Revista Cultura y Ocio

Las jeringuillas de Cupido | Nicole Caisatoa

Publicado el 02 noviembre 2016 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Nicole Caisatoa

(Colaboración especial para Ciencia ficción en Ecuador)

Syringe artwork (https://www.walldevil.com/43045-drugs-syringe.html)

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Eran las seis de la tarde, el centro de la ciudad estaba repleto de adornos. No era un día cualquiera. Desde lejos se podían escuchar el retumbar de tambores, en la mitad de la plaza central se encontraba una tarima. Faltaban pocos minutos para que empezara la gran ceremonia. Cada año la policía del pueblo premiaba a sus mejores oficiales públicamente por el trabajo que realizaban. El protagonista de la ceremonia era Fernando Santa María. Un oficial que había servido a la policía durante tres años, tiempo suficiente para demostrar su profesionalismo y construir una imagen impecable de sí mismo. Esta vez fue premiado con el mejor de los galardones.

Una vez sobre la tarima y con micrófono en mano. Fernando empezó a dar los agradecimientos, pero lamentaba dirigir algunas palabras a la chica que lo inspiró en su trabajo. Por cosas de la vida o por decisión de él mismo, ella ya no estaba. Digamos que no fue la mejor tarde para llevar a cabo una ceremonia de tal magnitud, puesto que una tormenta puso fin a todo lo planeado.

Camino a casa, Fernando no podía sino sentirse orgulloso de sí mismo, aunque se detuvo a la idea de seguir auto alagándose, pues él no era una hombre egocéntrico. A mitad del camino algo llamó su atención, eran unas esposas tiradas en medio de un callejón que ya nadie frecuentaba. Se acercó a ellas y notó que, a pesar de la tormenta aún habían una pequeñas manchas de lo que parecía ser sangre. Las tomó con unas pinzas que llevaba consigo y las guardó en una bolsa.

Por fin en casa se dio el tiempo de revisar bien las esposas y notó que las manchas rojas, en realidad no eran sangre. Quizá pudo confundirlas con pintura o cualquier otra sustancia, sin embargo, todavía quedaba la duda de dónde habían salido esas esposas. Lleno de cansancio se fue a dormir pero con la promesa a sí mismo, que a la mañana siguiente, a pesar de no tener que ir a trabajar iría a investigar más acerca de su hallazgo

Eran las diez y media, Fernando había vuelto al sitio donde encontró las esposas. Se percató que diagonal a ese punto, se hallaba una ventana rota. No dudó en acercarse para ver qué había detrás de ella. Lo que encontró no ayudó mucho, pero sin duda era algo. La ventana conducía a una bodega abandonada desde hace ya tiempo, todo estaba cubierto de polvo a excepción de un pañuelo, nuevamente tomó con el objeto las pinzas.

El pañuelo era color azul marino. Por mese caso no fuera realmente un suicidio. o tras la muerte de su esposo.

lego a excepcirmagen impecable de sás que trataba de recordar, no venía a su mente quien pudiera usar ese pañuelo. Leyó la etiqueta y se dio cuenta que el lugar donde se había elaborado la prenda era la tienda de ropa de la ciudad. Se acercó de inmediato. La respuesta que le dieron en esa tienda, no fue de lo más satisfactorio. Quien había comprado el pañuelo era la señora Beatriz, una mujer madura cuyo caso llegó a las oficinas policiales; determinaron un suicidio tras la muerte de su esposo.

Femando empezó a dudar que ese caso no fuera realmente un suicidio. Fue a las oficinas de la policía para recopilar toda la información posible acerca de dicho caso. Consiguió la dirección de la antigua morada que según informes, seguía desocupada.

Llegó a ese lugar, encontró la forma de entrar por la parte trasera de la casa. Lo último que recuerda es haber sentido una mano rodeándole el cuello. Minutos mtica y todo lo que conlleve con el sistema nervioso. no menos de un año habgo a excepcirmagen impecable de sás tarde estaba atado a una silla. Frente a él, se encontraba Andrea, la muchacha con la que hace no menos de un año había compartido una relación amorosa. Ella había estudiado medicina en la más prestigiosa universidad del país, pero siempre tuvo una fascinación por la genética. Fernando no podía moverse, se sentía débil, Andrea se acercó a él y le explicó sobre un proyecto que mantuvo oculto durante años. Recuerda cómo un antiguo filósofo, la inspiró en llevar a cabo la investigación. Hace centenares de años se decía que el cuerpo y el alma de las personas eran dos cosas por separado, pero existía un punto físico de unión entre ellos. Este punto se encontraba en la glándula pineal. A partir de esta idea Andrea se obsesionó con el asunto y llevó a cabo una investigación. Lo que descubrió fue que este lugar representa la fuente de todos los sentimientos. Pero no era todo, ella elaboró una máquina tal que al ser conectada a la persona, pudiera extraer todos estos sentimientos como materia. El resultado, era una especie de líquido casi transparente. La segunda fase del experimento, se llevaría a cabo en ese preciso momento.

Andrea se preguntaba, si al momento de sacar los sentimientos de una persona pudiera ser posible implantarlos en otra. Se disponía a hacerlo con Fernando. Se acercó a él con la sustancia en una jeringuilla y se la inyectó, en la parte posterior de su cabeza, donde empieza el cuello. Los sentimientos habían sido extraídos de la señora Beatriz, Fernando tenía razón, no fue un suicidio.

El oficial se desmayó, pero Andrea ya había previsto todo eso. Mientras recuperaba la conciencia y ella esperaba a ver el resultado de su experimento, recordaba lo que le separó de Fernando. Cada uno pasaba siempre ocupado por su trabajo. Ninguno accedió a dejarlo todo por el otro. Sin embargo, Fernando decidió terminar por completo la relación. Desde aquel día Andrea se obstinó por probar su experimento con él.

Por fin había despertado, el oficial en esos momentos tenía una mirada irreconocible, sus ojos brillaban, como comunicando alegría. Andrea se le acercó y él no hizo otra cosa que abrazarla. El experimento había funcionado. Fernando era una persona tan sentimental que no pudo dejar de querer a Andrea. Se quedó con ella y aún después de que la joven le explicase sobre el experimento él no quiso dejarla.

Ambos hablaron acerca de sus oficios pero él ya no podía continuar con el suyo, desde que Andrea volvió ya no era el mismo, ahora cualquier cosa le afectaba, y el más mínimo detalle lo ponía feliz. Su desempeño en la policía decayó notablemente y decidió renunciar. Andrea se dio cuenta del poder del experimento y la forma en la que este había cambiado al ser que amaba. Sintió algo extraño en su ser cuando vio distraído a Fernando caminar por la calle. Pero más allá de ello este descubrimiento, podía ser usado para bien. Pensó en el resultado que tendría si se usara en hospitales psiquiátricos: se podría sacar aquellas emociones que afecten a las personas. Pero también podía ser que alguien lo use como una jeringuilla de amor como ella lo hizo aunque sabía que eso estaba mal.

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Archivado en: Cuento del mes Tagged: Órganos sin cuerpo, Horror sobrenatural, Nicole Caisatoa
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