejos de caer en generalizaciones, es evidente que los judíos las pasan canutas en todas partes. Por esa época ya es evidente que tan solo el apoyo económico a la hacienda real les libra de mayores persecuciones, persecuciones que en un contexto de guerras civiles castellanas y peste dan lugar a un aumento de asaltos (el rabino Samuel Ibn Zarza en su comentario a la Torah, relata las persecuciones de los años 1366-68).
El annus horribilis de los judíos españoles será 1391, en el que se generalizan los pogromos, linchamientos multitudinarios, conversiones forzadas y una primera ola emigratoria masiva de los judíos, primero hacia Portugal y después hacia el norte de África. A partir de aquí ya nada será igual. En la práctica desaparecen las juderías de Sevilla, Toledo, Burgos, Valladolid, Valencia… y aparece un nuevo grupo social, el de los judeoconversos. Parte del viejo odio contra los judíos se traslada ahora contra los conversos. Los cronistas de la época manifiestan dudas sobre la presunta devoción de los antijudíos, pues parece ser que lo primero que quemaban en los asaltos eran las promesas de pago y letras de cambio de los prestamistas.
Las fatigas de los judíos españoles
Siglo XV. Inquisición y expulsión
La postura oficial de la Iglesia era que los judeoconversos eran plenamente cristianos pero socialmente esto no era aceptado. El judío, tras su bautismo, continuaba siendo judío y conspirando. Alonso de Cartagena, Lope de Barrientos y Juan de Torquemada entre otros, publicaron por aquellos años innumerables cartas y tratados defendiendo a los «cristianos nuevos». La cosa no debió ser como para tomarla a broma, ya que hubo enfrentamientos muy serios entre viejos y nuevos (Toledo 1467, Córdoba 1473). En este contexto de conflicto con los judeoconversos, publica el Papa Sixto IV su bula Exigit sincerae devotionis, que viene a establecer el procedimiento inquisitorial en Castilla (como ya estaba funcionando en Aragón desde mucho antes). Será la Inquisición la primera institución en no verse afectada por las fronteras internas de los reinos españoles.
Los Reyes Católicos aceptarán las demandas de los procuradores de las ciudades y de la Inquisición para asegurar la separación entre conversos y judíos. Las ciudades usarán este "apartamiento" a su favor expulsando a los judíos a los peores barrios. En 1483 tienen lugar las primeras expulsiones de las diócesis andaluzas. En 1484, la expulsión será de algunas diócesis aragonesas. Muchos judíos españoles llegarán a Granada, reino vasallo de Castilla, donde se quedarán menos de diez años antes de su definitiva anexión. Cuando llega ésta mediante una victoria militar, los Reyes Católicos dictan la expulsión definitiva de los judíos españoles que no se conviertan. Estos españoles dejarán su país y se irán a vivir al norte de África y a Europa Oriental, lugares a donde llevarán nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestra música y nuestra gastronomía. A partir de entonces, la expulsión de españoles de España será una constante en nuestra historia.
Yasmin Levy - Adio Kerida

Referencias:
  • Capítulo dedicado a los judíos medievales escrito por Enrique Cantera Montenegro en el libro Tópicos y realidades de la Edad Media.
  • Manuel Vallecillo Ávila, Los judíos de Castilla en la Alta Edad Media.
  • Pilar León Tello, Disposiciones sobre los judíos en los fueros de Castilla y León [PDF].


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