Revista Opinión

Las Monedas Locales y Complementarias como Política Pública

Publicado el 13 septiembre 2016 por Riss

Las Monedas Locales y Complementarias (MLC) son cada vez más utilizadas como política pública, sobre todo por instituciones regionales y locales en toda Europa. En el sector privado existen desde hace décadas tecnologías idénticas en forma de puntos de fidelización, vales de compra, cheques, bonos, cámaras de compensación, y sistemas de contabilidad similares.

En 2015 Francia fue el primer país del mundo en regularlas, como parte de una ley de la economía social, aunque este no es el único enfoque posible. Se trata de una caja de herramientas, con medios de intercambio adaptables a cada realidad local, para aplicaciones muy diversas en materia económica, social y/o ambiental.

A nivel organizativo, la gestión de una MLC como política pública puede ser directa, por ejemplo, SoNante (Nantes) y Toreke (Gante), o indirecta a través de partenariados público-privados o público-comunitarios, normalmente con una asociación local y/o una entidad financiera ética, caso de Bristol Pound (Bristol) y SOL-Violette (Toulouse).

Las MLC se pueden implementar en la economía formal, caso del WIR (Suiza), o en la economía informal/comunitaria, caso de los Clubes de Trueque (Argentina), o de forma mixta. Hay que remarcar que la orientación a la economía formal o informal/comunitaria refleja diversidad, pero es independiente de su potencial como política pública.

Por otra parte, como política económica formal, destacamos que hay tres tipos de opciones de emisión (puesta en circulación) de una MLC por parte de una administración pública:

1) Canalización de gasto público: Principalmente compras a proveedores, remuneraciones de personal, subvenciones, y bonificaciones de precios públicos. Un ejemplo histórico de referencia es el del Ayuntamiento de Wörgl (Austria) que durante Gran Depresión pagó salarios y proveedores en MLC, con gran éxito de reactivación de la economía local. Ejemplos actuales de esta tipología son los ayuntamientos de Toulouse, y pronto de Santa Coloma de Gramenet, que pagan subvenciones en MLC.

2) Bonificar canjes de Euros: Las administraciones pueden financiar las bonificaciones de estos canjes por MLC, que incrementan el poder de compra de los consumidores, al tiempo que generan una mayor propensión al consumo local. Aunque no se ha implementado nunca como política pública, sí se ha hecho con financiación filantrópico al Bristol Pound durante la fase de lanzamiento.

3) Microcréditos: Las administraciones pueden crear un fondo de garantías para créditos, como prepara el Ayuntamiento de Bristol experimentalmente. Destacamos también el caso de la promoción indirecta de los créditos en las cajas de ahorro comunitarias como el Banco Palmas (Fortaleza, Brasil), con financiación pública.

Una opción única de las administraciones públicas, muy importante aunque no necesaria, es la aceptación en los impuestos, tasas y precios públicos. Ejemplos actuales son el Bristol Pound y el Talente (Voraldberg, Austria). La viabilidad legal, claro, depende del tipo de moneda y del marco regulador de cada país.

Por otra parte, se debe resaltar el enorme campo que tienen las MLC como política social y ambiental. En el sector social, destacamos la experiencia de Japón con Bancos del Tiempo dedicados a la atención a personas mayores. Este es el referente de dos pilotos actuales en Austria y Suiza, con un innovador Fondo de Pensiones de Tiempo en que voluntarios ofrecen servicios de cuidado a personas con dependencia. A cambio el ayuntamiento les garantiza recibir las mismas horas de servicio cuando lo necesiten, incluso si en ese momento el Banco del Tiempo ya no existe.

En las aplicaciones sociales, siempre hay que aprovechar la lección aprendida de experimentos en el Reino Unido y Holanda, con los Bancos del Tiempo y Local Exchange Trading Systems (LETS) como política para personas con riesgo de exclusión social, que concluyeron que no funcionan si estigmatizan a los usuarios. También remarcamos casos de aplicación en el sector de la educación en Brasil y en Lituania, que han incentivado intercambios de conocimientos entre alumnos, a cambio de una MLC respaldada por futuros derechos a becas.

En el sector ambiental, destacamos el Ayuntamiento de Curitiba (Brasil) que recompensó con una MLC (títulos de transporte público) el correcto reciclaje selectivo de residuos por parte de los ciudadanos. Este fue el referente del caso NU-Spaarpass, en que el Ayuntamiento de Rotterdam recompensaba comportamientos ecológicos con puntos canjeables por títulos de transporte público o descuentos en comercios ecológicos. Actualmente, nueve municipios belgas recompensan con la tarjeta E-Portamonee comportamientos ecológicos a cambio de acceso a transporte público y piscinas.

Las MLC con objetivos mixtos son muy interesantes. Un caso social/ambiental a destacar es el Toreke (Gante), en que el ayuntamiento recompensa el voluntariado comunitario en un barrio periférico con una moneda que sólo sirve para alquilar huertos urbanos, y para comprar productos ecológicos (alimentos, bombillas de bajo consumo) y culturales (teatros, cines, polideportivos, etc.).

Por último, las MLC, ya sean en la economía formal o informal, tienen gastos de gestión y, por tanto, necesitan mecanismos de recuperación de costes, si no quieren depender del voluntariado y las donaciones. Las administraciones pueden financiarlas directamente para reducir su dependencia de otras fuentes, en concreto, de la filantropía o de las comisiones a los usuarios.

Una forma de apoyo público indirecto son las formaciones y el acompañamiento a gestores, que a menudo son emprendedores sociales o movimientos asociativos. Un ejemplo es la promoción del Gobierno de Brasil de más de 100 bancos comunitarios siguiendo el modelo Banco Palmas.

También en la comunicación y la difusión: el Ayuntamiento de Bristol promueve que sus trabajadores cambien voluntariamente parte de su salario a moneda local y, como ejemplo, los concejales cobran una parte, y el alcalde orgullosamente todo.

También ayudan el reconocimiento moral, la cesión de espacios, y hacer red con otros proyectos. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú ha declarado la Turuta la moneda social de la ciudad, le cede un local de oficina, y se ha relacionado con proyectos de huertos urbanos, de ahorro energético, mercados de intercambios, limpieza de playas, festivos, culturales y similares.

En fin, las MLC pueden utilizar diferentes tipos de métodos y técnicas. Cada proyecto debe diseñar un modelo propio a partir de los objetivos, del contexto local y los recursos disponibles. En todo caso, el conocimiento acumulado, las nuevas tecnologías digitales, y la profesionalización de la gestión, abren un gran potencial de innovación de las Monedas Locales Complementarias como política pública.

Andreu Honzawa


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