Revista Opinión

Las opciones de Cristina Kirchner

Publicado el 27 octubre 2011 por Jaque Al Neoliberalismo
Las opciones de Cristina Kirchner
Roberto Guareschi, Project Syndicate
Fortalecida por la estabilidad económica y el aura de su viudez reciente, Cristina Kirchner confirmó, con un rotundo triunfo electoral, que puede gobernar a la sociedad argentina –compleja, voluble y a veces autodestructiva- sin su marido, Néstor. Es líder por derecho propio. La incógnita es qué tipo de líder querrá ser en un contexto local e internacional más difícil.
Los Kirchner sacaron a la Argentina de la tremenda crisis del 2001 con cifras de crecimiento similares a las de China. Ellos reconstituyeron en parte el tejido social y politico argentino lastimado por el brutal ajuste en aquella crisis que hace diez años produjo la caída de un presidente y el default, y dejó a más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza. Su manejo de la economía bajó el desempleo y la pobreza.
La oposición subestima los logros de los Kirchner diciendo que los ayudó un contexto internacional que disparó el precio de los commodities. Es cierto pero eso, solo, no es garantía de éxito.
Ahora ese viento de cola puede virar porque los Kirchner no han hecho aún cambios estructurales –en la industria, la matriz energética, la educación, etc- para que el país supere su dependencia extrema del precio de los commodities.
Los subsidios –fuentes de corrupción y clientelismo- serán una carga cada vez más pesada para el gasto público, si sigue en baja el precio de la soja. Esa medicina de urgencia ya es una política de largo plazo porque no hay una actividad económica que los pueda suplantar. Según cifras no oficiales, ya representan el cinco por ciento del Producto Bruto y sólo ajustes dolorosos pueden reducirlos.
La inflación no es hoy una preocupación para muchos argentinos, beneficiados por un boom del consumo; pero ya superó el veinte por ciento anual y traerá conflictos con los poderosos sindicatos peronistas. Más aún, si no se encara el problema pronto, sera muy difícil de controlar: Argentina tiene una historia de plagada de indices de inflación que arrasaron con la economía.
La relación con Brasil desnuda otras dificultades. El gobierno de Vilma prevé una baja importante del crecimiento económico y devaluó el real para ganar competitividad. Malo para la Argentina: Brasil, su principal socio comercial, le comprará menos y le venderá más y afectará, así, sus cuentas externas.
En este contexto difícil Cristina necesitará reconstituir las relaciones con Estados Unidos y Europa, perjudicadas por el default y por acciones de su marido y ella misma. Néstor se animó a burlar a Bush a la vista de todos: anfitrión de una cumbre de jefes de Estado, le organizó sin disimulo una anti-cumbre paralela con simpatizantes de Castro y Chávez. Y, más recientemente, el canciller de Cristina presidió una requisa a un avión militar de Estados Unidos en suelo argentino. Dos espectáculos destinados al consumo interno.
En cuanto a Europa, los Kirchner no han pagado aún la deuda con países del Club de París, pendiente desde el default. Todo esto traba las inversiones extranjeras y el acceso al crédito internacional. Mientras tanto, Estados Unidos se opone a que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo concedan préstamos a la Argentina.
Mientras tanto, los ricos y poderosos votan con el bolsillo: mandan sus dólares al exterior. Este año la fuga se acerca a los 20 mil millones de dólares, casi un record.
Argentina es un país en perpetua emergencia. Muchos golpes de Estado, decenas de miles de desaparecidos, una guerra contra Gran Bretaña, crisis de hiperinflación, una brutal crisis económica y sus consecuencias: el default de la deuda externa y el hambre de los más vulnerables. Pero también hay algo de impostada intensidad en los argentinos: somos dramáticos como el tango y sombríos como las novelas de Ernesto Sábato.
¿Cristina explotará esa tendencia? Ese espíritu benefició a su marido, a un costo alto para las instituciones: él hizo que el Parlamento le dejara modificar el presupuesto. Más tarde se permitió manipular las estadísticas oficiales para esconder la inflación. Y –mientras construía un sistema de medios privados y estatales oficialistas- inició una lucha que lo sobrevive contra el periodismo crítico.
Frente a los tiempos difíciles que vienen, ¿Cristina intentará ser una Evita del siglo XXI y construir una epopeya, investida con un poder excepcional? ¿O querrá mostrar la actitud mesurada de una Dilma Rouseff, para combatir la ineficiencia y la corrupción y fortalecer las instituciones?
Si elige este modelo, primero deberá vencer la tentación de la reelección perpetua. Ella y su esposo habían encontrado un esquema: alternarse cada cuatro años. Ahora viuda, ella queda expuesta al síndrome del “pato rengo“ porque ya no cuenta con la posibilidad de otra reelección. Los mismos caudillos peronistas que hasta ahora la obedecen, pueden abrir una guerra de sucesión si ella no encuentra un modo para perpetuarse. Si ella quiere, es posible que lo encuentre: ahora tiene el control absoluto de un parlamento muy dócil. En la Argentina, como en tantos países de América Latina, los presidentes tienen tanto poder que desdibujan a los otros poderes y borran los límites entre el gobierno y el Estado. Peor será si sienten que no tienen otros límites que la salud y el deseo en medio de una crisis financiera global.
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Ver: Arrasador triunfo de Cristina Fernández en Argentina
Memorias del saqueo, a diez años de la crisis de ArgentinaUna mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización

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