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Las partículas elementales (1998), de michel houellebecq. hijos del sesenta y ocho.

Publicado el 09 agosto 2010 por Miguelmalaga
LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES (1998), DE MICHEL HOUELLEBECQ. HIJOS DEL SESENTA Y OCHO.
Leo esta novela estimulado por la fervorosa recomendación de mi amigo Francisco, que no suele errar en sus juicios. Tampoco lo ha hecho en esta ocasión.
Michel Houellebecq es un autor insólito en el panorama de la narrativa actual. La primera palabra que se me viene a la mente a la hora de calificarlo es "valentía". Solo he leído este libro de los suyos (aunque pienso tragármelos todos), pero basta para advertir una escritura muy personal y sincera, que no tiene reparos en atacar a nuestra hedonista sociedad precisamente en los aspectos que la mayoría de sus ciudadanos creen más sólidos y defendibles: su presunta libertad sexual, su ecologismo de salón y, en fín, su desmesurada búsqueda de satisfacción rápida y fácil a través de las diversas formas de consumo.
"Las partículas elementales" cuenta la historia de dos hermanastros, Michel, un hombre apocado que ha renunciado al sexo, que pretende ser gris, pero que se va a revelar como un investigación genial cuya dedicación va a culminar en un cambio radical en el rumbo de la humanidad en una deriva genial del último capítulo hacia la mejor ciencia-ficción. El otro hermanastro, Bruno, vive obsesionado por el sexo y Houellebecq no nos oculta en ningún momento sus pensamientos más escabrosos, que a veces remiten a un deseo animal, a relaciones sexuales rápidas y salvajes que calmen un deseo siempre renovado y siempre frustrante. Ambos son hijos del sesenta y ocho, de unos padres irresponsables que no se responsabilizan de sus vástagos, porque el hecho de cuidarlos significa interrumpir su forma de vida que se basa en una presunta libertad absoluta que lleva al más absoluto de los vacíos.
Interesantes son las reflexiones del autor acerca de la naturaleza, a la que ve, no como una madre amiga del hombre, sino como un ente hostil e indiferente a nuestro destino. Cualquiera que se haya perdido en un monte o haya debido sobrevivir lejos de la civilización sabrá a lo que me refiero. La civilización es un refugio para el hombre. A su abrigo, creemos estar a salvo de los caprichos de la madre Tierra, pero al final comprendemos que, ya sea a causa de desastres íntimos como la enfermedad o de cataclismos de mayor envergadura como un terremoto o un gran incendio, todos vamos a sucumbir de manera absurda. Houellebecq no cesa de hacerse la eterna pregunta: ¿por qué estamos aquí?, pero la formula desde un punto de vista más intelectual que dramático. Ni siquiera sirve tomarse la vida a la ligera:
"El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fín de cuentas ya solo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fín de cuentas solo queda la muerte."
Mención aparte merece sus continuas referencias a la obra de Aldous Huxley, en especial a "Un mundo feliz". Les dejo aquí una larga parrafada que personalmente me ha hecho reflexionar mucho acerca de uno de mis libros favoritos. El texto no tiene desperdicio:
"Siempre me ha sorprendido (...) la extraordinaria precisión de las predicciones que hizo Huxley en Un mundo feliz. Es alucinante pensar que este libro fue escrito en 1932. Desde entonces, la sociedad occidental no ha hecho otra cosa que acercarse a ese modelo. Un control cada vez más exacto de la procreación, que cualquier día acabará estando completamente disociada del sexo, mientras que la reproducción de la especie humana tendrá lugar en un laboratorio, en condiciones de seguridad y fiabilidad genéticas totales. Por lo tanto, desaparecerán las relaciones familiares, las nociones de paternidad y filiación. Gracias a los avances farmaceúticos, se eliminarán las diferencias entre las distintas edades de la vida. (...) Después, cuando ya no es posible luchar contra el envejecimiento, uno desaparece gracias a una eutanasia libremente consentida; con mucha discrección, muy deprisa, sin dramas. La sociedad que describe Brave New World es una sociedad feliz, de la que han desaparecido la tragedia y los sentimientos violentos. Hay total libertad sexual, no hay ningún obstáculo para la alegría y el placer. Quedan algunos momentos de depresión, de tristeza y de duda; pero se pueden tratar fácilmente con ayuda de fármacos; (...) Es exactamente el mundo al que aspiramos actualmente, el mundo en el cual desearíamos vivir.
Huxley (...) tuvo una intuición fundamental: que la evolución de las sociedades humanas estaba desde hacía muchos siglos y lo estaría cada vez más, en manos de de la evolución científica y tecnológica."
No hay lector de "Un mundo feliz" que no opine que la sociedad que se describe es monstruosa e inhumana. Pero intuyo que, si fuéramos capaces de hacer la prueba, los miembros de esa sociedad jamás querrían pasarse a vivir a la nuestra. La encontrarían salvaje y horripilante. ¿Qué es en realidad lo que podemos definir como humano? Nunca podemos decir que hemos evolucionado por completo como especie. El sabio Darwin nos rebatiría.

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