Revista Cultura y Ocio

Las gafas de no verte – @sor_furcia

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Yo un día también fui una persona ¿sabes?

Sí, una persona, como tú.

Un día también tuve un nombre, y tuve una casa con facturas de agua y luz, y una familia a la que quería, y un trabajo que no me gustaba pero que me daba de comer…

Y tuve unos sueños que quería alcanzar.

Como a ti, también me daba pereza madrugar, y también iba a la compra, ponía lavadoras, llamaba a mi madre por teléfono el día de su cumpleaños, me fumaba un cigarrillo en la ventana de la cocina antes de acostarme y me quejaba de los políticos mientras veía las noticias.

Yo era una persona, sí, una persona normal.

Como tú.

Pero la vida es imprevisible, y a la vuelta de la esquina te puedes encontrar algo que lo ponga todo patas arriba.

Un día la cagas, o te quedas sin trabajo, o el destino te arrebata lo que más querías, o todo a la vez.

Y entonces ya no tienes nada.

Ya no tienes una casa en la que cobijarte, ni nadie a quien abrazar, ni ganas de luchar por ningún sueño.

Y te ves a ti mismo en la calle, solo, perdido, asustado.

Y te haces invisible.

Invisible.

Te sientes indefenso.

Desprotegido.

Intentas salir, pero es inútil.

Juntas unos cartones para dormir.

Pides ayuda, pero escapar de tu nueva no-vida parece imposible.

Buscas comida en la basura.

Y pasan los días, los meses, los años y te preguntas ¿merece la pena vivir así? ¿qué razones tengo para no quitarme del medio? ¿qué es lo que me ata a esta vida que me impide acabar con ella?

Quizá sí que siga creyendo que los sueños se pueden cumplir.

Los sueños de salir de esta mierda, de que alguien te dé una oportunidad, una oportunidad que necesitas, que te mereces.

Humanidad.

Pero ese es un bien que escasea en los tiempos que vivimos.

Todos queremos lo que tenemos, y queremos más, lo queremos todo. Aunque algunos no tengan nada.

Nos da igual.

Las personas como yo formamos parte del paisaje.

Como los bancos, como las farolas, como las papeleras.

Pero no. Las papeleras no tienen sentimientos.

Las papeleras no son personas.

No como tú.

Ni como yo.

Pero a ti eso muchas veces se te olvida.

Y pasas a mi lado, indiferente, corriendo, agobiado porque llegas tarde a trabajar, o de compras con tu mujer, o de paseo con tus hijos…

Y yo te miro, pero tú no me ves.

O sí me ves, pero me ignoras.

Como ignoras a una papelera.

Porque es más fácil mirar para otro lado.

No involucrarte.

No aceptar que soy un ser humano.

Como tú.

Y que esto no es justo.

Es cruel.

Pero tú sigues tu camino.

No te acuerdas de mí cuando tienes hambre y comes, cuando tienes sed y bebes, cuando necesitas ir al baño y vas, cuando tienes frío y te abrigas, cuando quieres hablar, gritar o llorar y alguien te escucha.

Cuando vives.

Mientras yo sobrevivo.

Mientras me desgasto esperando a que la muerte venga a buscarme. Aquí, a la calle. Donde la espero solo.

Mientras la sociedad me mata.

Mientras yo molesto, porque estorbo, porque huelo mal, porque afeo.

Porque te recuerdo que tú, cualquier día, también puedes acabar donde estoy yo.

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