(Dirigido por
Henry King – USA 1952)
“Cuando huyes tienes más posibilidades de
tropezar”
Escribir es un acto de amor. Pensamientos de
este tipo debían pasar por la cabeza de Harry Street (Gregory Peck) en su hora
cercana a la muerte. Su vida de escritor le había enseñado tanto acerca del
amor, es más, por cada mujer que amó había escrito un libro. Por cierto, un
éxito de ventas cada página de aquellas novelas que muchas mujeres devoraban
sin cesar. Un pinchazo hecho por un arbusto en las exóticas tierras africanas
es el motivo por el que Harry, echado en su cama con la herida infectada, haga
un repaso de su vida. Su esposa Helen (Susan Hayward) lo escucha atentamente.
La historia de la vida de Harry tiene drama,
tragedia, amor pero por sobre todo poesía. El primer recuerdo es de aquella
chica que le dijo: “!Yo te quiero! Y tú
ni siquiera sabes lo que es el amor”. Su segundo recuerdo: París y aquella
mujer que sólo intentaba ser feliz, Cynthia Green (Ava Gardner). Ella que
decía: “Yo no soy la dama de nadie, sólo
me pertenezco a mi”. Harry va relatando su vida, se suceden uno y otro
recuerdo, siempre presentes las mujeres, la bebida, la pereza, el orgullo, la
vanidad y los prejuicios. De que le valía tener tanto éxito monetario si era
infeliz, siempre viajando por el mundo y sólo, eso sí con un amor en cada
puerto.
Harry siente que la muerte se acerca, un par de
aves de rapiña lo observan desde unos árboles cercanos y una hiena merodea el
lugar donde él se encuentra recostado. Morir de miedo es lo que lo aterra. Sin
embargo todavía puede salvar su vida, quizá escribir sea la solución. Porque
ser escritor es una lucha de verdad. Porque escribir es algo por lo que vale la
pena vivir, es algo para lo cual se necesita valor y capacidad de lucha y esa
lucha es la lucha contra uno mismo.