Revista Historia

Las grandes potencias europeas durante el siglo xix

Por Rafaelrodrigo

LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS DURANTE EL SIGLO XIX INGLATERRA Durante el reinado de la reina Victoria (1837-1901), Inglaterra gozó de gran prosperidad económica y fue motor de la producción industrial. Su supremacía naval y su pequeño pero profesional ejército le permitieron colonizar territorios en todos los continentes. En Inglaterra había estabilidad política, debido a las importantes reformas sociales y electorales realizadas, lo que favoreció la convivencia entre monarquía y Parlamento. Su prosperidad se debe a diversos factores:
Factores económicos: Triunfó el librecambismo económico y, como consecuencia, se abarataron los precios de algunos productos, favoreciendo el desarrollo de la industria y el comercio, y mejorando calidad de vida de la población. Se eliminaron las tasas aduaneras y se establecieron tratados para favorecer las exportaciones inglesas. El control de enclaves estratégicos por todo el mundo, como el Canal de Suez, permitió el desarrollo del comercio exterior. 
LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS DURANTE EL SIGLO XIX
Factores demográficos: Las mejoras en las condiciones de vida de la población favorecieron el aumento demográfico, que resultó en la emigración de británicos, propiciando así la expansión territorial y el desarrollo del mercado internacional.
Factores políticos: Junto a la monarquía, en el Parlamento y en el gobierno se alternaron en el poder los liberales, a favor de la burguesía y las clases medias y los conservadores, que beneficiaban a la aristocracia y a los terratenientes. Disraeli, primer ministro liberal, aumentó el número de electores hasta casi duplicarlo. Gladstone reconoció legalmente los sindicatos, permitió el acceso a la universidad de los no anglicanos y estableció el voto secreto. El equilibrio político se rompió con la cuestión irlandesa, que provocó desacuerdos entre ingleses e irlandeses. Con el Acta de Unión de 1801, Irlanda pasó a depender del Reino Unido, estableciéndose la Iglesia Anglicana como única oficial.  En 1867, una serie de actos violentos obligaron al Parlamento de Londres a dar indemnizaciones a los campesinos que habían perdido sus tierras. Terminó con la vuelta al poder de los grupos conservadores.
FRANCIA II Imperio: Tras las revoluciones de 1848, Luis Felipe de Orleans fue derrocado y se estableció la II República. El nuevo Presidente fue Luis Napoleón Bonaparte que, en 1851 dio un golpe de Estado, apoyado por el “Partido del Orden”. Se le nombró emperador bajo el nombre de Napoleón III. Logró estabilidad política y, aunque recurrió al autoritarismo, no perdió el apoyo de la burguesía, los terratenientes y parte del campesinado. Aunque existía sufragio universal, las instituciones tenían poco margen de acción. En la práctica, el emperador retenía gran parte del poder. Su gobierno se puede dividir en dos etapas: “Imperio autoritario” (década de 1850) e “Imperio liberal” (década de 1860). El paso de una a otra tuvo lugar al aumentar la oposición, debido al descontento de grupos republicanos, monárquicos o católicos y a los fracasos en el exterior. 
En política exterior, los franceses, para devolver a Francia su papel de gran potencia, participaron en la Guerra de Crimea, contra Rusia; lucharon contra Austria, apoyando a los piamonteses y se enfrentaron contra Bismarck (Prusia), siendo derrotados. Napoleón III también inició el imperialismo francés en Indochina, Argelia o Senegal. Fueron años de crecimiento económico y desarrollo industrial, que provocaron un aumento de la clase obrera. 
LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS DURANTE EL SIGLO XIX
III República: La derrota francesa contra Prusia (Sedan, 1870) inició la III República. La presencia de tropas prusianas llevó a la proclamación de una Comuna parisina, que no fue respaldada en el resto de Francia. Se creó un Gobierno de Defensa Nacional en el que destacaron los conservadores, dirigidos por Thiers y los republicanos, dirigidos por Gambetta. La III República se caracterizó por la inestabilidad de los gobiernos: al principio el poder estuvo en manos de los monárquicos, con Thiers como Presidente. Venció y reprimió a la Comuna pero las divisiones entre los monárquicos no permitieron restaurar la monarquía. A partir de 1879, se establece la República conservadora, en la que la dirección política pasa a la burguesía. Se aprobó una nueva Constitución, con amplias libertades de reunión, asociación y prensa. Sin embargo, la crisis económica de 1882 provocó inestabilidad y se dio protagonismo a los grupos monárquicos, como el del general Boulanger. Esto, unido al affaire Dreyffus, favoreció una coalición de izquierdas que gobernaría la República radical a partir de 1899 que tomó medidas anticlericales y sociales. A lo largo de la III República se mantuvo el crecimiento económico y se consolidó la expansión territorial.
LA ALEMANIA BISMARCKIANA En 1871 el Imperio alemán surge formalmente como un estado liberal y federal, en el que predomina Prusia. Se crea una Cámara Alta, donde se representan a los distintos estados y una Cámara Baja, elegida por sufragio universal. El Primer ministro, Bismarck, no era responsable ante las cámaras, sólo ante el emperador. En política interior, Bismarck limitó el poder de la Iglesia Católica y de los grupos socialdemócratas. Se adoptaron medidas para proteger a los trabajadores y así frenar la influencia de los movimientos socialistas que fueron muy reprimidos. El partido socialdemócrata tuvo un gran desarrollo. Alemania consiguió en esta época un gran crecimiento económico y se convirtió en una potencia mundial. Con la firma de la Paz de Versalles los alemanes consiguieron Alsacia-Lorena, favoreciendo el desarrollo de la industria textil y la explotación de minerales. Entre los factores que explican el desarrollo alemán destacan: la unificación monetaria (marco) y del mercado nacional, la construcción de ferrocarriles y el crecimiento siderúrgico, el desarrollo de la banca, las mejoras agrarias e industriales y la concentración de empresas (cárteles).
LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS DURANTE EL SIGLO XIX
EL IMPERIO AUTRO-HÚNGARO Francisco José I de Austria impondrá un régimen autocrático, con el apoyo de parte de la aristocracia. La debilidad austriaca frente a Italia y Prusia, provocó que el monarca buscara un entendimiento con Hungría, saldado en el “Compromiso” de 1867. Así surgió el Imperio Austro-Húngaro también conocido como la Monarquía Dual: había un monarca común (emperador de Austria y rey de Hungría), un mismo ejército y tres ministros compartidos (Relaciones Exteriores, Guerra y Hacienda), aunque eran estados distintos. Las dos partes del Imperio evolucionaron de manera diferente por lo que, a finales de siglo, la situación de Austria-Hungría era compleja. Los problemas nacionalistas pervivían y no se consiguieron fraguar los procesos de liberalización política que habían triunfado en Occidente.
EL IMPERIO RUSO  No existía una nación rusa, sino que el territorio estaba formado por diferentes etnias, idiomas, tradiciones históricas y religiones. A lo largo del siglo XIX tuvo lugar el fenómeno de rusificación. El imperio ruso estaba gobernado por zares, que concentraban todos los poderes y se apoyaban en la burocracia imperial, la Iglesia ortodoxa y el numeroso ejército. No se industrializaron y pervivía la ruralización y un régimen de servidumbre. La Guerra de Crimea termina con una derrota rusa. Alejandro II toma medidas liberalizadoras por la necesidad de modernización. La industrialización se caracteriza por el protagonismo del Estado y se centra en el ferrocarril y las industrias textiles, metalúrgicas y de petróleo. En 1861 tiene lugar la emancipación de los siervos acompañada de cesión de tierras para explotar de forma colectiva. Se desarrollaron grupos marxistas y radicales (Bakunin) que criticaban las reformas tomadas por el zar. Alejandro II fue asesinado, finalizando así el intento de modernizar Rusia. Los sucesivos zares Alejandro III y Nicolás II concentrarían en ellos el poder, alejándose del reformismo político. Rusia llegó al siglo XX como una potencia atrasada.
LOS ESTADOS UNIDOS EEUU se expandió territorialmente a las tierras habitadas por indígenas en el oeste. Se permitió la explotación libre de estas tierras y su propiedad privada, lo que atrajo a los europeos. La llegada de inmigrantes provocó un gran aumento de la población. El norte de EEUU era industrializado, mientras que el sur era agrario. Cuando Lincoln llegó al poder (1860) fue apoyado por el norte pero no por el sur, debido a su política antiesclavista. Entre ambas tuvo lugar la Guerra de Secesión en la que venció el Norte. Tras la guerra se produjo un gran desarrollo industrial y agrario, surgió un importante mercado nacional, aumentó la población, se produjo una concentración de la industria y aparecieron nuevas técnicas de producción.

JAPÓN Desde 1603 se estableció en Japón el gobierno del shogunato del clan de los Tokugawa. La expansión norteamericana por el Pacífico valoró que Japón era un mercado interesante. En 1853 el oficial  estadounidense, Matthew Perry consiguió concesiones comerciales para los americanos. Esto se interpretó como una debilidad del shogun de los Tokugawa, lo que desencadenó luchas internas, provocando la abolición del régimen del shogunato. Éste fue sustituido por el poder imperial en manos del príncipe Mutsuhito. En 1868 se inicia la Revolución meiji, con la que comienzan las transformaciones en Japón. Los japoneses basaron su desarrollo en imitar al resto de países europeos. Se creó una administración provincial, leyes de igualdad y un ejército profesional. Se promulgó una Constitución con dos cámaras una para la nobleza y otra de diputados elegidos por sufragio censitario. Se consolidaron derechos individuales, partidos políticos, código penal o libertad de prensa. Para favorecer mejoras económicas, el Estado envía expertos a Europa para formarse y crea escuelas. Al carecer de materias primas, Japón deberá llevar a cabo una expansión, enfrentándose con Rusia y China lo que terminará con victorias que aumentaron sus posesiones.


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