Revista Cultura y Ocio

Las medias verdes de Irma la Dulce

Publicado el 03 julio 2017 por Molinos @molinos1282
Las medias verdes de Irma la DulceEn uno de mis cajones tengo una foto guardada en la que él escribió «Te quiero». En blanco y negro, desde una grada en Las Ventas, sonreímos a la cámara. Los dos llevamos gafas del modelo que hasta hace seis meses ha estado pasado de moda.  Yo tengo veinte años o veintiuno, él un par menos. Íbamos mucho al cine, al cine y a los jardines de la Complutense. En nuestras casas creían que estábamos en la biblioteca estudiando, pero nos pasábamos horas dedicados a besarnos hasta gastarnos y encendernos hasta el límite del escándalo público. 
«Vamos al cine Bogart» me dijo un día de aquella época en la que sonreíamos. Jamás había ido a ese cine, jamás lo había visto, no sabía ni que existía. Por no conocer, no conocía ni la calle, así de joven era. Apuesto a que fuimos en mi coche, en aquella época en el centro de Madrid todavía se podía aparcar y cuando vives en un permanente estado de efervescencia hormonal y no tienes casa, el coche es un activo que no se desaprovecha, hay que tenerlo siempre a mano. Aquel cine era viejo, más viejo que nosotros y que nuestros padres, quizás lo era tanto como nuestros abuelos. No había nadie, éramos los únicos espectadores. El escenario que acogía la pantalla, las cortinas, las butacas de madera de terciopelo rojo, incómodas e incompatibles con el abrazo, los palcos. Era como estar sentado dentro de una película. «Parece la Rosa Púrpura del Cairo» le dije. Pronto me olvidé del cine, del muelle de la butaca e, incluso de él, me sumergí en la película, en aquel cuento de hadas en technicolor con una chica con medias verdes, que dormía con antifaz en  y un gendarme enamorado  que hablaba con dientes de conejo para despistarla y se cambiaba la gorra del uniforme por un canotier de hombre de mundo.  
El cine Bogart cerró, es imposible aparcar en el centro, tengo más recursos para resolver la efervescencia hormonal cuando surge, llevo gafas de “comisaria del Reina Sofía” y aquel novio acaba de tener su primer hijo. Todo ha cambiado pero Irma La Dulce mantiene todo su encanto y, cada vez que la veo, recuerdo aquella noche, en un cine solo para nosotros, cuando creí que él era el hombre de mi vida, que éramos especiales y que nunca me atrevería a llevar medias verdes. 

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